Entrevista de Ramón Barreras para el periódico Trabajadores


21 de Septiembre del 2011

Mario Benedetti expresó sobre ti: “Quizá el secreto resida en que siempre transmite una gran sinceridad, una honestidad a toda prueba, un no aparentar lo que no es…" ¿Cómo consideras esa apreciación a la luz del tiempo?

Recuerdo que José Antonio Méndez también decía que la canción debía estar hecha con sinceridad. Pues a mí me parece que la sinceridad, el honesto deseo de hacer algo y de hacerlo, además, bien hecho, es lo que convalida cualquier acto, más allá de que sea o no un acto artístico. A cualquier forma de trabajo o de relación humana se le podría aplicar.

¿Cuáles recuerdos no puedes apartar de los inicios, aquellos tiempos fundacionales de la Nueva Trova, con incomprensiones y compresiones?

Me son inolvidables mis encuentros con diferentes compañeros de trova, porque de aquel conocimiento salió el espíritu generacional. A Vicente lo conocí en la secundaria básica, cuando ninguno de los dos tocábamos guitarra, y desde entonces hemos sido amigos. Recuerdo cuando me desmovilicé de las FAR y en el Festival de Varadero de 1967 conocí a Martín Rojas y a Eduardo Ramos, dos jóvenes mucho más avanzados que yo en la guitarra (por entonces yo era prácticamente un principiante). A Noel Nicola lo conocí cuando el grupo de Senén Suárez le estaba grabando “El tiempo y yo”, una bella canción de juventud. También recuerdo cuando Omara me presentó a Pablo Milanés, por quien sentí una admiración inmediata, por esa gran musicalidad que siempre lo ha caracterizado.

En el 1994* escribiste la canción “¿Por qué?”, en la cual afirmas: “Siempre no ha de haber un mundo en división”. ¿Qué te sugiere esa afirmación hoy?

Bueno, aquella era la afirmación de un joven, inspirado por un proceso revolucionario que también era joven. Era como una doble carga positiva. Teníamos la vida por delante y, como todo joven, estábamos “comiéndonos el mundo”. Esa es la función de los jóvenes, la fuerza, el optimismo. Y la función de los que ya no somos jóvenes es poner nuestra experiencia a su servicio, para que puedan llegar más lejos que nosotros.

Unos te consideran brillante y grande, pero muy sencillo (entre quienes me cuento), otros te valoran como demasiado fuerte, duro, serio… ¿Cómo te vez a ti mismo y ante los demás?

Yo me veo normal, no me veo especial en ningún sentido. Siempre he dicho que soy el hijo de Dagoberto y Argelia, cosa que me parece suficiente.

Cantor, músico, poeta… ¿Cuál sería la definición exacta?

Los oficios que me han dado de comer fueron el de dibujante y el de trovador. Tuve que hacer otras labores cuando era casi un niño, como dependiente o cantinero, pero esas no las cuento porque no necesitaban estudio y rigor.

¿Compromisos presentes y futuros?

Ahora en septiembre continuaremos haciendo conciertos por los barrios más necesitados. Ya hicimos 16 y nos quedan unos cuantos más en La Habana. Después quiero irme a algunos lugares fuera de la capital, a hacer lo mismo en barrios necesitados de algunas ciudades y pueblos del país… En noviembre haré tres conciertos en Argentina y uno en Uruguay. Estoy haciendo las canciones para el largo metraje “Meñique”, de Ernesto Padrón. En general sigo haciendo canciones. Y letras sin música. Y músicas sin letras. Me gustaría que me alcanzara el tiempo para hacer otra gira por las prisiones. A ver si logro que eso se sistematice, que es lo que siempre he pretendido.

¿Qué valoración tienes de la amistad?

No soy tan radical como Martí, que, según unos versos, ponía a un lado el amor por un amigo… Bueno, esos versos hablan de su vida, que fue muy corta y entregada… Yo tengo un gran concepto de la amistad, tan alto que ni siquiera necesito que se den cuenta.

Te presentaste recientemente en los Estados Unidos y Puerto Rico. ¿Cómo valoras ese hecho, a partir sobre todo de las diferencias políticas que nos han marcado durante tantos años?

Llevaban 30 años sin darme visa. Para mí lo más impresionante fue que fueron conciertos apenas divulgados y sin embargo con una extraordinaria respuesta de público. La gente se pasaba la noticia por Internet. Y qué maravilloso ver a tantos compatriotas, además desbordados de cariño. En el teatro Gibson, de Los Ángeles, un lugar de proporciones colosales, alguien gritó de pronto: “¡Silvio, y esto fue sin propaganda! ¡Si lo llegan a anunciar imagínate!”. En Oakland estuvimos en el fabuloso teatro Paramount, de estilo Art Decó. Fue uno de mis conciertos que mejor ha sonado, porque las condiciones acústicas son excepcionales. Y, por supuesto, lo dos Carnegie Hall que hicimos en Nueva York, llenos de un público entusiasta, que hasta cierto punto rompía con la etiqueta de una sala tan importante. En el segundo concierto tuvimos el honor de que fuera Pete Seeger, una leyenda viva de la canción que ya debe tener 92 años. Esa gira la empezamos por Puerto Rico, con un calor humano enorme, por la identidad que tenemos con ese pueblo. Lo cierto es que toda la gira fue muy emotiva y gratificante.

En el programa Entre dos que se quieran…**, afirmaste: “No veo a Cuba como a un altar, ni como una catedral a la que uno va”. ¿Catedral, templo, nación, país, patria, raíz…?

Nacer es algo que nadie escoge, como tampoco dónde. Pero una vez que ocurre, las circunstancias, la historia, la cultura de donde naciste te envuelven y se convierten en tus causas y tus azares. La vida es, por momentos, una afinidad con todo eso y en otros momentos una verdadera lucha.

Te has pronunciado sobre la posibilidad y necesidad de cambios en Cuba, dentro del propio proceso revolucionario. ¿Cómo aprecias, desde tu punto de vista, el futuro de nuestro país?

Aspiro a un socialismo cada vez más democrático y participativo. Aspiro a ver pronto esa reforma migratoria que se anuncia y no acaba de llegar. Seguro no va a ser perfecta y deberá sufrir modificaciones, pero lo que no empieza no puede progresar. Es muy doloroso que haya tanta gente queriendo regresar a su país y que no pueda. Eso me parece inadmisible. Igualmente lo pienso de los que se quieren ir y no pueden. Aspiro a que todos los cubanos tengamos los mismos derechos, mucho más si los ganamos trabajando y aportando con amor a nuestro país. Soy consciente de que hemos avanzado en estos sentidos, pero no está de más seguir aspirando a que nadie sea discriminado por sus ideas, por sus sentimientos, creencias, color o preferencia sexual. Aspiro a que maduremos y seamos más comprensivos y permisivos. Aspiro a que si alguien protesta por algo que no compartimos tengamos la suficiente altura para respetar su derecho a expresarse… Aspiro a que todos adquiramos cada vez más conciencia ecológica, que aprendamos a respetar la naturaleza. Es un desastre como quedan las playas cuando acaba el verano. También creo que las autoridades deben ser más pedagógicas y cuidadosas, y que deben velar por esto y ser más severas con las agresiones a la naturaleza y a los bienes colectivos… Creo que si dentro de un rato me preguntas, alargaré la lista de mis aspiraciones.

(*) La canción "¿Por qué?" es de 1964. Asumiendo eso contesté la pregunta, sin reparar en que la fecha estaba equivocada.

(**) Se refiere al programa de TV conducido por Amaury Pérez "Con dos que se quieran..."