El circo




Acompañado de una larga lista por saber,
con la frescura de un primer día de colegio,
salió otra vez de la mano de la casa en que nació:
las vacaciones estaban siendo un golpe de luz.

Tocaba puertas recogiendo amigos,
acompañaba a las niñitas solas,
cortaba flores y las ofrecía
con un pie al aire, sonriendo siempre.

Cantando musiquitas dulces,
de esas que no se escuchan ya,
apareció gritando un circo
que se instaló cerca de allí,
lleno de luces y colores,
magos y mucha diversión.

Pero en la lista de cosas que tenía que aprender
no figuraban los circos por ninguna parte,
y sin que nadie lo viera sacó un lápiz, anotó,
y puso circo con letras de poner inicial.

Con el dinero para la merienda
compró un helado y una rosca dulce,
dando brinquitos se metió en la carpa
que parecía una mamá muy grande.

Cantando musiquitas dulces,
de esas que no se escuchan ya,
pudo saber que su maestra
no le enseñó cierta canción,
y que la vida no cabía
ni en veinticinco listas más.