Silvio en San Agustín: Hasta para Esperanza


30 de Enero del 2013

Por: Mónica Rivero
Fuente: Cubadebate
Fotos: Alejandro Ramírez


Presentación de Silvio Rodríguez en San Agustín, La Lisa; con Omara Portuondo y sus músicos (Rodney Barreto, Gastón Joya, Coayo Junior y Rolando Luna), y Víctor Casaus como invitados.

Esperanza es alcohólica y no tiene dientes.

Ya sé. Es un inicio pesimista, acaso pésimo también. Pero así es Esperanza.

La vimos una hora antes del concierto, ya “contenta”, “curda”, “en nota”, discutiendo con alguien a unos metros de la tarima donde ensayaban los cuatro músicos que vienen con Omara. Entonces no reparé demasiado en ella. Pero una vez comenzado todo, era imposible no hacerlo: estaba en primera fila, cantando, gritando, gesticulando con exageración; provocando a su alrededor las veces risa, las veces disgusto. Poniendo a prueba paciencia, tolerancia, sentido del humor y del ridículo.

“¡Silvio, tírame Unicornio!”, reclamaba, mezclada como estaba con los argentinos, chilenos, brasileños, uruguayos… de la brigada de solidaridad que llegaron expresamente a ver a Silvio –y así lo hacían constar: “Pan y vino, pan y vino, pan y vino. El que no vino a ver a Silvio, ¿para qué carajo vino?”–.

La música tiene que estar al lado de quienes la inspiran, al lado del pueblo, ha dicho el trovador. Al lado, pues, de la alcohólica desdentada que molesta al resto de la concurrencia. Como un río es todas sus gotas y cada gota es el río, ella es el pueblo; aunque haya otros, muchos; aunque ella no represente, ni menos, la mayoría. No es que Silvio cante para ella: Silvio canta hasta para ella. Hasta para la que sale de todo canon de buen comportamiento, de civismo elemental y respeto al otro. Hasta para la que llaman “borracha”, como Narciso el Mocho, que hacía papalotes, como tantos otros cuyos dramas no nos son –no pueden sernos– ajenos. Y allá quien pretenda negarlo.

Hasta para Esperanza, con nada más que su guitarra, cantó Solo el amor, inspirada en una frase del “ideólogo fundamental que tenemos los cubanos, a mi juicio”, dijo refiriéndose a José Martí.

Hasta para Esperanza sonó la oportuna Tonada del albedrío:

Dijo Guevara el humano
que ningún intelectual
debe ser asalariado
del pensamiento oficial.
Debe dar tristeza y frío
ser un hombre artificial,
cabeza sin albedrío,
corazón condicional.

Hasta para Esperanza cantó con Omara Demasiado. Y la diva interpretó luego con “los niños”, como se refería a los músicos talentosos que la acompañaban, Lágrimas negras, Veinte años, Amigas, Dos gardenias… Y al final en dúo, claro, La era está pariendo un corazón; esa canción extraordinaria, de título “pornográfico”, como ha contado Silvio que se le acusó alguna vez.

El domingo no hacía 48 horas desde que hubiéramos estado en un concierto con los mismos intérpretes, con repertorio similar. Pero fueron muy diferentes los dos. Y, en todo caso, basta que sea distinto el público para tener una marca de singularidad suficiente: en los ojos de los que escuchan se vive siempre un concierto nuevo. En los ojos de todos, hasta en los de Esperanza, a quien complació Silvio con Unicornio, y dio Omara su voz poderosa, deferencias que les merecieron, casi al final, un estridente y sincero “¡Esperanza, de San Agustín, los ama!”