La escalera




Iba silbando mi trino
por una calle cualquiera
cuando, a un lado del camino,
me encontré con la escalera.

Era una escala sencilla,
de rústico enmaderado,
desde la calle amarilla
hasta el rojo de un tejado.

«¿Qué se verá desde el techo?»,
dijo la voz de lo extraño.
Y, sin meditar el trecho,
le puse afán al peldaño.

La brisa me acompañaba
en el ascenso y el alma,
y mi camisa volaba
junto al sinsonte y la palma.

Mientras más ganaba altura
la calle me parecía
más pequeña, menos dura,
como de juguetería.

Y sucedió de repente
que, después de alimentarme
con la visión diferente,
sólo quedaba bajarme.

Dejé la altura en su calma,
dejé el cielo en su horizonte.
Siguió batiendo la palma,
siguió volando el sinsonte.

Me encontré con la escalera
cuando a un lado del camino,
por una calle cualquiera,
iba silbando mi trino.