Hombrediablo




Hombrediablo es mi amigo más genial,
Hombrediablo es más que sensacional:
bebedor,
bravucón
y, además, seductor.

Conocí a Hombrediablo en la niñez
cuando aún yo no tomaba ni café.
Él ya entonces andaba a su sazón,
tenía citas y hacía alardes de matón.

Tenía mujer
y yo tenía que estudiar;
tenía mujer,
y yo, tareas que acabar.
Él crecía en el barrio de Colón,
y yo, en medio del Dante y Platón.

Siempre admiré
su situación frente al amor;
siempre admiré
sus puñetazos al mentón.
Hombrediablo es mi amigo más genial,
Hombrediablo es más que sensacional.

Hombrediablo hace apuestas en alcohol:
siempre gana porfía el bebedor.
No se deja atrapar por un amor
porque vive a la salva de su honor.

Se ve muy bien
con su tupé, con su dril cien;
se ve muy bien
con su bigote a lo francés.
Los domingos se va al cine en procesión
con su novia, que espera en un sillón.

Se ve muy bien
aunque está madurito ya;
se ve muy bien:
siempre ha sabido no sudar.
Hombrediablo es mi amigo más genial,
Hombrediablo es más que sensacional.

Cuando a veces nos vemos por ahí,
me aconseja que me lance a vivir;
me da el número de alguna mujer,
porque a un socio él le sabe resolver.

Me cuenta así
sus aventuras de Don Juan;
me cuenta así,
mientras mi envidia crece más.
Siempre huele a lavanda o a mentol
y se pule las uñas con alcohol.

Me dice adiós.
Yo me conmuevo al verlo ir.
Me dice adiós
y siempre pienso: «eso es vivir».
Hombrediablo es mi amigo más genial,
Hombrediablo es más que sensacional.