Silvio Rodríguez y su modo de cantar



Entrevistó: Ana María Radaelli, revista Cuba Internacional.
de Enero del 1985

Yo he conocido cantores
Que era un gusto el escuchar,
Más no quieren opinar
Y se divierten cantando;
Pero yo canto opinando,
Que es mi modo de cantar


De la estirpe de Martín Fierro, sin duda alguna, es Silvio Rodríguez, poeta de los tiempos que corren, guitarra al hombro, trovador.

Creo que los críticos han exagerado un poco en cuanto a la influencia de Vallejo en mis composiciones, sin que esto quiera decir que yo niegue esa influencia. Lo que sucede, a mi modo de ver, es que la poesía de Vallejo tiene un acento tan peculiar, es tan especial en su manera de tratar la metáfora, por ejemplo, que cuando deja una estela, una semilla en cualquier autor, salta a la vista. Digamos que es una influencia sumamente “detectable”. Y aunque sigo considerándolo, junto a Neruda, como la cúspide de la poesía latinoamericana, creo que hay otras influencias en lo que hago. Martí está tremendamente presente en mis canciones. Y Guillén y Lorca, y si seguimos escarbando hablaré entonces de Quevedo, de Whitman, de Poe –pienso en ese poema mayor uno de los más bellos que jamás se han escrito, El Cuervo— y también mencionaré a poetas cubanos como Eliseo Diego y Cintio Vitier, sin olvidar a José Zacarías Tallet, que me reveló, con La semilla estéril, una forma de escribir que yo no imaginaba siquiera… Es natural que me sienta muy identificado con Guillén, que nos revela cosas que uno está descubriendo desde que nace, ese nuestro sentido del ritmo, nuestra manera de decir, nuestra manera de cantar, nuestra manera de vivir.

Hay cosas mías en las que se distingue perfectamente la sombra de Guillén. Y, a propósito, hace pocos meses me pasó algo muy simpático: con motivo de su cumpleaños, se organizó en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba un pequeño homenaje a Guillén. Allí se cantaron poemas suyos, se recitaron textos suyos y cuando me llegó mi turno yo le expliqué que aunque nunca había musicalizado ninguno de sus poemas, iba a cantarle dos o tres canciones que a mi modo de ver eran muy “guilleneanas” a lo que me respondió con la celeridad de un rayo: Cada cual tiene las influencias que merece…

Sonríe Silvio divertido y se lleva la mano a la boca en un gesto muy típico de él. Y ya no dice nada, esperando la próxima pregunta. No parece, al principio muy locuaz, y a simple vista tiene un no sé qué, que recuerda a un adolescente, sentado en esa silla con los ojos todavía llenos de sueño. La víspera había dado un concierto, junto a Pablo Milanés, en la Universidad de La Habana, donde miles y miles de jóvenes se dieron cita para escuchar a sus trovadores favoritos. Era un lindo espectáculo ver la escalinata abarrotada de un público joven coreando canciones que les hablan de amor y de Revolución y de solidaridad que es también y sobre todo amor.

Llegas fácilmente a los jóvenes…

Por lo menos a algunos, sí. En cuanto a lo de fácil, no lo debe ser tanto cuando me ha costado casi 20 años llegar a ellos… Claro, es muy relativo esto de fácil y difícil, depende de un cúmulo de factores, desde los hábitos auditivos del público hasta la falta de eficacia del creador para encontrar y saber utilizar un lenguaje apropiado a fin de establecer esa comunicación a la que todo artista aspira. Pero el caso es que ahora mi público es mayoritariamente joven y diría que cada vez más joven, lo que no sé si debe alegrarme o alarmarme. En todo caso me sorprende… aunque yo tengo mi teoría al respecto: pienso que la adolescencia es el momento de la vida en que uno tiene más tiempo para asistir a espectáculos, escuchar música con los amigos, leer, en fin, un momento en que todavía no se tienen responsabilidades mayores como trabajar, educar a los hijos, etc. Creo que siempre se tiene tiempo para soñar, pero que es en la niñez y en la adolescencia cuando se sueña con más intensidad. Quizás por eso mis canciones tienen aceptación entre los niños.

Pero yo también tengo mi teoría al respecto y quiero que sea el propio Silvio en que explique la otra razón, o al razón fundamental, de ese fenómeno.

Bueno, sucede que muchas de las cosas que yo narro en mis canciones se inspiran en mi infancia, incluso el lenguaje que utilizo es muchas veces el de poemas infantiles. Y no hay que olvidar que el primer vistazo que echamos al mundo lo hacemos cuando somos niños y esa primera visión, esa primera mirada –que luego la vida tiende a modificar, no sé si para suerte o desgracia— es tremendamente importante para todos los que estamos en esta aventura de crear y vivir.

Picasso dijo una vez que en diez años había aprendido a pintar como los clásicos, pero que llevaba una vida tratando de pintar como los niños. Ahí tienes El pequeño príncipe, uno de esos libros que solo se pueden escribir una vez porque no dejan espacio para otros, un libro para todas las edades, con diferentes niveles de lectura, en el que uno no se cansa de descubrir cosas nuevas a medida que pasan los años. Yo lo llamo un libro interminable.

La mañana ha ido avanzando y de la avenida suben los ruidos de la ciudad. En la pequeña sala del apartamento, llena de cuadros, afiches, discos y guitarras, la silueta menuda de Silvio se recorta sobre la luz del sol que entra a raudales por el ventanal abierto. Sobre el diván, en el librero, en cualquier parte, libros de poesía. Gelman, Cardenal, Benedetti, pero también El libro azul de Ho Chi Minh…

En definitiva ¿eres un poeta que canta?

No sé, en realidad. Creo que soy trovador y los trovadores tradicionales se llamaban a sí mismos poetas, y pienso que lo eran. En esa dirección, entonces, respondería afirmativamente a tu pregunta. Soy un poeta que canta porque soy trovador. Incluso te podría decir que mi formación literaria es más antigua que mi formación musical. De niño, mi padre me leía poemas, fundamentalmente de Martí, y, como todo niño, era un lector apasionado.
El triunfo de la Revolución significó, entre otras cosas, una profusión fenomenal de libros de todos los géneros, de autores que nos eran hasta entonces desconocidos… Y esos libros, a precios increíblemente baratos, fueron, como es lógico, a parar a mis manos. Era –y soy– un enamorado de la literatura. Tuvo también mucha influencia en mi posterior carrera el hecho de que muy joven comenzara a trabajar en la revista Mella, de la juventud comunista. Entonces yo me empeñaba en ser dibujante y quería hacer periodismo.

En esa etapa de mi vida estaba rodeado de jóvenes que, como yo, leían a manos llenas, y se iban formando como escritores. Ese ambiente propició un acercamiento mayor con las letras. El canto vino después, o, mejor dicho, el componer canciones.

Silvio Rodríguez (San Antonio de los Baños, provincia de La Habana 29 de noviembre de 1946) evoca con ternura no disimulada sus años de infancia, cuando su padre le leía poemas de Martí y cuando ya cantaba como cualquier niño cubano, todo lo que oía cantar a su madre, a su abuela, en la radio… muy pronto descubrió la música clásica gracias a una película de dibujos animados, Fantasía de Walt Disney, y desde ese momento comenzó a frecuentar asiduamente la Biblioteca Nacional, en donde pasaba horas escuchando a Beethoven, Mozart, Vivaldi… A los siete años estudiaba piano y a los ocho o nueve, no recuerda con exactitud, compuso su primer poema después de haber visto, en el cine también El príncipe valiente.


A los 17 años, estando en el servicio militar, se encontró con la guitarra y desde entonces va con ella al hombro, de canción en canción; de país en país, llenando el aire de nostálgicos sabores a paraísos perdidos –la infancia, la adolescencia–, de coplas rebosantes de amor por los hombres –los grandes héroes y los héroes anónimos, cotidianos–, de versos que hablan de solidaridad, que le cantan a la vida y a la Revolución, su gran amor.

Parece como si todos los temas que abordaras en tus canciones tuvieran un denominador común, el amor. ¿Tú lo ves así?

Es posible. Mira, en 1981 escribí una canción cuando el gobierno de Estados Unidos inició una serie de maniobras navales entorno a Cuba. El pretexto era entonces impedir nuestro supuesto apoyo material al pueblo de El Salvador. En una nota que acompaña al disco, escribí: “En el hipotético caso de que nuestra solidaridad hubiese sido cierta ¿cabría explicar el sentimiento que la alentaba?” De cualquier forma, Por quien merece amor intenta eso. Y es una canción de amor, efectivamente, pero el amor asumido de una manera más amplia, porque merece amor quien da amor, quien lucha con amor y por amor, quien trabaja y construye con amor. Somos internacionalistas y no hay, no habría solidaridad sin amor, sin ese sentimiento de entrega total que hace asumir el sacrificio con alegría, como si realmente no se tratara de un sacrificio… Es amor lo que lo lleva a uno a sentir en su propio rostro la bofetada en rostro ajeno.

Existe, sin embargo, otros temas en mis canciones, un poco más reflexivos o que invitan a la reflexión. Pienso en la Fábula de los tres hermanos, una parábola sobre la conducta humana pero escrita igualmente desde una óptima amorosa, porque el que canta es una persona que ama y que cree que el canto, la poesía, el arte en general –digamos–puede y debe mejorar al hombre.

Y está el héroe, siempre tan importante en tu canto…

Sí, y te voy a explicar por qué. La Nueva Trova nació en la década del sesenta entre un grupo de jóvenes muy identificados con el devenir histórico. Éramos adolescentes o recién egresados de la adolescencia y el Che era nuestro héroe preferido, el que encarnaba todas las virtudes que uno quería tener, todas las actitudes que uno quería un día asumir. En ese espíritu comenzamos a hacer canciones, soñando quizás un poco que sería la canción del hombre nuevo, o mejor dicho, la canción para el hombre nuevo, para un mundo nuevo. Entonces sí, está el héroe, El Che y Allende. Y Agramonte, de nuestras guerras de independencia… Y es posible también que si siguiéramos escarbando encontraríamos de nuevo esa óptica infantil de la que hablábamos hace un rato. Los héroes son muy importantes para los niños y por eso lo son después para los hombres.

Hay una etapa en la vida artística de Silvio que vale la pena recordar hoy: su paso por el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos). La meta era ambiciosa para ese grupo de jóvenes que allí se nuclearon: encontrar, desentrañar, lograr, en una palabra, “una visión sonora del nuevo mundo cubano”.

¿Lo lograron?

Tanto como lograrlo… no, no lo creo; muchas cosas quedaron en el tintero, quizás porque no profundizamos todo lo que pudimos o debimos. Pero hay cosas importantes que quiero señalar: allí encontramos todo lo que necesitábamos para estudiar, desarrollarnos, experimentar, libres de cualquier tipo de presión, es decir, componíamos música para una película sólo si nos identificábamos con la temática, nadie nos imponía hacer un tipo de música, y creo que eso nos ayudó a cada uno de nosotros a encontrar su propio camino, sin olvidar, repito, que pudimos estudiar a nuestras anchas y disponer de toda una serie de equipos técnicos y de estudios de grabación por medio de los cuales a cada uno de nosotros le era posible exponer sus criterios de orquestación, por ejemplo. Fue un verdadero taller experimental que jugó un importantísimo papel en nuestro desarrollo.

Ahora bien, para contestar a tu pregunta, sí: a simple vista puede parecer que teníamos una meta muy ambiciosa, pero te puedo asegurar que el Grupo trató siempre de no ser pretencioso. El nombre mismo de la agrupación corrobora lo que digo. Y si bien es cierto que el grupo como tal no dio todo lo que podía dar, sí sentó las bases para un nuevo sonido o “sonar” de la música popular cubana. Creo que fuimos los primeros en plantearnos programáticamente esa cuestión. Y estoy convencido de que la influencia del grupo trascendió las fronteras del cine e impregnó, diríamos todo el ámbito musical cubano.

¿Recuerdas con especial cariño algunos de los filmes que musicalizaste? ¿Sigues escribiendo música para cine?

Recuerdo, sí, La Nueva EscuelaEl hombre de Maisinicú, No tenemos derecho a esperar, Al sur del maniadero… Me resultó particularmente grato trabajar en esos filmes. Ahora estoy nuevamente componiendo para cine. Se trata de la primera película de ficción de Víctor Casaus, en la que tiene una participación muy destacada el Grupo de Teatro Escambray. Pienso entonces que mi labor, en cierto sentido, es como un homenaje al trabajo artístico y revolucionario de esos compañeros. Y además, se trata de una película de Víctor, poeta y amigo. Como verás, dos grandes razones para trabajar con gusto.

Silvio asegura no tener método alguno para componer, y piensa que el día que lo tenga será el artista absoluto… o habrá dejado de ser artista. Pero escarbando un poco, como diría él, llegamos a desentrañar –aunque someramente por supuesto— los mecanismos internos que lo llevan a emborronar cuartillas tras cuartillas o inaugurar de pronto una nueva canción.

Las canciones llegan a mí o yo a ellas de muy diversas maneras. Algunas me han llevado años componerlas; tenía la idea, pero no veía el modo, la forma de hacerlas. Hasta que un día, retomando viejas notas que andaban por ahí, un poco abandonadas he visto con toda claridad lo que quería… así me pasó con Rabo de nube. La llevaba en mente desde tiempo atrás que sé yo, años… Y un día estando en Ciudad México la vi y me salió de un tirón.

Existen otras canciones que me he propuesto hacer y para las que he estudiado mucho. Es el caso de El Mayor, sobre la figura legendaria de Agramante, uno de los grandes héroes de nuestras guerras de independencia. Leí libros de historia, biografías, materiales de estudio del Partido… hasta que dije basta, pues a mayor información, mayor dificultad en lograr lo que uno se ha propuesto. Eso me pasa casi siempre.

Y hay también una tercera forma. Mira, ayer mismo, por la mañana, cuando me estaba despertando, empecé a soñar con una melodía y en la medida en que salía del sueño más la escuchaba y de repente comenzaron a asomar las palabras… Cuando me desperté totalmente ya tenía toda la canción en mi cabeza. Me levanté y la escribí de un tirón.

Algo un poco mágico, ¿no?

Bueno por lo menos se presenta como mágico, o mejor dicho, de una manera mágica… Pero con eso te quiero decir que no todas las canciones nacen de la misma forma. Lo mismo sucede con el tema de la canción. Algunos saltan, así, de pronto, con urgencia; otros vienen a mí porque los busco, porque se trata de algo que quiero decir o porque considero que es necesario decir. Como verás, no tengo método alguno y solo puedo tratar de explicarte las distintas maneras por las que llego a una canción.

Estocolmo, Luanda, Ciudad México, Madrid o Buenos Aires, Silvio y su guitarra han recorrido ya bastante mundo. En Cuba, un público siempre fiel lo acoge con entusiasmo en los más diversos escenarios. Quizás hoy sea en un teatro de la capital, pero mañana puede ser una fábrica, en una escuela.

¿Cómo vive Silvio Rodríguez?

Como cualquier cubano, ni más ni menos, como cualquier ciudadano de este país. Pertenezco a la Agrupación de Conciertos de La Habana, del Ministerio de Cultura, y tengo compromisos de trabajo como todo el mundo, aunque debo admitir que dispongo de una gran libertad en lo que respecta a mi tiempo, salvo cuando se trata de hacer giras nacionales o internacionales que tienen ya su fecha fija, programada… No podría hablarte de un “día tipo”. Quizás sí de un “año tipo”, porque te repito: mis actividades dependen de los compromisos que tenga para presentarme dentro y fuera del país. Entonces hay meses tranquilos, los que aprovecho para componer, y otros muy agitados, sobre todo cuando salimos al extranjero. Pero dejando de lado esa peculiaridad de mi trabajo, vivo como un tipo normal, miembro de su Comité de Defensa de la Revolución, que asiste a las reuniones que convoca el Poder Popular en su cuadra, que vota en las elecciones de su delegado, que tiene familia, amigos…

¿Te molesta la popularidad?

Si te contestara sinceramente te diría que no, porque para mí la popularidad significa el éxito de la tesis cultural que yo sustento. Lo que hago no va encaminado a lograr un beneficio material, y por ende personal, sino a materializar una idea. Creo en la cultura de mi pueblo, que el trabajo mío y el de todos los artistas revolucionarios sirve en gran medida para mejorar al hombre. Si vamos a un plano un poco más íntimo, es obvio que la popularidad moleste un poco, en la medida en que te escamotea la privacidad, pero se trata de un ingrediente inevitable para el logro de un objetivo mayor. Y en definitiva uno lo acepta. Me resigno, por así decirlo…

La cara se le ilumina cuando habla de su última gira internacional, la que lo llevó por primera vez a la Argentina, Silvio y Pablo dejaron en Buenos Aires, pero también en Córdoba y en Mendoza, una estela inefable, un recuerdo que se mantiene vivo en sus discos y, sobre todo, en el corazón de la gente.

La sorpresa comenzó desde el propio aeropuerto de Ezeiza, en donde nos esperaban con carteles y pancartas de bienvenida. Luego fueron las funciones, el estadio repleto y todos coreando nuestras canciones, las viejas y las más recientes; todo el mundo sabía cantarlas… Nunca nos había pasado algo así.

Es verdad que siempre hemos tenido éxito en el extranjero, pero puedo asegurar que no cayó del cielo. Fue el resultado de años de trabajo, de visitar frecuentemente un país hasta hacerse conocer, aceptar y querer. Pero en Argentina no sucedió así. Nos estaban esperando. Nos conocían como a viejos amigos. Y eso es inolvidable, ese cariño de la gente…

Claro, nosotros nos dábamos cuenta de que ese acercamiento del público a nosotros, ese amor que nos demostraban, era acercamiento a la Revolución Cubana, era amor a la Revolución Cubana después de tantos años de silencio. La gente nos veía como representantes de Cuba y entonces yo pregunto: ¿no es hermoso que nuestro trabajo pueda servir para que la solidaridad se manifieste de una forma tan formidable?

Es lo que te decía hace un rato: en momentos así uno comprende realmente la utilidad de lo que hace. No sé, podría contarte tantas anécdotas de cosas que nos pasaron allí, de ese contacto tan amoroso que tuvimos con ese público que durante años, en medio de una represión brutal, hacía circular subterráneamente, como dicen ellos, cintas grabadas con nuestra música.

¿Silvio, qué es para ti la Revolución?

Ver a mi hija que entra ahora en la escuela secundaria, por ejemplo, que está becada junto a miles y miles de niños que, como ella, no le temen al futuro. Que me puedo morir mañana sin tener la más mínima preocupación, pues sé que la sociedad en que vive la va a amparar y cuidar… La Revolución es la causa de que yo esté aquí, con este micrófono en la mano, contestando a tus preguntas. Sin la Revolución no sé qué camino hubiera emprendido, pero sí sé que sin ella no hubiera tenido sentido cantar. La Revolución le ha dado sentido a mi canto. Y, por supuesto, al darle sentido a mi canto le ha dado sentido a mi vida.