¿Descartes?


Por: Guille Vilar
11 de Octubre del 1998


Publicado en el periódico Juventud Rebelde, Cuba.

El trovador de barro negro ha vuelto porque se sabe preferido, aunque no estuvo ni en el Silvio, ni en Rodríguez, ni en Domínguez. Vino “de las sombras de un secreto” como descarte de alguno de estos discos a guitarra, que realizó entre 1992 y 1996, trilogía a la cual se añade el Descartes, su más reciente oferta discográfica.

En el Silvio reconocemos una obra que se distingue por un riguroso proceso de producción, punteada por los temas ya clásicos Quien fuera, Hombre y El necio, en un entorno de sólidos coros con su voz doblada y la impresionante orquestación de múltiples guitarras. Después de la profunda huella de semejante disco, las piezas Casiopea, Desnuda y con sombrilla y La vida, definen la reposada atmósfera del Rodríguez. Sin embargo, en el Domínguez predomina la experimentación notable en canciones como Me quieren yCanción del trovador errante, aunque resaltan particularmente Ala de colibrí y El viento eres tú, interpretada a dúo con su madre Argelia.

Silvio acostumbra a grabar más canciones de las necesarias para un nuevo disco. Así puede descartar de acuerdo con el empaste del sonido y la dramaturgia del fonograma. Los primeros signos de esta mecánica se manifiestan en las canciones que se envían a la radio como promoción de lo que aparecerá posteriormente en el disco.

Por ejemplo, poco antes de salir al mercado el Silvio, junto a Quién fuera, reenvió a las emisoras el tema Tu imagen, pieza que finalmente no integra el citado disco. Y para promocionar el Rodríguez en la radio, las canciones seleccionadas fueron Flores nocturnas y En busca de un sueño, esta última separada de la relación definitiva del CD. Las dos piezas y El trovador… conjuntamente con otras once “sobrantes” de la trilogía integran el disco Descartes. Canciones de aquí o de allá, como retazos o piezas sueltas, que a pesar de eso se sienten coherentemente urdidas con delicadeza sin afeites.

Al entrevistar recientemente al maestro Leo Brouwer en el programa A Capella, al referirse a Silvio aseguró: “Es un genio. Esa cosa de exquisitez, de preocuparse, incluso de atormentarse por los problemas estéticos, los significados de lo que hace, no sólo va en sus textos de gran poeta, en la manera de componer y de recomponer sino en la manera de interpretar. Toca muy bien la guitarra”.

Es el resumen de la unidad estilística que encontramos en los discos de Silvio, incluso en el Descartes –aunque está formado por canciones de hace una década y de mucho más, reunidas a criterio del compositor por el sentido sonoro.

Contribuye a la cohesión de este fonograma, el aliento de pura nostalgia que lo singulariza. Los que peinan canas vibran de nuevo, al mismo tiempo que los jóvenes descubren a un Silvio incisivo y directo en Lo que quisiste ser. La melódica Romanza de la luna nos traslada al memorable espectáculo de canciones viejas, en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, en 1983 y la tierna El trovador…, nos remite tres años atrás a la Sala Covarrubias del propio teatro.

Otros temas del Descartes –inéditos, como La cosa está en…, Por todo espacio, por todo tiempo y Las ruinas–, fueron compuestos por Silvio durante su estancia en el motopesquero Playa Girón, a fines de 1969; etapa de fecunda creación en el joven músico de entonces. Es la época de Historia de las sillas, La primera mentira y de Playa Girón, canción marcada con el sello del cantautor Bob Dylan, a quien el trovador dedica esta vez La cosa está en…, con la certeza de que algún día compondrán canciones a cuatro manos.

Con Por todo espacio, por todo tiempo se reitera un leit motiv clave en la obra de Silvio; su personal tributo al Sol, ritual imprescindible al astro mayor en sus canciones. Así como se repite el tema del amor. Para quien cumplió 23 años en medio del océano haciendo canciones, al paso de los siglos no ha mermado la emotividad de la frase “te amo”, patente en Las ruinas al igual que en la preciosa Paloma mía, dueña de una elegante poética que será válida también en los momentos más sublimes de la pareja en el nuevo milenio.

Hablando de poesía, al autor de los versos Ama al cisne salvaje, rinde el trovador sincero homenaje con La tonada inasible al brindar por su verbo “por su verbo”, “por su cabeza roja” al inolvidable Wichi el Rojo, Luis Rogelio Nogueras.

Si una composición reúne los ingredientes necesarios para llamar la atención (no importa el tiempo que permanezca dormida en el baúl), es A caballo. Entramos en contacto con la ética plasmada en Días y flores, proyectada con tal vitalidad y frescura, que parece haber sido compuesta en estos momentos.

A los temas de antaño del Descartes, Silvio añade uno nuevo, inspirado en la música de Francisco Repilado. Rosana, testimonio de admiración a Compay Segundo, es ejemplo para profundizar en las estructuras del son tradicional y mantener un acento de contemporaneidad, tanto por el carácter del texto como por el tratamiento de la música. Es la pieza donde el trovador toca los instrumentos excepto el bongó, a cargo de Frank Bejerano, quien fuera batería del grupo de Pablo Milanés.

En el Descartes, disco del sello Ojalá –comercializado próximamente por la EGREM en formato de casetes para su venta en moneda nacional–, Silvio complace con creces a los que gustan de su música aunque asegura dejar cerrado el caso de las canciones del pasado. Quiere dedicarse a grabar las nuevas composiciones.

De la receptividad de su música sobran historias, como cuando se comenzó a difundir por la radio una canción que inicialmente tenía el nombre de Noticia y por la voluntad popular se llama Unicornio. Por esos días alguien me discutía que una canción como esa “no la entiende el pueblo”. La historia demostró que Unicornio es una de las piezas más entrañables de su extenso repertorio.

Como afirma el escritor Ernesto Sábato en las notas al disco Descartes, “las canciones de Silvio que han sido ovacionadas en grandes escenarios, pertenecen, también a las plazas de los pueblos, a las universidades, a las fábricas y a las cárceles.

Si en los 60 su música era la alternativa para un grupo de jóvenes “irreverentes” y revolucionarios en el amplio sentido del término, en estos tiempos representa a quienes buscan a toda costa la belleza, por todo un pueblo capaz de avalar el sentido auténticamente creador de su obra.