Silvio sí, pero no



Entrevistó: Mayra Beatriz, revista Somos Jóvenes, Cuba.
de Abril del 1986

Entrevistamos muy brevemente a Silvio. Muchos se alegrarán de que tal cosa haya sucedido, aunque no faltará –lo sabemos bien— quien piense que lo que tenemos con él es un abuso.

Y bueno, lo traemos de nuevo porque nos gusta y porque el colectivo en pleno estuvo de acuerdo y, además, porque el de hoy no es Silvio El trovador, lo cual podrá extrañar pues lleva su mismo nombre: Sil-vio-Ro-drí-guez. Se equivocan los que intentan pasarse de listos y crean que hablamos de Silvio Rodríguez Cárdenas. El pianista. No señor, No se trata de un músico, ni de un familiar más o menos allegado.

Simplemente, traemos a Silvio. El poeta. A quien pocos conocen y, sin embargo, reside en la misma casa y el mismo cuerpo que El trovador, y tiene su misma cara y su misma sonrisa (especialmente si se ríe). Pero, como, al contrario de los que muchos opinan (entre ellos nosotros) el otro dice que sus canciones no son poemas, evitaremos por todos los medios desmentirlo –no vaya a ser que más nunca nos dé una entrevista— y separemos, cuidadosamente, este de aquel.

Así de paso, se quedan con las ganas los que traten de criticarnos, diciendo: “Silvio… ¡otra vez!”

¿Es cierto, que tienes un “otro yo” poeta?

Sí, un yo de mis tiempos libres, que trabaja sólo cuando puede; un poco para desenchuchar. Casi como un divertimento.

¿Preparas algún libro?

No. Uno, no: dos. Uno se llama –y te lo voy a decir para que nadie me coja el nombre— Versos de horror y misterio (¿qué tal el título?). El otro se llama Bazar y tendrá de todo, como indica la denominación: además de poemas, fotografías hechas por mí, cuentos (incluso uno de ciencia-ficción), canciones, dibujos… probablemente hasta lo diseñe yo mismo.

¿Cuándo los tendrás concluidos?

Para terminarlos, todo lo que necesito es tiempo. A veces, consigo trabajarlos unos días; pero, entre uno y otro paréntesis que logre, se extienden océanos de giras y conciertos. Posiblemente, si este año no viajo mucho, pueda, al fin, tenerlos.

¿Podrías mostrarme aunque sea un mínimo anticipo de lo que preparas?
(Entonces se levanta, desaparece en la semipenumbra de un pasillo y, tras unos minutos, regresa con un file abultado)

Te voy a dar dos de los ligeritos. Toma: un soneto de Bazar.

Ayer me desmontaron la parrilla
para cambiarle el buje con la esférica;
era mi dirección ya cadavérica,
destramada total, de pacotilla.



Tuvieron que pasarme una cabilla
para orientar el gozne y la arandela
Al amortiguador que me desvela
por fin le repararon la costilla.



Ahora sólo me falta una bujía
—las otras tres las resolví tallando,
aunque con las que tengo voy tirando
porque las raspo y queman todavía.
Más adelante la chapistería.
¿Y la pintura? Para no sé cuándo.


 


Y éste es de los Poemas de horror y misterio.



La bruja confunde al muñeco con el hijo
y lo llena de mimos,
le pone estrellas en la mano,
le da poder para tocar el cielo.
Después confunde al hijo con el muñeco
y lo cunde de agujas
intenta derretirlo al fuego
y en medio de la furia salta un ojo
y llega un gato y se lo come.



Cree que el hijo practica sortilegios.
Supone que el muñeco se retuerce.


 

Si quieres, publícalos. Pero, ¿no crees que así aislados puedan resultar un poco… digamos… chocantes?

No creo que “resulten”. En realidad “son” chocantes y me gustan. Aproveché para registrar entre los otros. Ahora prefiero éste, dedicado a Lezama, o este otro, o el que…

Bueno, esos vamos a dejarlos para cuando salgan los libros.

En fin, ¿dónde ves la diferencia entre El trovador y El poeta que existen en ti?

Mira, en mis canciones domina la melodía. Quiere decir que yo parto, generalmente, de la melodía; es lo primero que se me ocurre. Por mucho aliento poético que yo trate de imprimir, luego, en los textos, a ellos los rigen ciertas normas que los alejan de la poesía pura. Puede darse el caso de que algunas de mis canciones resistan la lectura sin música, pero ellas obedecen a sus propias reglas de juego: este asunto lo explicó bien Guillermo Rodríguez Rivera en un trabajo de su libro Ensayos voluntarios.

La canción demanda un lenguaje muy sintético, que te obliga a mutilar, quizás los momentos de mayor alcance lírico. A no ser que te propongas una cantata, es muy difícil que logres utilizar textos que consigan ubicarse dentro de los límites de la poesía. Fíjate: te digo difícil y no imposible. A veces, uno da con la manera de hacer un poema y cantarlo. Eso depende cómo estén ese día las musas, la imaginación, la autocrítica y esas cosas.

NOTA. No es obvio recordar –a pesar de lo que Silvio crea— que, en el diccionario, un sinónimo de trovador es precisamente poeta.