El extraño caso de las damas de África




El otro día fuimos al parque
a ver la galería de arte,
y cuando terminó la mañana
pasamos a comprar africanas.
Cargué con un cartucho,
Contento, para casa
y lo guardé en el frío
porque el calor abrasa.
¡Y vaya usté a saber lo que pasa!

Anoche tuve una visita:
un matrimonio y su vejiguita.
Y como era ocasión apropiada
quise brindarles mis africanas.
Cuando encontré la bolsa
después de buscar mucho,
la sacudí en mi oído
diciendo: «nada escucho».
¡Adentro hallé no más que cartucho!

¿Quién se comió, quién se comió,
quién se comió mi africana?

Si no fue Juana
ni fue su hermana,
que alguien me diga quién se ha comido mis africanas.

Es concebible
y muy posible
que yo sujete mis africanas con imperdibles.

Una pepilla
le hacía cosquillas,
interrogando sádicamente a la giraldilla.

Señor abate,
no se arrebate
si usted encuentra tanta ricura de chocolate.

¿Quién se comió, quién se comió,
quién se comió mi africana?