Hoy es la víspera de siempre



Entrevistó: Raquel González
de del 2017



Hace un año, el 26 de octubre de 2016, con motivo de mi cercano cumpleaños 70, tuvo lugar esta entrevista en Ojalá, para un trabajo audiovisual de Raquel González, que tituló Hoy es la víspera de siempre. Mis amigos Lidya y Camilo, partiendo de la transcripción literal, la han perfilado con total respeto a la integridad de las ideas expresadas. Como muchos no han podido verla por Youtube, aquí se las dejo (no sin volverles a advertir que hablar no es una de mis virtudes).

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La entrevista en Youtube fue publicada el 30 de septiembre de 2017.

—Es muy difícil vivir sin enajenarse, yo creo que es un peligro que corremos los seres conscientes que vivimos en sociedades “habituales”, que crean hábitos –hábitos de conducta, hábitos de consumo, hábitos de todo tipo–, y es un peligro constante y es una traba enorme para la más profunda, para la más plena libertad humana.

—La vida dentro de cada cual es una secuencia, o sea, no es una película, no es un corte, no es una serie que tú cortas aquí y apareces en otro lado. No, no... Desde que abres los ojos al mundo es una secuencia constante lo que tú tienes en la cabeza, de ti mismo, de lo que recuerdas, de lo que te rodea, de tu historia, de la historia de los demás. Es una secuencia. Y eso cuando se une con los orígenes casuísticos de cada niño, de cada familia, de cada sector social, etcétera, etcétera, se convierte cada vez en una cosa más compleja, más diversa. Pero en general la educación tiene que ser más abierta, tiene que contar más con la capacidad que trae el niño para ser pleno. Mi hija más chiquita, hace unos años nos decía con angustia, le decía a su mamá: “Mamá, ¡yo estoy olvidando cosas!”, y lo decía con carita de angustia: “Yo me acuerdo que cuando era más niña yo sabía más cosas, pero ahora me doy cuenta de que las estoy olvidando”.

—Yo creo que va a haber en los próximos años una revolución en la educación, de hecho ya está ocurriendo en algunos países. Desde hace años hay mucha intranquilidad en sectores de la educación, en pensadores, porque es insuficiente. Las escuelas tienen que ser mejores de lo que son, tienen que serlo porque no todos los niños tienen la misma predisposición a ciertas cosas. Y ya desde que metes a todos, teniendo cada cual su propia característica, en lo mismo, en ese aro, ya ahí estás cometiendo un “genocidio”.

 —La canción en realidad es un fenómeno muy circunstancial. Lo ideológico puede influir, o sea, tener una idea, tener un concepto de la canción. Pero la canción siempre atrapa al que la hace en un momento, en un estado de ánimo, en un día, en una circunstancia y por eso también siempre es diferente.

 —Todas las canciones de “Amoríos” eran canciones a las que yo les debía publicarlas, publicación, exponerlas. Eran canciones que se me habían ido quedando, no son las únicas, hay otras, pero esas, sobre todo. Siempre quise hacer un disco de canciones de amor, siempre quise hacerlo nada más que de canciones de amor. Siempre que uno hace una cosa de esas enseguida hay un suspicaz que dice: “Bueno, ven acá, y ¿por qué Silvio ahora ya no está haciendo canciones políticas?”; porque te ponen cartelitos ¿no?, la gente te pone cartelitos, ellos solos, uno no dice nada, ellos te ponen un cartelito de tal cosa y luego siguen actuando de acuerdo al cartelito que te pusieron, uno calla'o como el tipo del cuento. ¿Por qué uno no va a hacer un disco de canciones de amor si es uno de los sentimientos más comunes?

 —¿Para qué voy a seguir haciendo canciones si en definitiva lo que tengo ganas de decir es lo mismo que dije hace 30, 40 años? Afortunadamente una de las cosas que uno va adquiriendo son las nuevas maneras, y entonces un día sin darse cuenta encuentra una nueva forma de decir algo que ya dijo, pero lo dice de otra manera o lo enfoca de otra forma.

 —Yo estuve musicalizando a Rubén porque hubo una época en que todos los trovadores de mi generación musicalizaban a Martí, empezando por Pablo, que hizo una maravilla primero con Martí y después con Guillén; y después vino Amaury, que hizo un disco precioso de versos de Martí; y después apareció Sara, que también hizo otro disco. Y era la Casa de las Américas la que impulsaba esa idea de musicalizar a Martí. Un día me llama Roberto Fernández Retamar y me dice: “Silvio, bueno, ¿y cuándo tú vas a hacer el disco tuyo de Martí? Y le dije: “Coño, Roberto, pero vaya… después de los discos que han hecho esta gente tú me vas a poner a mí a hacer un disco de Martí, vaya… voy a hacer el ridículo, yo no hago eso, no, yo para fracasar yo no me meto en un proyecto donde ya yo sé que me van a ripiar desde que empecé.” Y entonces fue que me dijo: “¿Y por qué no haces algo de Rubén?” Él fue el que me recomendó eso. Yo lo hice así, preferí hacerlo así.

Tiempo después, en el 2010, en lugar de sacar las mías convocamos para el Premio de Creación Ojalá un concurso dedicado a musicalizar la obra de Rubén. Todas esas que yo había musicado fueron musicadas mucho mejor. Realmente nosotros convocamos un solo premio, pero vimos tanta calidad, tanta calidad, que hicimos…, terminamos haciendo una colección de seis CD. Hicimos un primer premio compartido, dimos dos menciones e hicimos dos discos más. No, son siete, porque uno es doble. Y este disco que se llama “Toma mi lira” es uno que hicimos con una compilación de todo lo mejor de lo que no fue premiado. Ninguno de los concursantes prácticamente conocía la poesía de Rubén Martínez Villena, que fue un hombre que escribió poesía nada más hasta los 21 o 22 años porque después se dedicó a las luchas políticas. Dijo una cosa de lo más curiosa: “Yo regalo, yo tiro mis versos, me importan tanto como a la mayoría de los escritores les importa la justicia social.” Así que ya, ya está hecho, ya cumplí.

—Todavía me arrastran por el piso por esa canción [Canción en harapos]. Antes, porque era típico de la mentalidad pequeño burguesa ser tan radical…, sobre todo a gente desde detrás de sus burós les encanta decir eso: “Esto es típico de la mentalidad pequeño burguesa, ser tan radical”. Y después que ya consigues algo en la vida dicen: “Bueno, ¿cómo, con qué moral este tipo canta esta canción?” En fin, es una canción complicada en todas las épocas. Pero nada…, la hice y ahí está, y no renuncio a ella, ahí está, para bien y para mal ahí está.

Aquella canción que no me acuerdo como se llama –se me olvidan los nombres de mis canciones–, aquella que dice: “Yo soñé con aviones que…”, Sueño de una noche de verano. Sí, es una canción contra la guerra, es una canción a favor de la paz. Y ¿qué fue lo que hicieron?: la graficaron con gente tirando tiros y, claro, la justificación es que era el pueblo defendiendo a su patria y todo eso. “Caballeros, pero si el contenido de la canción es otro.” Así han manipulado montones de cosas, y nada: qué tú le vas a hacer, no contaron conmigo, yo hice la canción. Pero así hay mucha gente que me rectifica, constantemente hay gente que me rectifica, a veces yo digo una cosa y tú ves a alguien así como que me perdona la vida, me dice: “No, porque lo que él quiso decir fue tal cosa.” Y yo me río. No, yo no quise decir lo que él dice que yo quise decir, yo quise decir lo que él no quiere que yo diga.

—Ni antes tuve miedo, cuando era…, cuando tú me conociste… No tenía miedo, o sea, yo no he tenido miedo nunca de decir lo que pienso porque además me parece… En primer lugar, porque creía en Fidel, si yo no hubiera creído en Fidel o si yo hubiera creído en Fidel nada más para lo que me convenía, yo sí hubiera tenido miedo, pero yo creía en Fidel, yo creía en el corazón de Fidel y creía en el corazón del Che, y creía en el corazón de todos los grandes que se inmolaron en este país, y todos se inmolaron por la verdad, por la justicia, por el respeto al ser humano, y el que crea en eso no puede tener miedo.

—Lo de las giras por las prisiones surge cuando yo fui diputado a la Asamblea Nacional durante tres períodos, o sea, quince años. Y cuando me iba a despedir, porque me parecía que tres períodos era bastante, yo propuse en la Asamblea que se auspiciara una gira por las prisiones. Siempre he sido del criterio de que eso hay que sistematizarlo, de que eso no puede ser una cosa que ocurra un día. Y de hecho en las prisiones hay un plan constante, no solo a través de Cultura, sino a través del INDER, a través de vínculos con los familiares de algunos presos, que se vinculan mucho con las prisiones y que hacen actividades, a través también de actividades que se hacen dentro de las prisiones, gente que está allí, o sea, reclusos, que tienen habilidades, que tienen vocaciones de pintura, de poesía, de recitar, de baile, de música, hacen canciones. De hecho, todos los conciertos que nosotros hemos hecho en prisiones siempre comienzan con una parte de los reclusos, generalmente. Y a veces al final se nos unían y cantábamos juntos. Eso fue así… No era la primera gira que hacíamos por prisiones, habíamos hecho otras, lo que pasa es que como en ese momento la planteé en el seno de la Asamblea y tuvo cierta resonancia porque había cámaras, se decidió divulgar esa idea. Fue una idea que fue seguida. Estuvimos en 16 prisiones ese año, en unos tres o cuatro meses hicimos ese viaje desde Guantánamo hasta Pinar del Río, y el territorio especial la Isla de la Juventud también. En 16 prisiones estuvimos y tocamos para cerca de 60 mil reclusos. Se trataba de llevarles un momento de frescura, un momento de variedad, de entretenimiento, algo que fuera constructivo. Sobre todo para que ellos sientan que no están solos. Todo eso nos hace bien, les hace bien, nos hace bien como personas, a ellos, a nosotros, y le hace bien al país también. Ya ellos están cumpliendo con la sociedad, ya la sociedad les impuso un castigo y lo están cumpliendo, pero eso no quiere decir que queden excluidos. Muchos con los años van sintiéndose, si no tienen asistencia, que han sido excluidos y ese sentimiento es muy amargo. Hay presos a los que, incluso las familias, por vergüenza o por lo que sea, excluyen. Entonces imagínate una persona que está condenada, que ya está pagando ante la sociedad, y que ni tu familia te va a ver, ¿qué es lo que está pasando por esa cabeza?

—El problema es que todos esos años del principio de la Revolución fueron años donde era imposible ocultar las contradicciones. De hecho, existía prensa que no era revolucionaria, que había elementos revolucionarios en esa prensa porque todo el mundo amaba…, había una…, toda la conciencia nacional prácticamente estaba a favor de la Revolución, pero bueno… los había más y los había menos. Y la prensa… –no había un partido hecho que después se metió en todo–, la prensa no estaba unificada, no había organizaciones así de periodistas, ni había organizaciones de escritores. Todo el mundo estaba cada cual según pensara. Entonces fueron años muy interesantes, donde la gente se despachaba y decía lo que le daba la gana, y muchos, incluso dentro de la Revolución. Eran años en que uno veía a revolucionarios ejemplares discutiendo públicamente en la prensa sus puntos de vista. Uno pensaba una cosa y otro pensaba otra cosa, parecida o diferente, o matizada. Yo me formé en esos años. De hecho, los organismos culturales no eran homogéneos, la dirección, la concepción, la práctica no era una cosa homogénea, como se fue homogeneizando después. Estaba el ICAIC, estaba la Casa de las Américas y luego estaba el Consejo Nacional de Cultura –el Ministerio de Cultura no se había creado todavía–, el ICRT, y cualquier otra instancia. Coexistían dos maneras muy diferentes de enfocar los problemas, una era más oficialista, más cuadrada, más sin buscarse problemas, más yendo como con el librito, lo que decía el librito; y otra era más audaz, más abierta, más inclusiva, más dada a mostrar las contradicciones de la sociedad. No es raro que las sociedades sean contradictorias. No hay que avergonzarse de eso. De lo que hay es que avergonzarse de que todo sea plano porque nadie se lo cree, de eso sí hay que avergonzarse. Por eso la verdad…, no la verdad, la sinceridad. No digo la verdad porque todo el mundo cree tener su verdad, hasta yo me creo tener mi verdad, pero yo me doy cuenta de que yo no tengo toda la verdad, lo que pasa es que lo reconozco. Yo a veces descubro parte de mi verdad en otros, incluso la descubro en gente…, parte de mi verdad yo la descubro en gente que no piensan como yo.

—Es una pena que todavía no seamos capaces a estas alturas de ser más sinceros. Debiéramos ser más sinceros. Si fuéramos más sinceros estaríamos siendo más como pensamos al principio que íbamos a ser. Mientras menos sinceros seamos más nos alejamos del ideal que tuvimos de esta Revolución. Yo lo pienso así. Es parte del debate nacional ahora, de un debate que, lamentablemente, está más recogido en la Internet, que la tienen pocos, que en nuestra prensa. Hay mucho pueblo que le hubiera gustado participar en ese debate, que no ha llegado a ese debate porque no se lo ponen. Es una pena que no… Es la famosa falta de confianza. Decir tantas veces “el pueblo”, “nuestro pueblo”, “nuestro pueblo”, “nuestro pueblo”, pero al “nuestro pueblo” ese hay que respetarlo un poquito más… Es agrio, pero es nuestro vino. Nuestro pueblo es como nosotros, con virtudes y con defectos.

—Realmente debiéramos tener la capacidad de ser autocríticos inmediatamente que nos damos cuenta de que algo que hacemos no está bien. Es lo más inteligente, es lo más homo sapiens, es lo más científico, es lo más marxista –si le quieres poner un nombrecito de los que le gusta usar a la gente–, pero no, nos atrincheramos porque tenemos consideraciones tácticas-estratégicas, blablablá y nos complicamos la vida. Hasta las buenas causas, si uno no las revisa constantemente, crean vicios, nos vamos viciando y nos vamos enajenando con esos vicios. Y todo tipo de enajenación es repudiable, es lo que yo creo.

—En esta situación nueva que tiene Cuba, donde no tenemos ya “enemigos”, donde “el enemigo” es otra cosa, es un vecino que fue nuestro enemigo y con el que ahora estamos dialogando, aunque tengan las mismas intenciones ellos y además lo confiesan, lo dicen a las claras, no se ocultan para decirlo. Entonces algunos aquí se rajan las vestiduras porque ellos son sinceros –peor era en la época de Kennedy y Eisenhower, en que todas esas cosas las fraguaban por debajo de la mesa y no las decían, y lo que hacían era mandar gente a matar o a meter bombas, o a que se alzaran, o a tirar armas aquí para que las usaran. Entonces es un momento que desconcierta mucho a muchos, y hay miedo y es lógico: es una situación nueva. Llevamos más de medio siglo de confrontación constante y directa. Todos nos hemos formado…, yo me acuerdo… normalmente yo no hubiera cogido un arma en la mano en mi vida, y la primera vez que cogí un arma en la mano en mi vida fue para entrenarme para caerle a tiros a los americanos cuando desembarcaran aquí. Y resulta que los americanos han desembarcado y lo que hacen es comer en nuestras casas y viajar en nuestros carros.

Entonces aquí la gente está como loca, es decir, algunos ideólogos se han vuelto como locos, están nerviosos. Y eso es lo que está pasando, se está recurriendo a ideas obsoletas de confrontación. Y la confrontación es otra. Hay que tener confianza en lo que hemos creado, en lo que es este pueblo. Y si no tenemos confianza en lo que es este pueblo hoy día y en lo que se ha creado, entonces oye… ¡apaga y vamos!, porque para qué ha servido todo esto. Y si no tenemos confianza en que muchachos que nacen en Cuba y que se educan y se forman en Cuba, por ir tres semanas a una beca a Estados Unidos les van a cambiar la cabeza, hay que estar loco para pensar así, hay que tener muy poca confianza en lo que somos, en la fortaleza de nuestra sociedad, y armar todo ese lío que se ha armado por eso. ¿Qué es lo que le enseñamos nosotros a los latinoamericanos cuando vienen aquí? ¿Que el imperialismo es bueno? ¿Qué enseñan nuestras escuelas internacionales? Nuestra verdad. ¿Qué enseñan las escuelas internacionales, no solo en Estados Unidos, sino en cualquier país del mundo? Su verdad, lo que los sostiene, lo que los hace nación, lo que los hace pueblo, con todos los matices que tú le quieras agregar a eso, sean imperiales o sean lo que sean. Es normal.

—Caballeros, vamos a vivir y vamos a respirar. Llevamos sesenta años con una bala en el directo. ¿Qué pasa? Hay gente que piensa que ese concentrado de jarabe ideológico es lo que les hace falta a los jóvenes. Y a los jóvenes les repugna eso. Ese concentrado de jarabe ideológico no lo necesitamos tampoco los viejos porque es lo que hemos mamado desde que empezó esta Revolución, con razones muy verdaderas y muy ciertas, y muy reales. Pero yo no necesito que me metan esas “muelas” todos los días, ¿qué cosa es eso? Ya sabemos que ellos son así y ya sabemos que no renuncian a lo que siempre han querido. Ahora, ¡vamos a ver a cómo tocamos! Ya estamos en el diálogo de pueblo a pueblo, ¡vamos a ver a cómo tocamos! Yo pienso que este pueblo, así, sencillo, contradictorio, variado, diverso como es, le va a dar una gran lección a ese pueblo, es lo que yo estoy seguro y es lo que no ven estos compañeros que los veo alterados todo el tiempo.

Sin lugar a dudas el bloqueo tiene mucho que ver con eso, con nuestras carencias, pero más que el bloqueo tienen que ver nuestras insuficiencias, y más que el bloqueo tiene que ver la falta de continuidad de una idea, de ponerle el pie al acelerador y no levantárselo. Porque tú crees que todos estos héroes de la Revolución, todos los compañeros de ochenta y pico de años, tú los ves ahí en el Granma cada 2 o 3 meses: “Fulano está viendo…, revisando los planes de tal provincia y tal más cuál cosa”, oye, todos tienen nietos, tienen ochenta y pico de años, se han pasado la vida trabajando, primero jugándose el pellejo, después trabajando como unos locos... ¿Tú no crees que esa gente tiene ganas de descansar ya hace rato?

—Es complejo lo que está pasando, no solo en Cuba, en el mundo. Hay una corriente de ingobernabilidad muy profunda en el mundo entero. Está ocurriendo… mira lo que está pasando en las elecciones de los Estados Unidos, mira lo que ha pasado en España, mira la derecha la fuerza que está cogiendo en Europa, la fuerza que quiere coger en América Latina. Es un fenómeno universal, no un fenómeno nuestro sólo. Y es que ya no estamos aislados, ya somos parte del mundo y es normal que seamos parte del mundo. Somos una isla, pero es imposible…, ya no estamos aislados, ya la información viaja a una velocidad enorme, y por más trapitos y deditos y cosas que tú pongas, mentira, eso ya entra por todas las partes habidas y por haber. Y ya la información la tenemos a segundos de que todo ocurra. Y de eso es de lo que no nos hemos dado cuenta, de que hace rato el mundo cambió. Se decía antes que los que tenían la información eran los que tenían el poder: bueno, ya el poder es de todo el mundo. Si la información es quien da el poder, ya el poder está más repartido de lo que se imaginan los que tienen el poder.

—Mucha gente de lo que no se da cuenta es de que el mundo cambió. El mundo cambió. El mundo cambió por muchas razones: el mundo cambió por razones políticas y cambió por razones tecnológicas también: es otro mundo. Cuando cayó el campo socialista, en realidad hacía años que eso se estaba cayendo. Eso no cayó en el '90 ni en el '89. Eso empezó a caer desde que el socialismo tenía muchas cosas que ocultar. Yo siempre me acuerdo de una canción que me parece tan aleccionadora de John Lennon, es una canción que dice, y que lo único que dice es eso todo el tiempo: Everybody has something to hide, except me and my monkey. Todo el mundo tiene algo que esconder excepto yo y mi mono. Y eso quiere decir muchas cosas. Mientras más cosas tú tienes que esconder, mientras más cosas tú tienes que justificar, más jodido estás.

—Pienso que ya lo que ha sembrado la Revolución, el proceso revolucionario, es muy difícil de quitar. Tendrían que pasar generaciones de un bombardeo de una cosa y eso es imposible. Yo lo único que veo peligroso es que, en las esferas gubernamentales, entre los que dirigen el país, se cuele alguien, un plattista. Pero la cultura… ¿qué rock & roll va a hacer que nosotros no hagamos sones y no hagamos rumbas?; dime ¿de quién va a ser el rock & roll ese?, ¡no sea bobo! Nosotros vamos a hacer rumbas y vamos a hacer sones y vamos a seguir haciendo… y bailando con chancletas, y tocando la clave cubana. Eso vamos a seguirlo haciendo nosotros. La cultura no tiene el menor peligro. Si en tiempos en que no teníamos tantos próceres de la ideología, antes del triunfo de la Revolución, la cultura cubana fue una cultura de resistencia, ¿cómo ahora no lo va a ser? ¡Muchísimo más! No es la cultura la que corre peligro, es la política.

—El artista es una víctima del hombre. El artista es la vocación, que siempre surge después. Es el hombre el que está detrás del artista, es el ser humano.

—Puede que no la intensidad de la mirada, no sé, de esa mirada infantil, porque hay cosas que aunque a uno le parezca que no se olvidan uno sabe que las olvida cuando vuelve a encontrarse con ellas… y de pronto a veces te encuentras con cosas que creías que tenías y que de pronto te das cuenta de que te has reencontrado con ellas, felizmente.