Canción a canción: Silvio Rodríguez con Diákara



Entrevistó:

Rafa G. Escalona, para Magazine AM:PM - Revista Cubana de Música


15 de Diciembre del 2021

Este 2021 Silvio Rodríguez se unió a la lista de músicos que rescata joyas escondidas en los baúles de su catálogo. Tres décadas más tarde, esa especie de leyenda urbana que era  Silvio Rodríguez Con Diákara vio la luz, en un tiempo extraño, pero que de algún modo parece el correcto para escuchar estos temas. Canciones sobre la educación y los prejuicios, sobre los amores fugaces, sobre los amigos que se van, sobre las creencias políticas. Música nacida de la conjunción maravillosa entre una banda impecable —bendito seas, Oscarito Valdés, donde quiera que estés— y un autor que a la altura de 1991 estaba en la cima de sus habilidades compositivas. Este es un diálogo que intenta recortar la distancia que nos separa del alumbramiento de una obra excepcional. Tal vez en una primera escucha haya que sacudirle un poco el polvo, pero enseguida verán que ahí dentro encontramos más de una pista para saber “con qué ortografía se escribe la canción que abre las siete puertas”.

¿Cuál es la historia de este disco? Según leí es resultado de unas grabaciones hechas en México en el año 91. ¿Por qué nunca vio la luz, por qué ahora?

“La historia del disco está explicada en la nota introductoria que escribí para Silvio Rodríguez Con Diákara”.

Acerca de los padres

“Acerca de los padres es una canción escrita en 1969. Tenía 22 años y vivía en Cuba, país que llevaba una década revolucionándose. Eso quiere decir que se cuestionaban muchas cosas; entre ellas, aspectos de la vieja moral dominante. Mi generación, más abierta que la anterior, protagonizaba en primera fila el forcejeo social que todo aquello significaba”.

Cincuenta años después la vigencia de esa canción sigue intacta. ¿Por qué cree que estamos estancados en estos dilemas?

“Supongo que lo que pueda sobrevivir en la actualidad de Acerca de los padres es porque la superación de algunos prejuicios depende del desarrollo económico, cosa que, como país, no hemos logrado. También porque el ʽtanto tienes tanto vales’ y el ʽpoderoso caballero’ siguen haciendo de las suyas. Pero aunque estos viejos fantasmas continúan y en cierto sentido ‘nos pueden’, creo que hoy estamos más cerca de superar algunos planteos de mi canción, por ser problemas más visibles que entonces y, en consecuencia, por haber más gente con mirada crítica al respecto.

Variaciones sobre un viejo tema

“Es una canción sobre el suicidio de un amigo”.

¿Quién era Eduardo Castañeda, y quién era para usted?

“A Eduardo Castañeda lo conocí en casa de Oscar Lewis, cuando el antropólogo norteamericano hacía trabajo de campo en La Habana. Eduardo era dirigente de la Federación Estudiantil Universitaria, un joven que fue sancionado a trabajar en la construcción de presas en la Isla de la Juventud. Allá lo visitamos algunos amigos, varios de ellos fundadores de El Caimán Barbudo. Después pasó a trabajar en el Instituto Cubano del Libro, donde comenzó la editorial Pluma en Ristre. Uno de los primeros libros que él proyectó fue un tomo de textos míos, con un disco pequeño al final (el primer libro-disco del que tengo noticias). Pero una noche, estando yo en un concierto de Noel Nicola, en Bellas Artes, llegó Oscar y nos dijo que Eduardo se había quitado la vida. Llegamos al lugar y chocamos con el proceso legal que suele acompañar este tipo de tragedia. Todo aquello fue una conmoción muy fuerte”.

En 1969 solo tenía 23 años, sin embargo este tema perfectamente pudo ser escrito por el Silvio de hoy. ¿Considera que tenía ya entonces un alma vieja?

“Toda aquella circunstancia fue impactante. Hay realidades que envejecen. (Le aclaro que 23 los cumplí a bordo del motopesquero Playa Girón, travesía que aún no había sucedido)”.

Flores nocturnas

“La prostitución había sido un oficio bastante extendido en Cuba antes del triunfo de la Revolución. Muchas eran jóvenes campesinas que traían a las ciudades, engañadas con diversas promesas, y en realidad era para prostituirlas. A mi padre le tocó ser uno de los educadores de prostitutas. Por eso, siendo un adolescente, tuve la oportunidad de pasar por las aulas donde se rehabilitaban aquellas señoras. Allí aprendían a leer y a escribir, y más tarde eran empleadas como choferes en el transporte público y en otros trabajos. Después de aquello, transcurrió más de una década sin que fuera visible la prostitución. A principios de los 80, cuando empezó el turismo extranjero en Cuba, para muchos fue una sorpresa ver reaparecer aquel viejo oficio, que creíamos erradicado para siempre. Por entonces a los nacionales no se nos permitía hospedarnos en los hoteles, que eran solo para turistas. Esa combinación de realidades dio lugar a Flores nocturnas”.

¿Sigue encontrando pertinente una canción como esa? ¿Le cambiaría algo?

“Desde hace años los nacionales podemos hospedarnos en cualquier hotel, siempre que podamos pagarlo. Por otra parte, la Quinta Avenida ha dejado de ser aquel jardín nocturno que llegó a ser en los 80 (o al menos no es tan visible como entonces). Desde esta realidad Flores nocturnas parece una canción coyuntural”.

Actualmente hay muchas voces que hablan de la necesidad de legitimar y naturalizar el trabajo sexual, ¿no cree que esa visión romántica de la canción descomplejiza este fenómeno del trabajo sexual? Porque no hay una sola razón; hay quién lo hace por placer, o por necesidad, o porque lo ve como un trabajo más.

“La prostitución, como oficio, me crea cierto conflicto afectivo: por formación no puedo evitar que me lastime que un acto que atribuyo al amor o, si se quiere, a las hormonas, tenga que mercantilizarse. Preferiría que, si no es por amor, se regalara por simpatía o por solidaridad. Aún así, comprendo cómo es el mundo —este mundo que tantas mujeres y hombres han luchado por mejorar— y, por supuesto, respeto el libre albedrío de las personas”.

Emilia

“Emilia Sánchez es una poeta, filóloga, profesora y ensayista camagüeyana, que conocí cuando ambos teníamos 18 años y yo pasaba el servicio militar. Apenas nos veíamos en los cortos y espaciados permisos que me daban. Eso algunas veces me llevó a fugarme del campamento militar en que estaba destacado. Cuando conseguíamos vernos, caminábamos, íbamos al cine, intercambiábamos lecturas. Ella me enseñó a César Vallejo y yo a Lord Byron. Aún nos felicitamos en los cumpleaños y nos saludamos de vez en cuando”. 

En sus canciones el recuerdo, a menudo romántico, es una idea recurrente. ¿Es Silvio un evocador, un nostálgico?

“¿Alguien no lo es?”.

Canción del pasado

“Por entonces trabajaba en el Grupo de Experimentación Sonora del Icaic y una de mis funciones era hacer música para películas y documentales. Ese fue el origen de Canción del pasado, si mal no recuerdo compuesta para un documental de Miguel Torres”.

Aquí dice que “El pasado es el espectro de un bufón de triple cara”. Es una de esas canciones que evidencia el impacto de la poesía de Vallejo en su obra, especialmente en los primeros años. ¿Qué tan deudor se siente de Vallejo? ¿En qué punto la influencia se convierte en una carga de la que hay que rebelarse?

“Si Ud. supiera… Esa estrofa no estaba en la canción original. La agregué a principios de los 90, cuando la fui a montar con Diákara, para alargar un poco el tema. Qué bueno que a Ud. le recuerda a Vallejo. Yo la escribí pensando que las cabezas de Cerbero podían parecerse al Joker de Batman”.

Mira

No recuerdo por qué hice Mira, pero entonces vivía en 23 y 24, donde tenía un balcón desde donde miraba”.

Hay clásicos conocidos, y clásicos de culto, como esta canción. ¿Cómo cree que recibirán canciones como estas los seguidores que nunca antes han tenido la oportunidad de escucharlas?

“No tengo idea. Seguramente como música antigua; o quién sabe si de otro planeta. La mayoría de las canciones de hoy suelen ser bien distintas, en forma y contenido”.
 

El güije

“El güije es un ser mitológico de nuestros campos; un personajillo que vive en lagunas y ríos, más pequeño que un hombre, que sale por las noches y espanta a quienes lo ven. Dicen los folcloristas que no se ha podido precisar si es parte de la imaginería que trajeron los esclavos africanos o si es un mito autóctono, o sea, de nuestros primeros pobladores taínos, siboneyes y guanahatabeyes. Mi canción es solo una historia que se me ocurrió, sobre un güije (también llamados jigües). Por cierto, ahora recuerdo que años después escribí parte de un ballet con ese tema”.

Algunas canciones, como El güije, ya eran conocidas por sus seguidores pero no formaban parte de la discografía oficial, ¿cree que serán bien recibidas en esta segunda vida?

“El güije era conocida porque la cantaba a menudo con guitarra. Después la incluí en un concierto con la Orquesta Sinfónica, en el Teatro Mella, entre un manojo de canciones que orquestó Juan Márquez y que llamamos Suite del amor. Este trabajo lo alentó y dirigió Manolo Duchesne [Cuzán]. No sé cómo van a ser recibidas estas canciones (no suelo hacerme ideas al respecto), aunque recuerdo que, por entonces, gustaban a algunos. Sobre El güije me consta que es la canción (mía) preferida de mi sobrina Mariela”.

Esta canción es uno de los raros ejemplos en nuestra música de temas que hacen referencia a la mitología popular, ¿por qué cree que estos mitos suelen estar ausentes de nuestra música?

“Porque no hay divulgación del folclor campesino. Yo alcancé a conocer a Samuel Feijoó, pintor, poeta e investigador de estos temas. Es lamentable que actualmente no haya programas, documentales y libros al respecto. No sé si seguirá funcionando el Instituto de Etnología y Folklore, que fundó Argeliers León, donde, por cierto, trabajó Noel Nicola”.

El necio

“El necio fue escrita el 14 de enero de 1991, aunque venía cocinándose. La Unión Soviética se estaba cayendo desde hacía años. Previendo la conmoción que iba a ser, en 1989 hice una gira por todo el país. La llamamos Por la Patria y fue junto al grupo Afrocuba. Después se cayó/tumbaron el muro, vino el derrumbe y Fidel plantó. El necio es eso. Sobre todo aquel instante en que de la noche a la mañana desapareció el 80 % de nuestro comercio internacional y entramos en crisis. Fue un momento de definiciones”.

Se trata de una de sus canciones más explícitamente política, y una de las que más hermosamente resuelve su implicación (aunque confieso que tengo mis conflictos con algunas de sus ideas). Siempre la he leído como una declaración de principios, ¿lo es?

“El necio es una canción escrita en una circunstancia, como suelen ser todas las canciones. Es solo eso. Si 50 años después Ud. necesita hacerla suya, creo que está en su derecho. Como también es su derecho que no le guste. Yo la hice para mí mismo, como siempre”.

¿Detecta algún paralelo entre el contexto en el que nació la canción en 1991 y el que vivimos en 2021?

“Hoy es, también, consecuencia de entonces, pero Cuba nunca estuvo más amenazada que ahora. Al menos propagandísticamente. La derechización del régimen del norte fortaleció a una derecha que ya avanzaba en todo el mundo. Esto generó una fuerte campaña de descrédito contra el socialismo (que, por supuesto, no es perfecto). Hoy no todos se atreven a hablar bien de Cuba y de su proyecto. Por otra parte, hay una tendencia a la polarización: el que defiende la idea de la Revolución es oficialista; y el que es crítico con algo de la Revolución, es enemigo y pagado por el imperio. El que alega que no es de un extremo ni de otro, es centrista. Todo parece tener su cartelito”.

Algunas personas leen “yo me muero como viví” como una elegía al inmovilismo, y pasan de largo por el “caminando fui lo que fui”, ¿por qué cree que se debe eso?

“Me da risa que a El necio lo califiquen de inmovilizador. Primera vez que lo escucho. Espero que no sean sus ʽconflictos (de Ud.) con algunas de sus ideas’. Otra línea que no se cita de esta canción es la de rezar ʽun hijo nuestro’. Eso quería y quiere decir que los jóvenes eran y son el futuro. Confío en que la juventud siga soñando con multiplicar panes y peces. De inmovilismo nada”.

De la ausencia y de ti, Velia

“Velia Ramírez es una amiga mexicana que conocí cuando ella casi volvía a su país, después de unas vacaciones en La Habana. Íbamos a museos, comíamos helados en Coppelia, nos sentábamos en el Malecón y terminábamos haciéndole la visita a Teté Vergara”.

Primero, gracias por escribir y finalmente publicar esta, una de sus canciones más hermosas.

“De nada”.

Emilia, Velia, son personas reales, pero luego es más difícil encontrar esas referencias directas en su obra; ¿se trata de un manierismo de juventud superado o hay otras causas?

“ʽManierismo de juventud superado’… No entiendo bien si se refiere a que son canciones que bauticé con nombres propios. Hay otras en que también lo hice, como Graciela y Olivia. Aunque no me parece que eso las haga especiales. ¿O sí? A nivel anecdótico, la mayoría de mis canciones están basadas en experiencias personales”.

Me gustaba más el tono crudo, confesional, de la versión a guitarra limpia. ¿No teme que algunos fanáticos se lamenten del cambio de la canción con la nueva orquestación?

“Nunca he sido afín a lo incondicional; debe ser por eso que los fanáticos no me quitan el sueño. Y si hay alguien que prefiere la versión a guitarra de una canción, pues que la escuche. A mí también me gustan las versiones a guitarra. Lo que compongo siempre lo asumo como punto de partida; ni siquiera mis versiones a guitarra son idénticas”.

Venga la esperanza

“Cuando niño me preguntaba cómo sería el año 2000, el cambio de siglo, era una idea fascinante para un nacido en el 46”.

¿A qué sonó el año 2000?

“A algo incompleto; por eso invoqué la esperanza”.

El arreglo (bendito sea Chucho Valdés) es muy similar al del concierto en Chile, ¿a usted le parece como a mí uno de los pasajes musicales más hermosos de su obra?

“El piano es idéntico porque, en ambas versiones, es Chucho quien lo toca. Un par de músicos de Diákara, los hermanos Oscarito y Diego Valdés, también estaban en el Estadio Nacional. El arreglo es el mismo que hicimos con Irakere. Si suena algo diferente es solo porque Diákara fue una banda de muchos menos músicos”.

De niño escuché esa canción incontables veces, por mis padres, por sus amigos, por la radio, y un buen día desapareció. ¿Hay una metáfora en ese desvanecimiento?

“A mí no se me ocurre”.

¿Desapareció la esperanza? ¿Volver a cantarla es acaso un llamado a recuperarla?

“Puede que hoy, al menos aparentemente, no haya tanta uniformidad de esperanzas como en los 90, pero es difícil que la esperanza se extinga, mientras hay vida”.

¿La esperanza es amor?

“La esperanza es necesidad, igual que el amor”.