Silvio en Centro Habana: Lo viejo, lo nuevo


1 de Marzo del 2016

Por: Mónica Rivero
Fotos: Denise Guerra


En la calle Desagüe, en el centro de la ciudad, coinciden dos muchachos; 16 años uno, 18 el otro. Son Silvio Rodríguez y Víctor Casaus, que se cruzaron entonces y a quienes una larga sucesión de azares, canciones, motivos… los devuelve 53 años después a otra calle cercana, donde uno le entrega un premio al otro.

Víctor dirige el Centro Pablo de la Torriente, nombre de quien fuera “uno de los más sobresalientes en una generación de sobresalientes”, en palabras de Silvio. El centro recibió de Ojalá el Premio a la Gestión Cultural, celebrando su quehacer en la edición de libros, en la promoción del arte digital y otras manifestaciones de la cultura; en particular lo que relativo al estímulo a la joven creación de la trova. “…a mí me toca muy especialmente porque lo que hizo Casa de las Américas con mi generación de trovadores, que fue darnos un espacio para que nosotros nos pronunciáramos, es lo que ha hecho a las nuevas generaciones de trovadores el Centro Pablo”, dijo Silvio antes de agregar en la carta con que se dio a conocer hace unos días el premio.

“Recibirlo es también la maravilla de la amistad y la solidaridad. Y en cierta medida es la prolongación de una amistad personal. Creo que esa parte del sentimiento es muy importante en este caso. No se trata de una formalidad: es un premio verdaderamente sentido y querido”, nos comenta Víctor poco antes de subir a escena como tantas veces para presentar la donación de libros que se hace a cada barrio.

La Gira por los barrios tuvo su más reciente parada allí, en las calles Sitios y Subirana, donde el concierto se hizo sobre un escenario apenas separado de las casas por un escaso metro y algo, como en El Pilar y en tantos otros lugares, un escenario de la gente. En uno de los laterales, se pasan una botella de balcón a balcón. Abajo los niños desandan en grupo, descubiertos, sin frío, dicen. En esta tarde de invierno rezagado.

“Hasta allí llegamos además de los vecinos del lugar, sus seguidores. Mucho antes, una vanguardia de productores, utileros y técnicos en función de que todo quedara listo para la presentación del trovador, fijada para las 6 de la tarde”, escribe Marianela Dufflar, asidua de estos conciertos en su crónica Con Silvio más allá del barrio.

Esta vez fue en Centro Habana, específicamente en Pueblo Nuevo, un barrio cuyo nombre se ha convertido, cuando menos, en un nombre poco apropiado para un lugar de edificios en ruinas, donde las grietas escalan los muros y les brotan raíces que se abren paso y que se convierten ellas mismas por momentos en el único sostén. Pueblo Nuevo es uno de los barrios donde los días de lluvia son más grises y más largos que lo normal: sigue lloviendo aún cuando deja de caer agua del cielo; sigue lloviendo en las goteras de los techos y la humedad instalada en las viejas estructuras; sigue lloviendo aun cuando sale el sol y las paredes se expanden y empieza a saberse de un derrumbe en esta o en aquella esquina. Total o parcial. La posible línea entre la vida y la muerte.