Entrevistó: G. Méndez, revista Mujeres, Cuba.
2 de Febrero del 1969
Es la actualidad en la medida en que representa el canto moderno, vital, penetrante, envolvente. Él es también, como persona, envolvente, penetrante, vital. Su conversación necesita poco del asidero periodístico para manifestarse, porque la inquietud lo lleva de un tema a otro. Pero, como si esa inquietud se opusiera íntimamente un espíritu de orden, los enlaza muy bien sin prolongar ninguno en exceso. Por momentos nos lo hace llegar por ráfagas.
Es tajante ante la primera pregunta:
No... Nunca he compuesto una canción protesta, aunque no escribo ninguna canción en que no proteste de algo.
Eso es sinceridad. Este muchacho no va en busca de conflictos para ponerlos en verso y musicalizarlos. Los siente como expresión humana, y nada más. Luego, lo emociona - y he ahí otra veta humana: la mejor: el contacto con el pueblo:
Una granja, una unidad militar...algo así me interesa más como campo de acción que...digamos el Amadeo Roldán.
Efectivamente: nuestro entrevistado no se sitúa en un escenario para esperar allí al pueblo: él va al pueblo. Y quiere hacerlo cada día con algo nuevo, con un mensaje distinto:
La última canción que compongo es la única que me gusta.
El joven artista se siente, y por eso habla así, en el camino de las ansias que agitan al mundo de hoy, y le parece que no puede seguirlas si se detiene demasiado en cada una de ellas. Por eso su guitarra y su voz son una vibración tras otra. Y niega que sólo atraigan a la gente joven:
Nada de eso... A los viejos les interesa el contenido. A los jóvenes les gusta que les llegue en alas de los ritmos vivos, agresivos, restallantes... A los niños, verme rasguear la guitarra.
Lo ha comprobado devorando distancias y, como dice, “de bohío en bohío”. Es donde se siente a sí mismo el trovador que es, siempre portador de una estrofa y una melodía. Y de originalidades como la de un “montuno” con estructura modernísima.
Junto a la del músico y cantor popular hay otras vetas: la de un pintor impresionista de mucho mérito; la de un director de cine en potencia. Ya en ese campo ha hecho sus incursiones: el documental de Cortázar Al sur del Maniadero, que tiene su música, su guitarra, su voz.
Cuenta sólo 22 años, y se llama Silvio.