La encrucijada




Al lado de mi casa hay otra casa
donde se ve vivir
como allá, como aquí.
La habitan seres a mi semejanza:
un hombre, una mujer,
un niño sin saber.
Ríen de lo que yo reí,
lloran de lo que lloro.
Lo mismo te sucede a ti:
somos igual en todo.

Si el mundo fueran sólo dos familias
o –voy a exagerar–
dos gentes nada más,
cuánta preocupación de una a la otra,
cuánto miedo a quedar
solo en la oscuridad.
Fuera entonces la hermandad
cosa de convivencia
y no como en la realidad,
que es de supervivencia.

Para el decir del pueblo, ser hermano
es más que comunión
o darse un pantalón.
La soledad es parte del camino
del que no tiene don,
del que no es señor.
Si se traslada esta lección
al plano universal,
o se está al pie de otro cañón
o se ve agonizar.