Por: Sender Escobar
2 de Abril del 2022
2 de Abril del 2022
El cielo estaba despejado y la cordillera se veía desde el estadio. Silvio comenzó a cantar ´´El hombre extraño´´ dedicado a Víctor Jara. Todos aplaudimos y se produjo un silencio profundo.
31 de marzo de 1990, llega la noche y el tiempo se acorta para el inicio de un concierto de un hombre que su música ha sido prohibida. Miles de chilenos casete en mano, desde la clandestinidad, han compartido durante más de una década las canciones de un navegante que escribió en notas de guitarra, la canción de un barco poblado con hombres de poca niñez.
Silvio Rodríguez regresaba a Chile después de diecisiete años. El Estadio Nacional es el lugar escogido para un concierto multitudinario, a la postre, inolvidable.
Una semana antes los míticos Rolling Stones se presentaron en el mismo sitio, pero ni siquiera las majestades del rock llenaron el significativo estadio, que guardaba en su césped un recuerdo imborrable de prisión y muerte.
El destacado saxofonista César López director del conjunto Habana Ensemble, tenía entonces solo veintidós años y formaba parte de Irakere:
´´Silvio fue a ver a Chucho (Valdés) y le pidió que lo acompañara en este gran concierto que iba a dar en Chile. Estuvimos un mes preparándonos en el Café Cantante del Teatro Nacional. Cuando llegamos a Chile, aquello fue algo inexplicable.
Fuera del hotel donde nos hospedamos, las calles estaban llenas las 24 horas porque habían dicho que Silvio estaría en ese lugar con nosotros. Pero Silvio se quedó en casa de un amigo y los músicos éramos quienes vivíamos todo aquel fenómeno cada vez que salíamos del hotel. ´´
Por fin es 31 de marzo, ni siquiera ha llegado al mediodía y el Estadio Nacional está completamente lleno. La Cruz Roja reparte agua y comida entre el público asistente, hay algunos desmayados, sin embargo persiste el ánimo de lo que se avecina.
´´Yo no recuerdo haber estado en mi vida en un concierto de tal magnitud -continua César- fue algo increíble. Salimos al escenario y tocamos un tema antes de Silvio. Había tantas personas que hasta miedo creo que llegué a sentir miedo.
Cualquiera pude escuchar la historia y sensibilizarse, pero eso hubo que vivirlo. Todas las canciones eran ovacionadas. Fue un acontecimiento cultural inolvidable para esa nación y para nosotros.
He regresado a Chile varias veces con Habana Ensemble y cuando les comento a las personas que yo estuve en ese concierto, se conmueven, incluso jóvenes que ni habían nacido. Nunca he mi vida he tocado para tantas personas y he vuelto a sentir la emoción de ese día.´´
Victoria Cabrales asistió ese día, luego de una espera que se había prolongado por años. Desde la distancia, coreó las canciones del poeta mientras lo observaba gracias a las pantallas:
´´Era todo un acontecimiento. El Estadio Nacional estaba llenísimo, ningún artista había logrado algo así. Ver a Silvio, oír su guitarra fue emocionante. Mucha gente lloraba después de haberlo escuchado por años en casetes de contrabando.
Silvio salió al escenario y comenzó a sonar muy fuerte Causas y Azares. Recorrió con su mirada el estadio e hizo un gesto espectacular, como diciendo: tremenda sorpresa estar aquí. Parecía tranquilo, aunque se notaba impresionado.
Todo el mundo gritaba, como en una catarsis. La cantidad de flashes era impresionante.
Yo consolaba a una amiga cuyo hermano había muerto el año anterior y tenía todos sus casetes. Fue muy triste. Ella se sentó en el pasto y quedamos juntas allí mucho tiempo, cantando y llorando.
El cielo estaba despejado y la cordillera se veía desde el estadio. Silvio comenzó a cantar El hombre extraño dedicado a Víctor Jara. Todos aplaudimos y se produjo un silencio profundo.
Muchas personas quedaron afuera. Desde la avenida Grecia, la calle Pedro de Valdivia y todas las calles aledañas, había familias escuchando el concierto. Fue épico.
A poco de cantar, una mujer le lanzó a Silvio una bufanda tejida. Se la puso y no se la quitó. Estaba radiante esa noche. Feliz. En un momento se giró para dirigir la orquesta, al final de Venga la Esperanza. Cuando terminó la música, dio un salto de alegría.´´
Cristian Contreras Loyola de 19 años, no tenía dinero para sacar una entrada. Aun así le quedaba el consuelo de a quien consideraba como su ´´mejor amigo´´, como le contó a sus hijas años después, regresaba a Chile.
La música de Silvio lo había acompañado durante mucho tiempo, Unicornio, Óleo de una mujer con sombrero, Ojalá y muchas otras, sonaban constantemente en su habitación.
El jueves 29 de marzo, su tío Manolo lo llama para darle una sorpresa. Le ha comprado una entrada para el concierto del sábado:
´´Sólo asimilé la noticia cuando caminaba rumbo al estadio para encontrarme con mis primas. Fuimos temprano. A las 3 de la tarde estábamos ubicados al medio de la cancha, sentados en el pasto. A muchos metros de distancia del escenario.
Las sonrisas alrededor, eran un paisaje impensado en esa época. No exagero; era como vivir El día feliz que está llegando.
Escuchamos el rasgueo de la guitarra electroacústica de Silvio. Un sueño. No recuerdo ahora, en abstracto, todos los temas y su orden, pero cada vez que escucho el disco Silvio en Chile, me retraigo a ese día.
Ya tengo 50 años, aunque no recuerde todo, sé que puedo decir: yo estuve allí. Gracias tío Manolo. Gracias Silvio. ´´
Chile iniciaba un proceso democrático que dejaba atrás años de dictadura, con heridas abiertas y familias rotas por la opresión. Sin embargo aquel 31 de marzo, la luz de esa clara noche convertida en mañana tuvo en el rasgueo de una guitarra, el acompañamiento prodigioso de Irakere y los versos coreados por miles de chilenos, mucho más que causas cotidianas, gracias al poderoso e invencible azar.
Fuente: Radio Coco
https://www.radiococo.icrt.cu/2022/04/02/chile-1990-y-el-azar-invencible/
31 de marzo de 1990, llega la noche y el tiempo se acorta para el inicio de un concierto de un hombre que su música ha sido prohibida. Miles de chilenos casete en mano, desde la clandestinidad, han compartido durante más de una década las canciones de un navegante que escribió en notas de guitarra, la canción de un barco poblado con hombres de poca niñez.
Silvio Rodríguez regresaba a Chile después de diecisiete años. El Estadio Nacional es el lugar escogido para un concierto multitudinario, a la postre, inolvidable.
Una semana antes los míticos Rolling Stones se presentaron en el mismo sitio, pero ni siquiera las majestades del rock llenaron el significativo estadio, que guardaba en su césped un recuerdo imborrable de prisión y muerte.
El destacado saxofonista César López director del conjunto Habana Ensemble, tenía entonces solo veintidós años y formaba parte de Irakere:
´´Silvio fue a ver a Chucho (Valdés) y le pidió que lo acompañara en este gran concierto que iba a dar en Chile. Estuvimos un mes preparándonos en el Café Cantante del Teatro Nacional. Cuando llegamos a Chile, aquello fue algo inexplicable.
Fuera del hotel donde nos hospedamos, las calles estaban llenas las 24 horas porque habían dicho que Silvio estaría en ese lugar con nosotros. Pero Silvio se quedó en casa de un amigo y los músicos éramos quienes vivíamos todo aquel fenómeno cada vez que salíamos del hotel. ´´
Por fin es 31 de marzo, ni siquiera ha llegado al mediodía y el Estadio Nacional está completamente lleno. La Cruz Roja reparte agua y comida entre el público asistente, hay algunos desmayados, sin embargo persiste el ánimo de lo que se avecina.
´´Yo no recuerdo haber estado en mi vida en un concierto de tal magnitud -continua César- fue algo increíble. Salimos al escenario y tocamos un tema antes de Silvio. Había tantas personas que hasta miedo creo que llegué a sentir miedo.
Cualquiera pude escuchar la historia y sensibilizarse, pero eso hubo que vivirlo. Todas las canciones eran ovacionadas. Fue un acontecimiento cultural inolvidable para esa nación y para nosotros.
He regresado a Chile varias veces con Habana Ensemble y cuando les comento a las personas que yo estuve en ese concierto, se conmueven, incluso jóvenes que ni habían nacido. Nunca he mi vida he tocado para tantas personas y he vuelto a sentir la emoción de ese día.´´
Victoria Cabrales asistió ese día, luego de una espera que se había prolongado por años. Desde la distancia, coreó las canciones del poeta mientras lo observaba gracias a las pantallas:
´´Era todo un acontecimiento. El Estadio Nacional estaba llenísimo, ningún artista había logrado algo así. Ver a Silvio, oír su guitarra fue emocionante. Mucha gente lloraba después de haberlo escuchado por años en casetes de contrabando.
Silvio salió al escenario y comenzó a sonar muy fuerte Causas y Azares. Recorrió con su mirada el estadio e hizo un gesto espectacular, como diciendo: tremenda sorpresa estar aquí. Parecía tranquilo, aunque se notaba impresionado.
Todo el mundo gritaba, como en una catarsis. La cantidad de flashes era impresionante.
Yo consolaba a una amiga cuyo hermano había muerto el año anterior y tenía todos sus casetes. Fue muy triste. Ella se sentó en el pasto y quedamos juntas allí mucho tiempo, cantando y llorando.
El cielo estaba despejado y la cordillera se veía desde el estadio. Silvio comenzó a cantar El hombre extraño dedicado a Víctor Jara. Todos aplaudimos y se produjo un silencio profundo.
Muchas personas quedaron afuera. Desde la avenida Grecia, la calle Pedro de Valdivia y todas las calles aledañas, había familias escuchando el concierto. Fue épico.
A poco de cantar, una mujer le lanzó a Silvio una bufanda tejida. Se la puso y no se la quitó. Estaba radiante esa noche. Feliz. En un momento se giró para dirigir la orquesta, al final de Venga la Esperanza. Cuando terminó la música, dio un salto de alegría.´´
Cristian Contreras Loyola de 19 años, no tenía dinero para sacar una entrada. Aun así le quedaba el consuelo de a quien consideraba como su ´´mejor amigo´´, como le contó a sus hijas años después, regresaba a Chile.
La música de Silvio lo había acompañado durante mucho tiempo, Unicornio, Óleo de una mujer con sombrero, Ojalá y muchas otras, sonaban constantemente en su habitación.
El jueves 29 de marzo, su tío Manolo lo llama para darle una sorpresa. Le ha comprado una entrada para el concierto del sábado:
´´Sólo asimilé la noticia cuando caminaba rumbo al estadio para encontrarme con mis primas. Fuimos temprano. A las 3 de la tarde estábamos ubicados al medio de la cancha, sentados en el pasto. A muchos metros de distancia del escenario.
Las sonrisas alrededor, eran un paisaje impensado en esa época. No exagero; era como vivir El día feliz que está llegando.
Escuchamos el rasgueo de la guitarra electroacústica de Silvio. Un sueño. No recuerdo ahora, en abstracto, todos los temas y su orden, pero cada vez que escucho el disco Silvio en Chile, me retraigo a ese día.
Ya tengo 50 años, aunque no recuerde todo, sé que puedo decir: yo estuve allí. Gracias tío Manolo. Gracias Silvio. ´´
Chile iniciaba un proceso democrático que dejaba atrás años de dictadura, con heridas abiertas y familias rotas por la opresión. Sin embargo aquel 31 de marzo, la luz de esa clara noche convertida en mañana tuvo en el rasgueo de una guitarra, el acompañamiento prodigioso de Irakere y los versos coreados por miles de chilenos, mucho más que causas cotidianas, gracias al poderoso e invencible azar.
Fuente: Radio Coco
https://www.radiococo.icrt.cu/2022/04/02/chile-1990-y-el-azar-invencible/