Entrevistó: Nonito Pereira, periódico El Ideal Gallego.
29 de Septiembre del 1996
La trilogía familiar empezó en el 92 con Silvio, siguió con Rodríguez en 1993 y se cierra con el apellido materno, Domínguez, en 1996. Tres obras con un mismo diseño sonoro de música trovada donde Silvio Rodríguez reivindica una vez más el arte de trovar del que él es un extraordinario talento. No es nada fácil desnudarse íntima e instrumentalmente ante una audiencia embotada por sonidos de nueva procedencia tecnológica y captar las esencias más profundas del ser humano para hacerlas volar sobre las alas de un colibrí por todas las estancias emotivas. Silvio vino de Cuba para presentar su último disco ante los medios en una sala abarrotada de la sociedad General de Autores. Durante toda la rueda de prensa Silvio supo dar respuesta a una lluvia de preguntas que se le hicieron sobre sus canciones y su música y, como era de esperar, sobre la actualidad política en su país.
Con la referencia de su primera visita en La Coruña con la Nueva Trova Cubana, actuando en el Palacio de los Deportes junto a Pablo Milanés en el año 1976, quise saber cuando tendríamos la posibilidad de ver de nuevo por Galicia a Silvio.
Este año no tengo previsto hacer alguna gira más. Espero venir a España el próximo año y entonces visitaré de nuevo Galicia. En Cuba se siente un cariño muy especial por esta tierra.
La canción elegida como escaparte de Domínguez fue Ala de Colibrí. ¿De qué trata esta canción que persigue fundar un partido de sueños y patrocinar al cantor desahuciado que no es post, ni moderno?
Es una canción que compuse el año pasado para la conmemoración del centenario de la caída de José Martí, en Dos Ríos. Allí la canté por primera vez. El motivo me lo dio el poeta cubano Cintio Vitier, con su llamamiento a la Asamblea Nacional, para inspirados en un pensamiento martiano, mejorar aspectos de la educación y la cultura. La canción está basada en ese pensamiento de nuestro Apóstol, que dice que las verdades esenciales caben en las alas de un colibrí.
Rodríguez estuvo dedicado a tu padre Dagoberto y Domínguez con una foto de tu madre cuando tenía 18 años en portada, es un homenaje a tu madre, que por cierto canta una canción contigo en el disco. ¿Qué ha significado tu madre en tu trayectoria como ser humano y como trovador y la madre como concepto general?
¿Guapa, verdad? Como todas las madres… no hay madre fea. Ya lo he dicho en otra ocasión, mi madre es la música, aunque creo que en cierta forma las madres pudieran ser algo así como la música de cada cual. Efectivamente, aparece la Domínguez mayor, mi madre, cantando conmigo una de mis primeras canciones. El viento eres tú. Nos sentimos muy bien durante la grabación. Ella ya conocía la canción de tanto cantársela y aunque no está muy acostumbrada a estos trajines, hicimos muy pocas tomas. A propósito dejé un comentario de ella, una adivinanza de guajiros, al principio de la grabación, cuando le estoy explicando la distancia a la que debe de colocarse del micrófono.
También colabora otra Domínguez, tu hermana…
Sí, efectivamente, es la primera vez que en esta trilogía familiar hay dos colaboraciones especiales, la de mi madre y la de mi hermana Anabel en Si seco un llanto.
¿Es esa la única aportación con respecto a los anteriores discos?
Como elementos de continuidad están las guitarras y las voces; como ruptura, la utilización de ambientes electrónicos, discretos para evitar demasiada distancia con los dos discos anteriores, así como pinceladas seriales, a partir de lo acústico.
¿Hay alguna canción en Domínguez que necesite explicación para quienes escuchen el disco?
La verdad es que prefiero hablar sobre todo el disco, sin excepciones. Parece que hay coincidencia entre algunos amigos cercanos de que Domínguez semeja una transición. ¿Hacia dónde?... (sonrisa)… mejor pregúntamelo dentro de un año, porque ahora mismo no lo sé. Esta especie de desplazamiento parece dirigirse hacia delante y la sensación no está solamente en lo tímbrico ya que se nota en lo musical. Es un disco muy cambiante. Yo diría que es casi entretenido.
En unas de sus canciones hablas de quién sabe qué es el comunismo ¿Qué es para Silvio el comunismo?
Algo así como el cristianismo original: la posibilidad de un mundo mejor para todos.
Me quieren y Tema de los Locos son dos canciones que salen de lo habitual en tu repertorio.
Sí, la primera es un blues con son, o viceversa, y quizá hasta con algo de rap. Es una de las escasas ocasiones en que he puesto música a un texto terminado, en este caso con estructura de soneto. Por cierto que una persona me dijo que le recordaba a Joaquín Sabina. No veo la semejanza por ningún lado, aunque me encantó que fuera con él la comparación. Tema de los Locos es un instrumental que inventé para una versión muy especial del Tartufo de Moliére, estrenada este año en La Habana bajo la dirección de José Antonio Rodríguez. Aquí debutó como actriz mi hija Violeta, el mismo día de su cumpleaños. Ella hacía el personaje de Mariana, para el que compuse Se demora, que también va en el disco.
Silvio, ¿cuál es tu impresión de la cultura de este fin de milenio?
La verdad es que me encantaría ser como un delfín del alba y anunciar al mundo el fin de la barbarie. Pero, lamentablemente no soy delfín, no vislumbro sino de lejos la aurora, y la barbarie, brutal e impune, se mofa de nuestros sueños, incluso culturales. Solo queda espacio para resistir, con la esperanza de que la conciencia y la voluntad –o el instinto– nos separen, cuando menos poco a poco, de las abominaciones.
Ahora que tienes una casa de discos ¿Sigues pensando que el comercionalismo es un enemigo natural de la espiritualidad?
Sí, estoy convencido de ello. Al negocio del disco lo veo igual que siempre: como pescado en tarima. Ojalá es un sello modesto, no solo sin pretensiones sino con discretas posibilidades. Surge a partir del declive de la edición discográfica en Cuba, como una forma de abrir un nuevo frente que colabore en la proyección musical. Ojalá es una especie de triunvirato, y aunque todo es parte de una misma idea, organizativamente funciona por separado. Por una parte está la editora, por otra el estudio de grabación, y por último el sello discográfico. Los beneficios de las ventas en Cuba van a una cuenta destinada al arte. Por eso firmamos un protocolo, con el Ministerio de Cultura, que así lo establece. Hasta ahora hemos grabado en ellos Domínguez y un disco de rap cubano de Edesio Alejandro y estamos mezclando otro de Frank Fernández con Anabel López. También hemos grabado a algunos jóvenes intérpretes que aspiran a becas y concursos internacionales y hemos alquilado el estudio en varias ocasiones a empresas de algunos países. Esto último lo necesitamos para el mantenimiento del estudio, pero no queremos abusar de esta posibilidad, porque queremos seguir siendo un centro alternativo, quiero decir con la mayor libertad posible para dedicarnos a lo valioso culturalmente y mantenernos lo más asépticos posible, en medio de la modas y otras enfermedades.
¿Qué hay de los proyectos de trabajar con jóvenes trovadores elegidos por ti? ¿Cómo ve el trabajo de la gente más joven que hace canciones en Cuba, Latinoamérica o España?
En Cuba existe la tendencia de hacerse acompañar por una banda, por lo que los trovadores siempre son mitad eso mismo y mitad roqueros o soneros o lo que sea. Esto parece que le pasa a todo el mundo, a mí también me pasó; me fascinaba escuchar mi música pasada por otros instrumentos. También es una realidad de que en las radios de cualquier país hay pocos espacios para la música trovadoresca. En la medida que en las listas de éxitos de cada país, se ha ido imponiendo una competencia feroz, la música trovadoresca ha ido quedando como relegada. Los promotores musicales no se fijan en lo que sucede, a nivel público, cuando se hacen conciertos intimistas. Creo que la gente puede vibrar intensamente con la música suave.
Titón. Fresa y chocolate
¿Cómo ves el cine de Tomás Gutiérrez Alea, recientemente fallecido?
Tengo la sensación de que el éxito de sus últimas películas está matizado por las expectativas creadas sobre Cuba por la propaganda política que se nos hace en el exterior. Por eso el asunto de la homosexualidad, en Fresa y Chocolate, se ha pretendido usar exclusivamente como denuncia de errores de la Revolución Cubana y no como una forma de indagación de cierta negatividad que arrastramos los pueblos hispanos, junto con buena parte del mundo.
Pero Fresa y Chocolate le sirvió para darse a conocer.
Titón, en realidad tenía una trayectoria que desde hace mucho los situaba entre los maestros, estaba molesto por la injusticia y manipulación dada al tema. Un tema que, con su modestia habitual y sin caer en el panfleto, ironizó con su aguda visión de artista. Él, además, de ser un gran cineasta, creo que fue ejemplo cultural, sin caer en pintoresquismo.
¿Se comprendía su cine en Cuba o su crítica era demasiado fuerte?
Cantó desde nuestras raíces y desde nuestras razones, porque fue y es parte de ellas, y eso le dio la imprescindible voz autocrítica de los que se han quedado para siempre.
El embrujo de García Márquez y la flauta
¿Qué literatura te ha sorprendido en los últimos meses?
El último libro de García Márquez, el de los periodistas secuestrados por los narcos. No me dejó dormir hasta que lo terminé. Luego llegaron Las noches de las mil y una noches de Naguib Mahfuz, que habla como un derviche y que me dejó fascinado por su sabiduría. Por último cayó en mis manos una novela singular, terriblemente amarga y divertida, además de muy bien escrita por un tal Mark Helprin, Memorias de una caja a pruebas de hormiga, que, salvo algunas norteamericanadas –como decir que Brasil sólo tiene dos enemigos: la pereza y el aceite de coco–, me pareció excelente.
¿Y qué música?
Hace poco me regalaron un disco de música del Renacimiento tardío, bellamente expuesto por un grupo llamado Proyect Arts Nova (PAN). Se llama La Isla de San Hilarión y te lo recomiendo. En las últimas semanas también he escuchado a Glenn Gould, a quien había oído algunas veces pero poco escuchado. Es maravilloso, y no solo por Bach, pero si de sumergirme en la música se trata, te confieso que, sobre todo, he sido absorbido por la flauta; y la he disfrutado como una cobra hechizada, gracias a las interpretaciones apasionantes de una flautista cubana llamada Niurka González.
Tecnología y futuro
¿Cómo va a influir la tecnología que ha instalado en su propio estudio en la música que hagas a partir de ahora?
No le temo a ninguna tecnología, siempre que quien la maneje lo sostenga el sentimiento humano. Cualquier recurso que sirva de soporte a la expresión es bienvenido. Esto no quiere decir que a partir de ahora mis discos vayan a ser irreconocibles, pero quiere decir que, para mí, cada técnica que aparece no es la nueva cerradura de una cárcel sino un paso más hacia la libertad.
¿Qué hay de esas canciones inéditas de Silvio Rodríguez y que ahora quiere recuperar para editarlas en un nuevo disco?
En eso estoy. Date cuenta de que cuando hice mi primer disco en solitario, en 1975, llevaba ocho años de profesional y ya había compuesto unos cuantos cientos de canciones. Imagínate el partidero de cabeza que fue elegir las que incluiría. Después, más o menos, he publicado un disco cada dos años, con el mismo partidero de cabeza. Desde hace dos años –y en este trabajo me ha ayudado mucho Vicente Feliú– me dedico también a recopilar y organizar el reguero de canciones que tengo. La mayoría de las canciones suenan bien, sobre todo si se tienen cuenta la limitada tecnología de por entonces. Solo necesitan un poco de agua y detergente que elimine el ruido de cinta y quizás unos leves retoques de ecualización. El caso es que, cada vez que empiezo un nuevo trabajo siento el peso de todo lo que tengo pendiente, y quisiera cumplir como es debido con esas canciones que también son parte de mi vida.
¿Cómo te gustaría que te recordaran, sino te parece pedante, en el futuro?
Me he pasado la vida en lucha contra la vanidad, contra lo vacío, contra lo inútil. Aún así no he podido evitar caer en pretensiones, a diferencia de lo que recomienda el Tao, que tanto admiro, como hacer canciones y exponerlas. Esto, me guste o no, revela cierto grado de ilusión. Resumiendo, creo que me bastaría con que se supiera que si alguna vez hice daño, fue sin querer.
¿Algo que añadir sobre el Domínguez?
De lo que nunca se habla de un disco, es del trabajo que cuesta hacerlo, de lo que uno sufre y goza, de lo que se recondena y vuelve a gozar, y, en fin, vive.
Con la referencia de su primera visita en La Coruña con la Nueva Trova Cubana, actuando en el Palacio de los Deportes junto a Pablo Milanés en el año 1976, quise saber cuando tendríamos la posibilidad de ver de nuevo por Galicia a Silvio.
Este año no tengo previsto hacer alguna gira más. Espero venir a España el próximo año y entonces visitaré de nuevo Galicia. En Cuba se siente un cariño muy especial por esta tierra.
La canción elegida como escaparte de Domínguez fue Ala de Colibrí. ¿De qué trata esta canción que persigue fundar un partido de sueños y patrocinar al cantor desahuciado que no es post, ni moderno?
Es una canción que compuse el año pasado para la conmemoración del centenario de la caída de José Martí, en Dos Ríos. Allí la canté por primera vez. El motivo me lo dio el poeta cubano Cintio Vitier, con su llamamiento a la Asamblea Nacional, para inspirados en un pensamiento martiano, mejorar aspectos de la educación y la cultura. La canción está basada en ese pensamiento de nuestro Apóstol, que dice que las verdades esenciales caben en las alas de un colibrí.
Rodríguez estuvo dedicado a tu padre Dagoberto y Domínguez con una foto de tu madre cuando tenía 18 años en portada, es un homenaje a tu madre, que por cierto canta una canción contigo en el disco. ¿Qué ha significado tu madre en tu trayectoria como ser humano y como trovador y la madre como concepto general?
¿Guapa, verdad? Como todas las madres… no hay madre fea. Ya lo he dicho en otra ocasión, mi madre es la música, aunque creo que en cierta forma las madres pudieran ser algo así como la música de cada cual. Efectivamente, aparece la Domínguez mayor, mi madre, cantando conmigo una de mis primeras canciones. El viento eres tú. Nos sentimos muy bien durante la grabación. Ella ya conocía la canción de tanto cantársela y aunque no está muy acostumbrada a estos trajines, hicimos muy pocas tomas. A propósito dejé un comentario de ella, una adivinanza de guajiros, al principio de la grabación, cuando le estoy explicando la distancia a la que debe de colocarse del micrófono.
También colabora otra Domínguez, tu hermana…
Sí, efectivamente, es la primera vez que en esta trilogía familiar hay dos colaboraciones especiales, la de mi madre y la de mi hermana Anabel en Si seco un llanto.
¿Es esa la única aportación con respecto a los anteriores discos?
Como elementos de continuidad están las guitarras y las voces; como ruptura, la utilización de ambientes electrónicos, discretos para evitar demasiada distancia con los dos discos anteriores, así como pinceladas seriales, a partir de lo acústico.
¿Hay alguna canción en Domínguez que necesite explicación para quienes escuchen el disco?
La verdad es que prefiero hablar sobre todo el disco, sin excepciones. Parece que hay coincidencia entre algunos amigos cercanos de que Domínguez semeja una transición. ¿Hacia dónde?... (sonrisa)… mejor pregúntamelo dentro de un año, porque ahora mismo no lo sé. Esta especie de desplazamiento parece dirigirse hacia delante y la sensación no está solamente en lo tímbrico ya que se nota en lo musical. Es un disco muy cambiante. Yo diría que es casi entretenido.
En unas de sus canciones hablas de quién sabe qué es el comunismo ¿Qué es para Silvio el comunismo?
Algo así como el cristianismo original: la posibilidad de un mundo mejor para todos.
Me quieren y Tema de los Locos son dos canciones que salen de lo habitual en tu repertorio.
Sí, la primera es un blues con son, o viceversa, y quizá hasta con algo de rap. Es una de las escasas ocasiones en que he puesto música a un texto terminado, en este caso con estructura de soneto. Por cierto que una persona me dijo que le recordaba a Joaquín Sabina. No veo la semejanza por ningún lado, aunque me encantó que fuera con él la comparación. Tema de los Locos es un instrumental que inventé para una versión muy especial del Tartufo de Moliére, estrenada este año en La Habana bajo la dirección de José Antonio Rodríguez. Aquí debutó como actriz mi hija Violeta, el mismo día de su cumpleaños. Ella hacía el personaje de Mariana, para el que compuse Se demora, que también va en el disco.
Silvio, ¿cuál es tu impresión de la cultura de este fin de milenio?
La verdad es que me encantaría ser como un delfín del alba y anunciar al mundo el fin de la barbarie. Pero, lamentablemente no soy delfín, no vislumbro sino de lejos la aurora, y la barbarie, brutal e impune, se mofa de nuestros sueños, incluso culturales. Solo queda espacio para resistir, con la esperanza de que la conciencia y la voluntad –o el instinto– nos separen, cuando menos poco a poco, de las abominaciones.
Ahora que tienes una casa de discos ¿Sigues pensando que el comercionalismo es un enemigo natural de la espiritualidad?
Sí, estoy convencido de ello. Al negocio del disco lo veo igual que siempre: como pescado en tarima. Ojalá es un sello modesto, no solo sin pretensiones sino con discretas posibilidades. Surge a partir del declive de la edición discográfica en Cuba, como una forma de abrir un nuevo frente que colabore en la proyección musical. Ojalá es una especie de triunvirato, y aunque todo es parte de una misma idea, organizativamente funciona por separado. Por una parte está la editora, por otra el estudio de grabación, y por último el sello discográfico. Los beneficios de las ventas en Cuba van a una cuenta destinada al arte. Por eso firmamos un protocolo, con el Ministerio de Cultura, que así lo establece. Hasta ahora hemos grabado en ellos Domínguez y un disco de rap cubano de Edesio Alejandro y estamos mezclando otro de Frank Fernández con Anabel López. También hemos grabado a algunos jóvenes intérpretes que aspiran a becas y concursos internacionales y hemos alquilado el estudio en varias ocasiones a empresas de algunos países. Esto último lo necesitamos para el mantenimiento del estudio, pero no queremos abusar de esta posibilidad, porque queremos seguir siendo un centro alternativo, quiero decir con la mayor libertad posible para dedicarnos a lo valioso culturalmente y mantenernos lo más asépticos posible, en medio de la modas y otras enfermedades.
¿Qué hay de los proyectos de trabajar con jóvenes trovadores elegidos por ti? ¿Cómo ve el trabajo de la gente más joven que hace canciones en Cuba, Latinoamérica o España?
En Cuba existe la tendencia de hacerse acompañar por una banda, por lo que los trovadores siempre son mitad eso mismo y mitad roqueros o soneros o lo que sea. Esto parece que le pasa a todo el mundo, a mí también me pasó; me fascinaba escuchar mi música pasada por otros instrumentos. También es una realidad de que en las radios de cualquier país hay pocos espacios para la música trovadoresca. En la medida que en las listas de éxitos de cada país, se ha ido imponiendo una competencia feroz, la música trovadoresca ha ido quedando como relegada. Los promotores musicales no se fijan en lo que sucede, a nivel público, cuando se hacen conciertos intimistas. Creo que la gente puede vibrar intensamente con la música suave.
Titón. Fresa y chocolate
¿Cómo ves el cine de Tomás Gutiérrez Alea, recientemente fallecido?
Tengo la sensación de que el éxito de sus últimas películas está matizado por las expectativas creadas sobre Cuba por la propaganda política que se nos hace en el exterior. Por eso el asunto de la homosexualidad, en Fresa y Chocolate, se ha pretendido usar exclusivamente como denuncia de errores de la Revolución Cubana y no como una forma de indagación de cierta negatividad que arrastramos los pueblos hispanos, junto con buena parte del mundo.
Pero Fresa y Chocolate le sirvió para darse a conocer.
Titón, en realidad tenía una trayectoria que desde hace mucho los situaba entre los maestros, estaba molesto por la injusticia y manipulación dada al tema. Un tema que, con su modestia habitual y sin caer en el panfleto, ironizó con su aguda visión de artista. Él, además, de ser un gran cineasta, creo que fue ejemplo cultural, sin caer en pintoresquismo.
¿Se comprendía su cine en Cuba o su crítica era demasiado fuerte?
Cantó desde nuestras raíces y desde nuestras razones, porque fue y es parte de ellas, y eso le dio la imprescindible voz autocrítica de los que se han quedado para siempre.
El embrujo de García Márquez y la flauta
¿Qué literatura te ha sorprendido en los últimos meses?
El último libro de García Márquez, el de los periodistas secuestrados por los narcos. No me dejó dormir hasta que lo terminé. Luego llegaron Las noches de las mil y una noches de Naguib Mahfuz, que habla como un derviche y que me dejó fascinado por su sabiduría. Por último cayó en mis manos una novela singular, terriblemente amarga y divertida, además de muy bien escrita por un tal Mark Helprin, Memorias de una caja a pruebas de hormiga, que, salvo algunas norteamericanadas –como decir que Brasil sólo tiene dos enemigos: la pereza y el aceite de coco–, me pareció excelente.
¿Y qué música?
Hace poco me regalaron un disco de música del Renacimiento tardío, bellamente expuesto por un grupo llamado Proyect Arts Nova (PAN). Se llama La Isla de San Hilarión y te lo recomiendo. En las últimas semanas también he escuchado a Glenn Gould, a quien había oído algunas veces pero poco escuchado. Es maravilloso, y no solo por Bach, pero si de sumergirme en la música se trata, te confieso que, sobre todo, he sido absorbido por la flauta; y la he disfrutado como una cobra hechizada, gracias a las interpretaciones apasionantes de una flautista cubana llamada Niurka González.
Tecnología y futuro
¿Cómo va a influir la tecnología que ha instalado en su propio estudio en la música que hagas a partir de ahora?
No le temo a ninguna tecnología, siempre que quien la maneje lo sostenga el sentimiento humano. Cualquier recurso que sirva de soporte a la expresión es bienvenido. Esto no quiere decir que a partir de ahora mis discos vayan a ser irreconocibles, pero quiere decir que, para mí, cada técnica que aparece no es la nueva cerradura de una cárcel sino un paso más hacia la libertad.
¿Qué hay de esas canciones inéditas de Silvio Rodríguez y que ahora quiere recuperar para editarlas en un nuevo disco?
En eso estoy. Date cuenta de que cuando hice mi primer disco en solitario, en 1975, llevaba ocho años de profesional y ya había compuesto unos cuantos cientos de canciones. Imagínate el partidero de cabeza que fue elegir las que incluiría. Después, más o menos, he publicado un disco cada dos años, con el mismo partidero de cabeza. Desde hace dos años –y en este trabajo me ha ayudado mucho Vicente Feliú– me dedico también a recopilar y organizar el reguero de canciones que tengo. La mayoría de las canciones suenan bien, sobre todo si se tienen cuenta la limitada tecnología de por entonces. Solo necesitan un poco de agua y detergente que elimine el ruido de cinta y quizás unos leves retoques de ecualización. El caso es que, cada vez que empiezo un nuevo trabajo siento el peso de todo lo que tengo pendiente, y quisiera cumplir como es debido con esas canciones que también son parte de mi vida.
¿Cómo te gustaría que te recordaran, sino te parece pedante, en el futuro?
Me he pasado la vida en lucha contra la vanidad, contra lo vacío, contra lo inútil. Aún así no he podido evitar caer en pretensiones, a diferencia de lo que recomienda el Tao, que tanto admiro, como hacer canciones y exponerlas. Esto, me guste o no, revela cierto grado de ilusión. Resumiendo, creo que me bastaría con que se supiera que si alguna vez hice daño, fue sin querer.
¿Algo que añadir sobre el Domínguez?
De lo que nunca se habla de un disco, es del trabajo que cuesta hacerlo, de lo que uno sufre y goza, de lo que se recondena y vuelve a gozar, y, en fin, vive.