Por haberme hecho cantor, me ha sucedido casi todo



Entrevistó: Orlando Castellanos, una grabación para el programa Formalmente informal de Radio Habana Cuba. 
de Enero del 1981

Tú tienes un hobby, que yo no sé si es un hobby; pero por lo que he visto en tu casa, una serie de cuchillos de distintos tipos, me da esa impresión.

Armas blancas. Sí.

¿Coleccionas armas blancas?

Sí, hace años que colecciono armas blancas.

¿Y eso por qué?

Chico, no sé, es un vicio igual que otro cualquiera (risas). Lo que un poco más sano, como por ejemplo, que el de fumar. Pienso que debe ser porque mi abuelo siempre andaba con cuchillos, como decía Guillén, “el hombre para ser hombre tiene que llevar cuchillo”. Y como mi abuelo era un viejo del campo, pelaba las limas, los limones y esas cosas, siempre con su cuchillo. Quizás se me quedó eso. Es una hipótesis absolutamente loca, que te lanzo ahora de pronto (risas). La realidad es que sí, que tengo cuchillos árabes, algunas armas de guerra; o sea, armas blancas y navajas, sables. Tengo hasta un plan de los que usaba la guardia rural.

¿Un machetín de esos...?

Sí, un plan de esos que no tenían filo, que lo usaban para, para…

Para dar con el plan.

Y que no por casualidad era marca Collins (risas). Y tengo también un… ¿cómo se llama..? Hace poco me regalaron un cuchillo lapón.

¿Lapón?

Lapón, sí, de los indios del norte de Noruega y de Suecia, que viven en el ártico; un cuchillo lindo, con una funda muy linda, me lo regalaron en Noruega.

¿Y qué tiempo hace que estás coleccionando armas blancas?

Hace bastantes años. Lo que pasa es que, a veces, en el ajetreo de los viajes se me olvida ir por los lugares donde se pueden encontrar curiosidades; pero otras veces alguien descubre que a mí me interesan las armas blancas y me las regalan. Esto me recuerda que en cierta ocasión estuve en casa de Horacio Guaraní; cuando él vivía en Madrid tenía colgado en la pared un cuchillo bellísimo; más bien era una daga, con su funda que parecía de plata, su empuñadura muy bien labrada; una daga preciosa, pequeña y de un filo extraordinario en las dos hojas. Encima de la daga estaba puesto un manuscrito de un amigo argentino de él, explicándole por qué le enviaba esa daga. Y es que realmente el arma tenía una historia absolutamente siniestra: esa daga había matado prácticamente a decenas de personas. Yo no me acuerdo muy bien del cuento, pero yo sí sé que la daga era una cosa terrorífica (risas). Entonces yo tomé la daga y la saqué de su funda, y con el índice y el pulgar cogí los dos filos y la fui a voltear, y eran tan filosas las hojas que la daga, con su propio peso, corrió hasta la empuñadura y me hizo dos buenas zanjas en cada yema de dedo.

¡No me digas!

Sí, era de un filo extraordinario; entonces, si Horacio Guaraní está oyendo esta conversación en algún lugar…

Es posible, es posible que te esté oyendo ahora.

O allá en Argentina, seguramente se va a reír mucho. (risas)

Y tienes, más o menos, ¿cuántas armas blancas?

Debo tener veinte armas blancas. Déjame decirte que tengo otro hobby que últimamente, producto del trabajo, no he ejercitado tanto, y es el de la astronomía.

Sí, ese sí lo sabía; sé que tienes incluso equipos. Una vez hablamos algo de eso, pero fue muy breve.

Sí, claro. Tengo un telescopio de setenta y cinco milímetros que, bueno…, a los vecinos de mi casa les advierto, muy claro, que mis propósitos son solamente de observar a las estrellas (risas), porque me pasó una cosa muy graciosa: cuando me vieron llevar el telescopio, a la noche siguiente cuando salí al balcón a mirar las estrellas, noté que todas las ventanas del vecindario estaban cerradas (risas). En fin, quiero aclarar las cosas para que no piensen lo que no es. También tengo un planisferio y te voy a explicar en qué consiste: un planisferio celeste es un círculo de cartón, que tiene otro círculo el cual se desplaza encima del primero y con él localizas el día del año y la hora; y entonces en el planisferio queda situado, si uno lo apunta al norte, exactamente lo que uno tiene encima: o sea, las estrellas que se ven en ese momento, en ese día. Este es un planisferio que lógicamente solo sirve para el hemisferio norte. Tú sabes que cada hemisferio es diferente y es muy interesante, porque le permite a uno, al aficionado a la astronomía, mirar las estrellas, el desplazamiento de los planetas y ese tipo de eventos, y te permite la localización muy rápida de todas las estrellas, pues por detrás tienen escrito su nombre. Después que uno se va metiendo en la astronomía, se empieza a comprar libros, también a complicarse un poco la vida. Aunque esto, por supuesto que no lo he estudiado profundamente ni mucho menos, porque para ser astrónomo, en primer lugar, hace falta conocer mucha matemática.

Pero te he visto con muchos libros de astronomía.

Sí, porque de vez en cuando, para refrescar, me pongo a leer sobre esos temas. Eso yo creo que se entronca mucho con otra afición que tengo desde niño.

(Risas) Esa si la sé: la de la ciencia ficción.

Soy un lector impenitente de literatura fantástica científica o ciencia ficción, como actualmente se le llama; creo que tengo una colección de ciencia ficción…

Bastante seria.

Sí, notable, mucho más numerosa que la de los cuchillos. Soy un perseguidor de esas obras. Por cierto que me ha agradado mucho que, al fin, se haya incluido la variedad de ciencia ficción en el concurso David, para escritores noveles, y supongo que en otro momento, en algún concurso de más jerarquía también se incluya; porque primero hubo una lucha para que se incluyera la literatura policíaca y mira el auge que ha cobrado en Cuba.

Y ¡cuántos buenos libros han salido!

Por supuesto, muy buenos. Además, esa convocatoria ha sido muy estimulada. Supongo que a la larga sucederá lo mismo con la ciencia ficción, ya que estamos viviendo un tiempo en que la ciencia ficción es la realidad.

Pero sé que hay uno o dos libros de ciencia ficción cubanos ya de algunos años atrás.

Sí, bueno: está Hurtado, Oscar Hurtado, que también era un estudioso y un especialista en esto, un célebre escritor nuestro que murió hace ya unos años. Está Ángel Arango, que también comparte sus labores de abogado con su afición, con dedicación absolutamente profesional a la ciencia ficción. Y ahora, a raíz del concurso, han aparecido también escritores muy interesantes, como Daína Chaviano, que fue la ganadora del primer concurso David; y un compañero de Las Villas quien en este último certamen ha mandado una novela, que, por cierto, la tengo que recoger en casa de Arango; me la dejó el autor allí para que la leyera y todo el mundo dice que es una novela extraordinaria. Es una novela que, además de tener una gran calidad, es una obra copiosa, dos tomos inmensos. Creo que se llama Espiral y el nombre del autor, ahora lo recuerdo, es Agustín de Rojas.

Entre los autores de ciencia ficción, ¿a cuál prefieres y si recuerdas el libro que más te ha impactado en este género también?

¿En ciencia ficción? Hay varios libros que realmente han sido impactantes. Uno, que es el primero que se me ocurrió y me salta primero a la memoria por un problema afectivo incluso porque es un libro realmente conmovedor, es de un norteamericano que se llama Teodore Sturgeon. Es un libro que se llama Más que humano y que plantea la primera vez que, de acuerdo a una determinada teoría existente, se crea lo que es la comunidad gestalt. La comunidad gestalt es la que según algunos va a pasar a ser la conciencia humana, o sea que ya el hombre no solamente va a gozar de un cerebro y de un instrumento que es su propio cuerpo para realizar sus actividades, sino que va a ser un conjunto de seres humanos, cada cual con determinadas capacidades: uno servirá como cerebro y otros como ejecutores; otro será la voluntad… Es una fantasía muy interesante y una hipótesis que puede parecer bastante loca también (risas) sobre el futuro de la humanidad, pero es muy interesante.

Bueno, hay una bellísima canción tuya que dedicaste a un objeto que está en tu estudio. Yo quisiera que nos hablaras de la historia de ese objeto.

El trovador de barro negro.

No de la canción, sino del objeto.

Claro, del objeto… Es un poco la historia de la canción porque no es lo que se narra, sino que sin ese objeto no hubiera existido la canción. Esto se debe a una visita que hice a México hace dos años, con Noel Nicola, que, por cierto, ahora en febrero vamos a volver a ir Noel y yo, justamente para cantar con los mismos compañeros que cantamos en aquella oportunidad, el grupo Sanampay, que estuvo aquí en Cuba ahora, en la sexta jornada de la Canción Política… Te decía que fue una gira enorme la de México, de dos meses. Prácticamente recorrimos el país, de norte a sur; así llegamos a la bella región de Oaxaca, que es una provincia bien grande, con una tradición de cerámica y de artesanía en general, y ahí descubrimos que los oaxaqueños tenían un barro negro que era célebre. Ya dije que venía con nosotros el grupo Sanampay, y entonces un día nos fuimos Hebe Rosell, una compañera argentina que cuando aquello tocaba flauta en el grupo, y yo al mercado en Oaxaca y ella compró dos figurillas de barro negro, una para regalársela a Noel y esta que me la regaló a mí. Es una figura muy pequeña, pero muy bonita; es como un payasito con un laúd en la mano. También es una ocarina, o sea, tiene agujeros por donde uno sopla y salen sonidos. Este barro negro tiene una historia algo siniestra, vinculada a la expropiación y la explotación de los pueblos, y también no deja de ser insólita y hasta simpática. Allá por el año treinta descubrieron que, de pronto, una compañía norteamericana estaba muy interesada en el barro negro y en las figurillas de Oaxaca. Comenzaron a llevarse, primero, pequeñas cantidades de figurillas de barro y después a hacer compras inmensas. Entonces a algún investigador mexicano le llamó la atención y se fue a Oaxaca, recogió aquel barro negro y le dieron tantas vueltas que acabaron analizándolo químicamente y descubrieron que tiene partículas de uranio.

De ahí el interés (risas).

El interés cultural de los yanquis (risas). Esto es una cosa insólita; así que tenemos una figurilla con ingredientes de uranio, que es un trovador, un trovador mitad medieval y mitad atómico.

Bueno, yo quisiera ahora que nos hicieras una especie de balance, por así llamarlo, de lo que fue el año mil novecientos ochenta para Silvio Rodríguez.

Así a vista de pájaro, el año ochenta lo comencé con un viaje a Roma, invitado por la alcaldía romana a un festival de canción y de arte latinoamericanos, especialmente dedicado al triunfo de Nicaragua, hecho que estaba prácticamente reciente. De ahí seguí para París y participé, junto con un grupo muy destacado de artistas, de las distintas esferas del arte, en una jornada de la cultura cubana auspiciada por la UNESCO. Después Pablo, su grupo y yo estuvimos por España. Allí hicimos algunos conciertos de los que no puedo dejar de recordar muy especialmente los de la ciudad de Bilbao y de San Sebastián, en el País Vasco, por el extraordinario calor humano y solidario que sentimos de los jóvenes vascos, cosa que a su vez era recíproca por parte de nosotros. Después, hay dos acontecimientos este año, que desde el punto de vista de los viajes han sido muy importantes: hice dos visitas a Nicaragua, muy breves, pero muy intensas. La primera fue en marzo, donde Pablito, Virulo y yo estuvimos seis días; en ese tiempo viajamos más de mil kilómetros e hicimos dieciséis actividades. Realmente regresamos hinchados de júbilo y de optimismo con la revolución nicaragüense. Ahora, a fin de año, estuve por allá también. Otro acontecimiento importante, también de este año, ha sido la participación tanto mía como de otro compañero del Movimiento de la Nueva Trova, en el concurso Adolfo Guzmán, en este caso como jurado. Esta ha sido una experiencia realmente extraordinaria. No era la primera vez que participábamos como jurado en un concurso, pero sí es la primera vez que participamos en un certamen de esta magnitud y de tanta trascendencia para nuestro pueblo, cosa que, a la vez que nos honra, nos hace responsables y partícipes directos de la política cultural que se realiza por nuestro pueblo y que creemos que se merece nuestro pueblo. Este año en realidad ha sido un año de sorpresas y aunque ha sido bueno siempre uno espera que el que viene sea mejor.

En cuanto a la creación, este año que acaba de concluir ¿cuántas canciones has hecho?

No me acuerdo cuántas canciones, Castellanos.


(Risas) Tú nunca te acuerdas de las canciones que escribes.

No me acuerdo, de verdad. Sé que hice unas cuantas, y este año, en ese sentido de la cantidad, di un salto, porque, últimamente, producto de la cantidad de viajes que tenía, no estaba componiendo tanto.

Sí, recuerdo que eso me dijiste en una ocasión.

Entonces, bueno, en este año que pasó viajé solamente en la primera mitad y el resto me he quedado aquí en Cuba, lo que me ha servido para sedimentar algunas ideas y para trabajar más o menos con el rigor que merece mi trabajo. También ha sido un año de proyectos, algunos que se han realizado, otros que no, o sea que no se han realizado todavía, como ese codiciado disco que preparo con Formell. Y creo que para este ochenta y uno se va a poder realizar. He hecho canciones un poco vinculadas y que reafirman mi historia personal, un poco anecdóticas, un poco autobiográficas, como una que le compuse a mi pueblo natal y otra que le hice a mi abuelo; cosas que yo creo que de alguna manera son una respuesta, o son la respuesta que en mí produjeron los acontecimientos de abril y de mayo: lo del Mariel y todo ese tipo de cosas. En fin, este ha sido un año intenso.

Bien hemos hecho, o has hecho; yo simplemente pregunté y tú haces el resumen de lo que fue mil novecientos ochenta para Silvio Rodríguez. Y ¿Cuáles son los planes para mil novecientos ochenta y uno que recién acaba de nacer?

El ochenta y uno me amenaza con una buena cantidad de aviones (risas), cosa que tú sabes que no me es demasiado grata. Creo que voy a tener que viajar por algunos países. Ahora mismo decía que voy a estar con Noel, en febrero, en México. Y también es probable que, por marzo, me dé una vueltecita por Venezuela. En abril, por Suecia y Finlandia. Y es probable que para septiembre, aproximadamente, agosto, septiembre, regrese a la abuela patria, como tradicionalmente solemos hacer, por lo menos una vez al año: a España, ese viejo y querido país. Entonces quiero hacer dos discos este año: quiero hacer el segundo tomo de Rabo de nube y el de los Van Van y con Juan Formell. Es probable que también este año sea de sorpresas, no para mí en este caso, si no para (risas) los demás con respecto a mí: es probable que publique algo también, pero ya en el terreno de la literatura, y para que sea sorpresa no voy a seguir hablando de eso.

¡Qué bueno!, eso lo reservamos para el autor y su obra, cuando salga el libro. Entonces, ahora voy a hacerte una pregunta que yo sé que no te gusta pero me aprovecho de la confianza, de la amistad y del cariño mutuos, ¿no? Si Silvio Rodríguez tuviera como una de sus obligaciones, en un momento dado, programar a Silvio Rodríguez en un programa de radio, ¿cuáles serían los ocho temas que escogería?

¿Los ocho temas? Empezaría con Te doy una canción, y después, no sé, me parece que haría Al final de este viaje en la vida, Días y flores, Pequeña serenata diurna, Madre, Rabo de nube y Testamento. Creo que dije ocho.

Sí. (risas) Bueno, entonces, Silvio, como es natural, esta es la primera presentación tuya en este programa Formalmente informal de Radio Habana Cuba, de este año mil novecientos ochenta y uno, que como siempre –y después te podemos dar la relación de todas las veces del año ochenta, del setenta y nueve, etcétera–, es tan bien acogido por los oyentes que lo solicitan cuando nos pasamos un tiempo largo sin pasar un programa tuyo, por lo menos en Formal; no sé si ocurre igual con Nuestros artistas y con los demás programas. Así que este es, como te decía, el primer programa del ochenta y uno contigo. Esperamos tener muchos más y recibirte por aquí o ir por allá por la casa a grabar nuestros programas de cada año y aplaudirte, verte y seguirte queriendo y admirando tus canciones.

Ya, encantado, Orlando.