Entrevista concedida a Emol



Entrevistó: Sebastián Cerda, para Emol, Chile.
de Abril del 2015

Versión íntegra de la entrevista concedida por Silvio.

¿Qué sensaciones lo inundan, o qué recuerdos vienen a su memoria cada vez que un integrante de su equipo le dice "Silvio, iremos a tocar a Chile"?

Hay una canción de Sindo Garay, un trovador cubano nacido en el siglo XIX, que tiene una frase que resume esas sensaciones: “son tantas, que se atropellan”.

Acá ha sido muy determinante para su público el hito que marcó la presentación de 1990 en el Estadio Nacional. Pasados 25 años, ¿qué significa ese momento para usted? En estos 25 años, ¿ha ido adquiriendo nuevos significados?

Es uno de los conciertos más importantes de mi vida, por varias razones. Fue el primer gran concierto que se hizo en Chile, inmediatamente después del NO que le dio un vuelco a la situación interna. También fue el primer concierto de los dos que he hecho con Chucho Valdés e Irakere. Otra cosa, menos conocida, es que en aquella ocasión estuve toda una tarde en casa de Nicanor Parra, un poeta al que quiero mucho.

Las entradas para sus tres shows en Santiago se agotaron en muy pocos días. Se espera que en total lo vean esta vez más de 30 mil personas. Cada vez que usted viene sucede algo similar. ¿Ha pensado en una explicación para esto que sucede entre usted y Chile? ¿Tiene alguna teoría al respecto?

Sólo puedo certificar mi asombro. Siempre me parece que la cosa va a decaer, que lo natural es que con el tiempo haya un declive. Pero vuelve a ocurrir la sorpresa. Es un misterio, al menos para mí.

Usted tiene una trayectoria amplísima, sus clásicos se cuentan por montones. ¿Cómo lo hace para, a estas alturas, llevar su obra a un repertorio de un par de horas de duración, para presentarse en vivo? ¿Qué criterios de elección de canciones tiene en estos momentos?

Trato de balancear entre lo más reciente y lo más solicitado. Es una fortuna poder disponer de un repertorio amplio, pero la verdad es que eso no me basta. Yo necesito mostrar cosas nuevas; y si las musas no están de buenas, tengo que reinventarme, pelar las canciones como cebollas y mostrar las sorpresas que esconde cada capa.

Su último disco (Segunda cita) filtra elementos de jazz y de fusión latinoamericana. ¿Ese sonido impregna también a sus clásicos en vivo?

He ido llegando --no al jazz sino a lo jazzístico-- poco a poco. Ha sido un proceso de adecuación de lenguajes. Siempre me ha gustado lo acústico, es un sonido que nunca pasará de moda. Mi próximo disco da un paso más en esa dirección. Al trío clásico de piano, contrabajo y batería, he agregado un vibráfono, además de mi guitarra natural. En estos conciertos haremos un poco de eso.

¿Qué importancia sigue teniendo para usted el formato de un cantautor a solas con su guitarra? ¿Es un sonido que le sigue interesando trabajar?

Por supuesto que me interesa. Pero antes andaba con la guitarra todo el tiempo, no me era difícil, “estaba en dedos”, como decimos entre músicos. Ahora la toco sólo para componer, o en los días previos a los conciertos que hago una vez al mes en los barrios habaneros. O sea que tengo que aplicarme y estudiar.

¿Qué viene en su futuro próximo? ¿Está pensando ya en un nuevo disco, por ejemplo? ¿Hay sonidos o contenidos en los que desee explorar en un trabajo venidero?

Tengo casi terminado Amoríos, un disco casi todo de temática de parejas. Son canciones viejas, pero inéditas, algunas retocadas un poco. Este trabajo lo vengo mostrando desde hace un año con el pianista Jorge Aragón, el contrabajista Jorge Reyes, el vibrafonista Emilio Vega y el baterista Oliver Valdés. Hace apenas unos días he empezado a grabar otro disco con Trovarroco, el grupo que me acompaña desde hace más de diez años. También son canciones tocadas pero que no están en discos anteriores. El trío Trovarroco está integrado por Rachid López en la guitarra, Maykel Elizarde en el tres y César Bacaró en el bajo. Con ellos siempre uso el refuerzo de Oliver Valdés en la batería y de Niurka González en la flauta y el clarinete.

¿Y respecto de Chile? ¿Ha pensado, por ejemplo, en la posibilidad de presentarse en el Festival de Viña del Mar? Si bien allí hay diversos tipos de música, es un evento muy abierto, que permite llegar a todo el público a través de la televisión. ¿Le interesaría participar de algo así? ¿Ha recibido propuestas?

He recibido propuestas, pero yo cada vez salgo menos. Hago un trabajo que me gusta mucho, que es recorrer los barrios más precarios, haciendo música en las calles. En septiembre hará 5 años que lo hacemos. El viernes pasado hicimos el concierto número 65.

¿Cómo ha sido su experiencia interactuando con las nuevas generaciones de músicos? ¿Tras el homenaje rockero de Los Bunkers y la participación con Calle 13, saca nuevas conclusiones respecto de la trascendencia de su obra?

Es maravilloso que jóvenes de talento consideren el trabajo de uno. “Sorpresas te da la vida”, diría Rubén Blades.

Hablando otra vez de Los Bunkers y de Calle 13, ¿cómo sintió que se desenvolvieron sus canciones en el terreno del rock, y su registro en el del hip hop, respectivamente?

Empecé a componer justo en los tiempos en que el rock se relanzaba, sobre todo desde Inglaterra: el pop-rock de The Beatles, el rock progresivo, el rock sinfónico, la música underground, etc. Aunque yo partía de la trova, mi música tiene muchos elementos de todo aquello. Por eso no me extrañó escuchar mis canciones así. La sorpresa fue la seriedad, la calidad de Los Bunkers, algo que siempre se agradece. Fue un detalle ponerle Música Libre a ese trabajo.

La primera canción que escuché de Calle 13 fue “Querido FBI”, el homenaje a Filiberto Ojeda, el revolucionario puertorriqueño al que le dispararon y dejaron desangrar hasta la muerte. Fue un impacto ver cómo esa canción trascendía y se convertía en una denuncia internacional. No pudieron pararla. Después, verles alcanzar un éxito tras otro, la sorpresa de que conocían mi trabajo, lo afectuosos que son, lo fluidamente que salió todo. Fue muy grato trabajar con ellos.

Entre músicos más ligados a la industria está muy en boga la discusión en torno a los beneficios de Spotify y los servicios en línea. ¿Participa usted también de ese debate, le interesa el tema? ¿Qué opina de los modos actuales de difusión de música, considerando que en Chile su obra se conoció en buena medida gracias al "pirateo", que permitió burlar la censura del régimen de Pinochet?

No sé de qué me hablas, pero sí me parece lamentable que ya no se pueda hacer un trabajo para el público que vaya a cada concierto, que cada noche sea un descubrimiento. Aquello hacía que uno sintiera que todas las noches eran de estreno. Los teléfonos celulares y YouTube acabaron con eso, lo que me parece una pérdida sensible.

Hablando de su país, en los últimos años Raúl Castro ha iniciado un proceso de mayor apertura, que anotó un hito recientemente, con la reanudación de relaciones con Estados Unidos. ¿Qué futuro le ve a Cuba y a su régimen político para los próximos años?

Es esperanzador que después de tanto enfrentamiento se pueda dialogar civilizadamente. Claro que no puedo prever hasta dónde llegará este proceso de cambios. Sólo sé que no me gustaría que cambiara nuestra dignidad, la soberanía de nuestro país. Tampoco me gustaría que cambiaran los logros en educación, en salud pública, en cultura, el humanismo que el pueblo de Cuba ha alcanzado en el último medio siglo.

 

Versión publicada por Emol el 12 de abril de 2015: Silvio Rodríguez y su inextinguible lazo con el público chileno: "Es un misterio, al menos para mí".