Cine cubano entrevista a Silvio Rodríguez



Entrevistó: Revista Cine cubano
de Julio del 1970

Cuéntame brevemente ¿cómo fue que te convertiste en cantante y autor de canciones?

Desde niño me llamó la atención la música y otras cosas parecidas. Traté de estudiar varias veces y siempre por razones ajenas  tuve que abandonarlo. Cuando entré al ejército me compré una guitarra (la conservo, toda pintarrajeada) y comencé a dar los primeros pasos absolutamente solo, con no pocas dificultades. Empecé a tocar y a componer al unísono. Un director de orquesta (Mario Romeu) me oyó un día, le gustó y me puso delante de una cámara de televisión. Así fue que de soldado pasé por corte directo a lo que soy.

Pudiéramos definir tu estilo como el del trovador clásico: un cantante que interpreta sus propias canciones acompañado de su guitarra. ¿este estilo es provocado por una vocación musical específica o es producto de limitaciones técnicas en tu desarrollo como músico?

Creo que soy por encima de todo, trovador. Me parece que por un problema vocacional más que por otra cosa, siempre me gustaron los juglares del medioevo, la Grecia antigua y esas cosas, por eso me gusta hacerme la idea de que escribo algo así como versos y los canto... Creo que desconozco casi todo acerca de la música; esto claro que me limita y me interesa, pero me interesa más por un rigor científico-profesional que por esa pasión que lo hala a uno a correr tras lo que sí le es rotundamente imprescindible. De paso digo que para mí lo imprescindible (entre otras cosas) es no dejar de cantar las ideas. De alguna forma indefinida tiendo a rechazar lo perfecto, lo impecable, lo científico; siempre tendré mucho más que ver con (digamos) Jean Ferrat, Paco Ibáñez o Bob Dylan que con Michael Legrand aún siendo, como él es, un compositor contundente, tremendo. Esto no quiere decir que no me gustaría saber la música que sabe Legrand, todo lo contrario; seguramente iba a disfrutar muchísimo haciendo arreglos para orquestas de ciento y pico de músicos y eso, pero creo que acabaría pasándole el dedo a mi guitarra, dejándome seducir por lo espontáneo, por lo simple.

¿Cómo contemplas el futuro de tu carrera como músico? ¿qué líneas te interesa trabajar y desarrollar?

Como se desprende de lo anterior, nunca he hecho carrera de músico. En realidad no soy ni compositor sino un inventor de melodías a las que le encaramo como puedo las ideas. Por otra parte me interesan todas las líneas que estén a mi alcance, dentro de mis limitaciones. He hecho canciones para teatro, y música y canciones para cine. Dentro del género canción he tratado de hacer experimentos tanto musicales como textuales y expresivos (tengo una que se llama “Los cazadores de brujas” que es mi mejor ejemplo). Pero lograr experimentalmente algo que sea válido es muy difícil porque un día vas a una casa y te ponen un disco de un tipo que lo está haciendo en otro lado y figúrate. Eso me pasa a cada rato. De todas formas creo tener una línea bien definida y creo que hasta que no existan condiciones (o tentaciones) para cambiar, seguiré así.

En tu opinión, ¿qué papel juegan tu estilo y tus canciones dentro del movimiento de la música cubana actual?; y ¿qué papel dentro del movimiento cinematográfico cubano?

Exactamente no se que papel pueda jugar todo esto (ni siquiera sé si juega alguno). Lo que veo de mí en este sentido es la intención de enfrentamiento con la realidad, la intención de búsqueda en el lenguaje de la canción, la intención de mirar el país y la época con los ojos del país y la época, la intención de dar con la poesía de todo esto, la belleza, la violencia, las contradicciones. Pero como se ve son intenciones. Bien puede todo quedarse ahí.

En cuanto al cine, sé menos todavía. Quizás pase algo bueno cuando un cine que trata de ser  objetivo, revolucionario, asimile canciones que persiguen lo mismo. Pero creo que nadie puede dictar sentencias aún. Es muy temprano para todos nosotros.

¿En qué medida estás satisfecho del trabajo que como músico has realizado en el cine?

En general estoy satisfecho por la experiencia (nueva para mí) más que por los resultados. En mi caso aún no hay nada favorable, totalmente. Mientras más me meto en esto, más me convenzo de que no es nada fácil.

¿Qué líneas de ese trabajo te interesan desarrollar en el futuro?

Me interesaría hacer música para cine de ficción. Hasta ahora sólo he trabajado en documentales. También me gustaría hacer un poco más de hincapié en hacer música solamente y no tantas canciones; la cosa se ha convertido un poquito en un cliché, en algo para salir del paso, en algo que casi siempre va a resultarle agradable al espectador.

Tu interés por el cine, no solo como músico sino como ambición de realizar filmes, ¿en qué medida influyeron tu trabajo al  musicalizar una película?

Por ejemplo, cuando me enseñan una secuencia, hago o trato de hacer la música que me gustaría, de ser yo el director. Sin embargo, a veces, después de terminarla, no le gusta al director o a mí mismo, o bien se utiliza en otra secuencia. Esto me suele contrariar. Uno de los problemas fundamentales que encuentra el que hace música para cine es la disciplina funcional que exige el tipo de trabajo. Uno quisiera hacer las cosas a su gusto pero esto es imposible.

En tus canciones puede apreciarse un cierto predominio del texto: su contenido y sus imágenes poéticas, sobre la riqueza de la instrumentación.
¿en qué medida esto esta buscado ex profeso por ti o está condicionado por limitaciones de tu técnica musical?

Si en mis canciones por ahora predomina el texto es porque por ahora es lo que más me interesa. Me es más necesario el lenguaje concreto que la abstracción de la música, que es otro tipo de lenguaje. Me interesa la idea expresada, que es lo capaz de definir, opinar, defender, contar, explicar, etc. La palabra es mi fusil de cabecera; la música no deja de ser importante, pero para mí la palabra es su jinete...
En la pregunta dos hablé de mis limitaciones musicales. Ocurre que yo no busco tener limitaciones, pero sí el predominio del texto (ligero predominio) sobre la música. Sencillamente le doy uso a lo que es más útil para mis fines, sin descontar, claro está, las limitaciones.

¿Tú crees que esta relación texto-imagen sea la más eficaz como banda sonora para el cine?

Quizás no sea la más eficaz para todo el cine. No me gusta ser categórico. Pudieran citarse casos en que la música sola es eficaz y casos en que no; también pudiera citar casos en que canciones donde predomina el texto lo ha sido y no. Creo que esto no resiste (como casi nada) los cánones.

¿Cuál es en tu opinión el papel de la banda sonora en el cine?

El mismo que el color en la pintura, que el ritmo en la poesía. Sin embargo hay pintura monocroma y poesía arrítmica. Creo lo mismo de la banda sonora en el cine.

¿Cuál es en tu opinión la relación de trabajo que debe existir entre músico y realizador?

A lo mejor lo ideal es que el mismo realizador componga su propia música, pero claro que esto no es posible en la mayoría de los casos. Quizás por esto a veces los dos leguajes (imagen y música) no se llevan bien. Por otra parte el músico está en desventaja con el realizador porque se supone que el director esté acostumbrado a manejar la música en su trabajo, sin embargo el músico no tiene que tomar en cuenta situaciones e imágenes para componer. Cuando uno se enfrenta por primera vez a un filme está como el coronel Aureliano Buendía, aquella tarde en que lo llevaron  a conocer el hielo. No es sólo hacer música, un elemento abstracto, sino hacerla en función de una imagen, de una historia, de un ambiente que condiciona, somete y tiene sus reglas. Enfrentarse a la compleja maquinaria del cine requiere adiestramiento. El realizador y el músico deben estar muy identificados; depende casi tanto de uno como de otro (y luego de ambos) el resultado.

¿Qué influencias musicales reconoces como importantes en tu formación?

Todo lo que he oído. Primero fue nuestra música, el folklore, el son, la trova, etc; después algo de la música denominada culta, Bach, Vivaldi, sobre todo los barrocos; ahora los inevitables Beatles y Cía., las nuevas corrientes universales pero fundamentalmente las que tienen características trovadorescas, como el movimiento de Brasil (que creo importantísimo); algo del folk-song norteamericano y miles de cosas más. Pero realmente me ha influido todo lo que se oye, desde los discursos de Fidel hasta los cláxones de las guaguas.

En tus canciones a veces se reconocen claramente los elementos más característicos de nuestro legado musical, me refiero a canciones como:  Cuando digo futuro o La canción de la Trova.
¿Esta es una línea de trabajo que te interesa desarrollar o es solo una más de las muchas influencias que utilizas en tu trabajo?

No me amarro a ninguna línea, eso me haría sentirme limitado. Ahora bien, uno utiliza la información y la formación que tiene, a veces aunque no se dé cuenta. En la canción musicalmente más libre que haga, sé que hay secuelas de nuestras tradiciones, de nuestro ritmo, de nuestra forma de cantar las cosas.

¿Qué importancia tú le concedes como músico a la idea o a la concepción de insertar en todas las nuevas corrientes musicales nuestro legado musical íntimamente vinculado a nuestras raíces culturales como nación? O sea, tratando de desmenuzar un poco la pregunta: la incorporación de las nuevas sonoridades, de los nuevos instrumentos, de las nuevas posibilidades acústicas, a las sonoridades o a las tonalidades clásicas cubanas.

Creo que no queda otro remedio. Es la única forma de no anquilosar nuestra música. Hace rato que se viene hablando y hablando de estas cosas; ha habido discusiones, casi sangrientas, entre compositores de distintas tendencias. A la larga se demuestra que todo el mundo está por el progreso (quiero decir los compositores). Creo que lo que más conspira contra esto es la política de la radiodifusión, que en una época fue arbitraria hasta el límite de prohibir la música extranjera, porque se decía que era penetración ideológica. Es cierto que la ideología puede ser penetrada por un bombardeo inmisericorde de cualquier expresión cultural foránea (yo creo que la cultura es también ideología), pero esgrimiendo este argumento y tomando una medida tan drástica como cerrar todo contacto con el extranjero se corría el peligro de caer en un nacionalismo aberrante, en el enviciamiento del nivel musical alcanzado hasta entonces. Por otra parte era una solución superficial, ya que a nuestro país entraban otros tipos de manifestaciones culturales (por ejemplo el cine) que presionaban ese sector de la cultura y otros, y los dejaba desnivelados en comparación con la información que proporcionaban al pueblo. De pronto se rectificó, aunque no creo que se hiciera producto de un criterio cultural sino de presiones populares. Ahora tenemos el caso de que un por ciento alarmante de la música que se difunde es extranjera (y además de la peor), y como resultado estamos educando  a las nuevas generaciones con principios falsos, superficiales, y creando un gusto descolorido de nuestras tradiciones. Digo esto último porque cuando se pone música cubana se pone de la más tradicional (que choca con el carácter, con el dinamismo de nuestra juventud y de la época, aunque siempre va a haber a quien le interese) o cuando no, se pone música de la que hacen algunos compositores nuestros que se autotitulan modernos y no son más que regulares fabricantes de “jingles”, a los que envisten con algunas sonoridades nuestras. Por otro lado está lo de los textos, lo poco que reflejan la realidad; el carácter sumamente burgués de algunos en lo que se refiere a los valores al analizar: la vida, el amor, etc. (sobre todo en las canciones españolas). Todo esto es educación, todo esto lejos de formar, deforma.

Ya sé que es complejo el asunto de la política musical y que cualquiera se busca un buen dolor de cabeza ordenando tantos elementos, pero es que son elementos muy activos dentro de la cultura y la formación del gusto; los hábitos que dentro de la complejidad del cerebro humano más tarde se transformarán en sedimento, y luego selección, dependen en mucho de lo que se difunde.

Por eso hago hincapié en esto y porque la pregunta depende mucho de tales factores, ya que si no se contemplan estas cosas dentro de los programas de la cultura, qué puede importar que haya compositores y personas preocupadas por el enriquecimiento de la música, las nuevas posibilidades acústicas, etc. El rigor, la responsabilidad se hace más imprescindible en nuestro país por la Revolución, que va al rescate de las manifestaciones auténticas del hombre, que aviva las fuerzas que transforman lo caduco, que revolucionan el presente a como dé lugar para tener lo mejor en el futuro.

El deber de los creadores revolucionarios es transformarse hasta el infinito, como es el deber del pueblo consigo mismo. De no analizarse (y resolverse) estas cuestiones que sí deforman la ideología, de continuar más tiempo así, se puede dar lugar a pérdidas no sé hasta qué punto reparables en esa dura tarea que es la formación del hombre nuevo.