Al final de la segunda luna




Esta va a ser mi canción más sencilla,
que no hablará de nada y hablará de todo.
No es necesario mencionar la vida
para que se sienta su presencia en los ojos.

Al final de la segunda luna
empecé a no hacer nada con las manos,
sólo por un momento, y entonces tuve ganas
de hablar al ancho justo de la palabra humana.

Como si no tuviera ningún nombre
y no existiera historia de los hombres,
más allá del atávico pasado,
del presente y futuro deseado.

Sin ningún compromiso con el mundo,
como si todo fuese este segundo,
cual si todo naciera de mis labios,
cual si todo muriera de mis labios.

Hay otra dimensión desconocida,
más fuerte que la muerte y que la vida,
más sustancial que el mundo y su belleza,
que nace y muere siempre donde empieza.

Estar como se está, como se siente,
es más claro y más negro que decirlo,
que tratar de explicarlo ―por eso ya no sigo.
Sólo quise decir que es tremendo estar vivo.