Gente para competir y ganar



Entrevistó: J. A. Pola, revista Bohemia, Cuba.
de Marzo del 1984

La entrevista se efectuaba en el Sierra Maestra, confortable instalación hotelera situada en el corazón de Bayamo, ciudad monumento. Eran los días del Festival Nacional del Son, que tenía por sede a la provincia Granma. Allí estaba Silvio. A él nos acercamos, le hablamos del serial que, sobre diversos aspectos de la creación en la música popular, realiza Bohemia.

Desearía conocer tu opinión acerca del actual desarrollo de la música popular cubana.

Creo que la música popular cubana si no está en un momento óptimo de su desarrollo se encuentra en auge, sin lugar a dudas. Porque a través de muchos esfuerzos se observan logros, como sucede con la música bailable, es una tendencia que no está en reposo y la veo con largos brazos como si el concepto estuviera en movimiento. Para ejemplificarlo, ahí está Formell. También en el terreno de la canción están pasando cosas, el hecho de que últimamente existan concursos y eventos donde los conceptos jóvenes desde el punto de vista de la composición, o sea jóvenes por ser actuales y menos ortodoxos, se hayan impuesto por su variedad habla bien no sólo del desarrollo de nuestros compositores sino también del desarrollo de la receptividad. En general se están haciendo buenas canciones y hay una receptividad hacia ellas, no son objetos extraños; veo en general mucho sentido de la continuidad aunque parece que no se han dado las condiciones todavía para que vuelva a existir un elemento de ruptura, como se dio a mediados de la década del sesenta cuando surgió el Movimiento de la Nueva Trova. Esto me preocupa pero no me quita el sueño, porque creo que la discontinuidad es algo importante desde el punto de vista de la identidad, aunque también la ruptura lo es porque en definitiva a través de ella es donde se marcan hitos.

¿Y no ves limitaciones en cuanto al desarrollo, en sentido general, se conocen acaso los muchos valores que existen en provincia, existe acaso una buena y equitativa promoción?

Sin lugar a dudas, todo esto pasa. Pero se hacen esfuerzos. Yo no entiendo muy bien el mecanismo que permite que esto suceda, pero hay gente interesada porque esto no ocurra; incluso dentro del mismo ICRT conozco gente muy interesada en que los nuevos compositores se divulguen, hasta se ha hecho un centro para que cuando conozcamos a valores que nadie conoce vayan allí y graben sus canciones. Se ha insistido en esto y sin embargo existen problemas. Yo no entiendo por qué.

A veces divulgamos canciones que por sus textos son vulgares, que no cumplen una función cultural, creando un marco de referencia en el pueblo nada correcto. Y en este caso no me refiero a esas obras que verdaderamente expresan el contenido de lo popular porque surgen del pueblo y lo representan. ¿No será que… en esos casos negativos prima un criterio personal y faltan mecanismos que supervisen lo mal hecho?

El problema es que este fenómeno no es nada nuevo. Se conoce que la política musical quien la pone en práctica no son los dirigentes, ni los pensadores, ni tan siquiera los músicos, sino los que manipulan el disco y la cinta en la radio. Y esto es una cosa que siempre he dicho desde que surgió el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC y empezamos a chocar con esa realidad. Una de las cosas de que ha adolecido el ICRT, y que se agrava siempre más por el tiempo acumulado, es la poca dedicación a la creación de una política de cuadros desde el punto de vista ideológico-cultural. Esto es viejo y lo he dicho en numerosas entrevistas. Si hubiera una escuela o un sistema que obligara al rigor en los estudios, de una escolaridad elevada para ése que está pasando el disco, para el que dirige el programa musical… sería más fácil que cuando llegaran a esas instancias ejecutivas la orientación de la política musical, se aplicara correctamente. En la forma actual es imposible porque puede haber quien tenga un nivel secundario, otro universitario; hay uno que le gusta “Juan Pirindingo”, hay otro que le agrada Leo Brouwer… entonces al que le gusta Leo Brouwer pone a Leo Brouwer y es el amo y señor de sus predios y el otro magnifica a Juan Pirindingo. Eso es terrible.

Con la llegada de Oscar D’León a nuestros predios se alcanzó un elevado nivel de referencia en torno a la llamada “música salsa”. Hay quienes opinan que ha sido un descuido porque esa música es nuestra y hábilmente la manipulan otros; también se dice que no, porque la música cubana a pesar de la “salsa” ha continuado desarrollándose. ¿Cómo valoras esta problemática?

Sin lugar a dudas, la “salsa” se basa en la música cubana de la década del cincuenta y en otros ritmos. Pero en Cuba ha existido una evolución conceptual que está dada por el desarrollo que han tenido los músicos dentro de la Revolución, como son las escuelas de música. El desarrollo de la composición, los arreglos… algunos músicos han ido sorteando ciertas sencilleces, en otros casos son facilismos, en el caso de las sencilleces se explica porque en esos instantes ha sido lo máximo alcanzado en esa música. Pero al margen de que se han aprovechado de nosotros los salseros, también existe el bloqueo; nuestra música tuvo años en que no se oía en el exterior, nos fuimos desarrollando a partir de lo que se escuchaba aquí y después cuando tuvimos más información se notaban esas lagunas; pero también se observa un proceso más acelerado en la medida que teníamos mayor información. Era más difícil desarrollarse antes que ahora que estamos más vinculados con el universo. Todos conocen que la “salsa” es una firma que se ha enriquecido lanzando al mundo este producto caribeño, primero a las grandes masas de origen caribeño que habitan en los Estados Unidos y luego lo ha exportado como una de las músicas de moda y la han impuesto. No tengo nada contra los músicos “salseros”, respeto a los que por su calidad se deben respetar porque muchos de ellos son músicos que han pasado mucho trabajo y hoy tienen un reconocimiento. Lo que no respeto es la manipulación mercantil que se hace con esa música. La mayoría de los verdaderos “salseros” no creen en la “salsa” porque conocen que es un producto enlatado, una etiqueta que se le ha situado a los distintos géneros de la música latinoamericana y caribeña. Pero con tal de trabajar se han metido en ese rollo, en definitiva han tocado la música que siempre interpretaron en sus pueblos y la que sienten.

¿Crees que existe la posibilidad de una regresión de la música popular cubana dado el éxito de la “salsa” en figuras como Oscar D’León, que ha impresionado favorablemente al público cubano y a muchos de nuestros creadores?

No lo sé. A mí el pasado me interesa como referencia. A mí me interesa más el futuro, correr el riego de no ser comprendido, a afianzarme en valores establecidos para conquistar un éxito fácil. Esas son mis características, aunque respeto lo que hagan otros. Yo pienso así, no sólo en la composición sino también a la hora de vivir. Prefiero correr el riesgo de parecer un “bicho raro” por buscar cosas nuevas, auténticas, que apoyarme en las verdades descubiertas en el pasado, para tener éxito. Aunque, lógicamente, el pasado es raíz y en esas raíces se basa nuestra creación. Pero me interesa más esa zona del árbol que se proyecta hacia el cielo.

Un fenómeno como Oscar D’León --y esto hay que meditarlo bien-- yo creo que ni el mismo pueblo cubano hubiera permitido que se creara aquí. Es decir, una actitud escénica tan desmesurada, tan megalomaníaca, tan desbordante y tan invasora; incluso a veces poco respetuosa. Eso no hubiera sido posible aquí. Sin embargo es una figura extranjera y llama la atención, entre otras cosas porque canta bien, improvisa, respeta la música cubana y utiliza valores --que están dentro de la cultura y la esencia de nuestros pueblos-- con los que la gente se identifica; valores éticos y filosóficos como son la sensualidad, erotismo y ciertos elementos religiosos. Oscar D’León es resultado de una sociedad que lo ha conformado así, de una cultura que expresa estas características… Estos son aspectos, como la improvisación, la sensualidad y lo religioso –y quiero subrayar esto último— que le permiten cierta identificación con el público. Esa cosa irreverente, desalmidonada, que a veces se le va y se convierte en grosero, ese hacer lo que le da la gana ante las cámaras, son factores de atracción…

¿Esto lo podría hacer algún creador o intérprete cubano?

Ojalá a nadie ahora se le ocurra empezar a hacer esas cosas que realiza Oscar D’León, porque sería catastrófico. Ojalá a nadie se le ocurra ponerse cadenas, a pedir “cable”… porque sería ridículo, ya que esto fue superado por nosotros. Hay actitudes de él que no merecen la imitación.

Yo te diría que nunca un artista ni antes de la Revolución ni después de la Revolución, ha tenido tanta difusión como Oscar D’León. Él es desayuno, almuerzo, comida y la guardia de la madrugada. Desde que se bajó del avión hasta lo retrataron cuando besaba el suelo cubano, cuando bailaba con las aeromozas… Dondequiera que iba le tomaban fotos. No sé como no lo retrataron cuando iba al baño. Fue un despliegue propagandístico extraordinario y eso es un factor que influye mucho. Imagínate: si cada vez que él mueve un dedo hay detrás una cámara, no faltará quien diga: “¡Mira qué bonito mueve el dedo!”. Eso lógicamente magnifica a ese artista.

¿Sucede algo similar con los intérpretes cubanos?

No creo que esto se haga con nuestros valores. No lo he visto. Tal parece como si el que viene de fuera pudiera ser un dios, pero aquí en nuestra sociedad nadie puede ser dios. Hay un poco de paternalismo en toda esta concepción. Los dioses sólo existen en la imaginación de los hombres.

¿Cómo valoras la imagen de nuestra cultura en el extranjero?

En general en todos los lugares que he visitado he visto una gran receptividad por nuestra cultura. Una gran expectación por ver cómo se desarrolla, también un gran éxito de público y elogios de la crítica. Hago esta salvedad porque en ocasiones la crítica va por una parte y el público por otra. He visto teatros repletos de un público delirante y después leer cómo la crítica dice horrores. Eso pasa incluso en nuestro país.

¿Hay una buena promoción de nuestros valores en el extranjero? ¿Acaso insistimos demasiado en determinadas figuras y olvidamos otras?

Pienso que dentro del mismo mundo del son o de la “salsa”, como se le quiera llamar, nuestros valores, que son poderosos, pudieran tener un trabajo de respuesta a todo lo que se ha querido armar con la “salsa” por parte de los capitalistas y de la gente que se enriquece con esta música. En Cuba tenemos gente para competir y para ganar, y eso lo he visto en festivales donde la calidad de nuestras orquestas se impone en los bailadores y en el gusto de esos pueblos, por encima de otras agrupaciones extranjeras muy populares.

Mira, he conocido de encuentros entre orquestas cubanas y extranjeras, y he visto cómo la calidad de nuestra música se impone. Lamentablemente, esto no se destaca. Por otra parte, como tú decías, no existe una buena promoción de nuestra música. No he visto todavía los video-tape del éxito en el extranjero de Son 14, Los Van Van, Irakere –aunque han sido los más favorecidos--; la misma Original de Manzanillo, que es una orquesta maravillosa…

El Movimiento de la Nueva Trova cumplió más de diez años ¿cómo valoras su perspectiva?

El Movimiento se inició en 1967. Entonces hace 17 años que comenzamos un grupo de jóvenes en Casa de las Américas, que no sabíamos que esto iba a ser un movimiento.

Indudablemente que los frutos se ven, es muy alentador ver que jóvenes de la Nueva Trova se imponen en concursos como el Guzmán, y que otros no tan jóvenes expresan conceptos en la canción más actuales. Pero, repito, parece que no se han dado las condiciones todavía para que al mismo tiempo de la continuidad que se advierte se produzca un fenómeno de ruptura. Yo espero ver esto dentro de la canción cubana.

¿Y en la Nueva Trova?

El problema es que esa ruptura va a significar ruptura con el Movimiento. Espero ver esto. Estoy ansioso de que suceda para empezar a pertenecer a la Trova Tradicional.