Palabras de agradecimiento por el Diploma de Mérito Artístico




Querido Fidel;

Queridos hermanas y hermanos:

Primero quiero anunciar que hoy es el cumpleaños de un excelente trovador, Noel Nicola, y quisiera soplar en su dirección el afecto que flota en la mañana, porque lo quiero y es mi amigo, y porque lo merece. También quiero recordar a otro gran trovador ausente y presente, nuestro querido amigo camagüeyano Miguel Escalona.

La trova nunca fue asunto solo de trovadores. En el caso de nuestra generación, su fuerte corriente atrajo a muchos que se apasionaron, tanto a favor como en contra. Cabe decir que siempre fueron más los a favor, aunque inicialmente pudo parecer lo contrario. La verdad es que, además de nuestras convicciones, el esfuerzo armonioso y decidido de muchos que no eran trovadores ayudó a revertir aquella especie de fatalidad primaria. Algunos de ellos hoy están aquí. Hay otros que aunque no aparezcan físicamente, siempre volarán entre nosotros como ángeles de la guarda. Me refiero por supuesto, a Quintín Pino Machado y a Santiago Álvarez, que fueron defensores -aclaro que no complacientes– de nuestro derecho a existir y cantar.

Los cantores de mi generación logramos ponernos de acuerdo en que éramos continuadores del devenir trovadoresco cubano. También coincidimos en que nuestra trova es una sola, en cuanto a la intención de hacer canciones de calidad ética y estética. Canciones que trascendieran las modas y el mercado, y lucieran sin la más mínima vergüenza entre las otras artes. Porque la canción no tiene culpa de la explotación comercial que la enajena. Ni la brevedad determina el valor musical de un canto. Tampoco la poesía está condenada a ser menor, por aparecer acompañada de la música. Hacer canciones como Tardes grises, Convergencia, Tú no sospechas y Como un milagro, por sólo citar cuatro, merece tanta gratitud como bailar con maestría, pintar inolvidablemente o escribir para grandes formatos orquestales.

Para los hacedores de canciones no suelen ser los premios celebérrimos ni los grandes títulos universitarios, aunque es rara la persona que no haya escuchado en su naciente conciencia la voz de su madre entonando una melodía popular. Tampoco conozco país alguno al que le falten canciones que acompañen a sus hijos en la desgracia y en la alegría, en el combate y en el amor. Así que es de mucho agradecer que el Instituto Superior de Arte inaugure este curso escolar acordándose de nosotros, los trovadores populares.

Los cantores que nos iniciamos en la década del sesenta tuvimos el sencillo y complejo reto de ser jóvenes en una época de hombres, en un excepcional momento histórico, asumiendo el rigor que reclamaba nuestro legado cultural. Cuando todo empezaba para nosotros, a ningunos se nos ocurrió pensar que debíamos titularnos de esta o de otra forma. Estábamos demasiado ocupados viviendo y haciendo canciones, en un constante intercambio con la sociedad y con nosotros mismos. Cinco años más tarde, cuando comenzábamos a superar nuestros primeros desafíos y se organizó el llamado Movimiento de la Nueva Trova, nos dimos cuenta de que aquel nombre nos envejecería casi al día siguiente. Pero por identidad escogimos llamarnos como el mundo le decía a nuestro país revolucionario: la nueva Cuba. Y es que la Revolución significaba la voluntad de reinventar la isla a partir de su historia, como un caracol que ascendía por el universo. Qué mejor destino para los trovadores jóvenes que ser parte de aquel acto inaugural con nuestras vidas y con nuestras voces.

Cuarenta años después podemos decir que hemos tenido el privilegio de cantar luces y sombras de nuestra apasionante historia, lo que no garantiza que seamos mejores que otros…¡Quiera la trova que tampoco peores!

Gracias a quienes aman a Martí.

Gracias a la trova de todos los tiempos.

Gracias a ustedes.

 

Palabras de Silvio al recibir, de manos de Fidel Castro, el Diploma de Mérito Artístico otorgado por la Rectoría del Instituto Superior de Arte.
Publicado en el diario Granma el 8 de octubre de 2003.