Entrevistó: Gerardo Arreola para La Jornada Virtu@l, México
10 de Abril del 2003
¿Hubo algún momento, una imagen, un sonido, una lectura, que te decidieran a escribir estas canciones?
Además de imágenes, sonidos y lecturas, que son nutrientes constantes, lo que motiva estas canciones es la realidad que mantiene al mundo en vilo, o sea la agresión a Iraq. Hay cierto sentimiento de impotencia al ver humillados algunos principios que, aunque no se cumplían totalmente, todavía nos daban cierto aire de civilización. Me refiero al llamado derecho internacional. También pudiera decirte que estas canciones empezaron a ser escritas cuando yo era niño y leí Las Mil y Una Noches. Entonces, sin saberlo, contraje una deuda con los pueblos que crearon esas leyendas, que han prestado tan buenos servicios a toda la humanidad, incluso a la parte agresora. La idea de “Sinuhé” me vino hace diez años, durante la llamada “guerra del golfo”. Entonces incluso pensé en hacer un concierto en Bagdad, por todo lo hundido bajo los escombros de los bombardeos. Pero lo de entonces parece benigno, comparado con la masacre actual. En “Camelot” uso un mito épico de la cultura anglosajona; un mito de caballeros honorables y su rey glorioso. Ahora es la honorabilidad y la gloria míticas de lo que una vez fue llamado “el sueño americano”.
En esta guerra parece ser que los intelectuales han levantado la voz de inmediato: ¿es un hecho real que en nuestra época haya ganado fuerza la palabra?
Pero no lo bastante. La realidad nos grita que la fuerza sigue predominando sobre el intelecto. Algunos seres llamados humanos están dejando un testimonio inequívoco de su afinidad con las bestias.
En tus textos invocas dos leyendas con finales promisorios. ¿Eres igualmente optimista sobre la salida de esta crisis?
Desde hace algún tiempo tengo la impresión de que estamos viviendo una nueva Edad Media. Entonces había un predominio militar e ideológico en sociedades muy bien delimitadas. Actuar e incluso pensar más allá de lo admitido podía condenarte a los fuegos eternos y también a los circunstanciales, como la hoguera. Hoy día volvemos a tener severas delimitaciones de lo bueno y lo malo, y los discursos no cesan de hablar de democracia, tolerancia y piedad, pero nada más lejos de lo que realmente se practica. Así vemos como los más ladrones no se cansan de repetir que son los más honrados; los más delincuentes insisten en que son los más legales; los más abusadores y cobardes no cesan de pintarse como los más justos y valientes. De igual forma los más pérfidos y dañinos son los que se atreven a decirnos que no somos buenos, que somos parte de un hipotético eje del mal, y son los que en cambio dan diplomas a los que se portan como a ellos les conviene, o sea, aceptándoles todo lo que se les antoje hacer o deshacer. Se ha creado una mitología acerca del terrorismo y los más grandes terroristas son quienes la crearon.
Yo creo que el mundo está muy mal y en estos instantes no veo muchas razones para ser optimistas respecto a su suerte. Pero aún así creo en la humanidad que quiere vivir en y para la libertad. Por eso también me parece que los poderosos se están metiendo en grandes líos, porque están dando muy malos ejemplos. Y así como aquella Edad Media vio su fin, esta también deberá terminar. Es inevitable que el mundo, por más que se deba al amor, se defienda del terror inhumano.
Además de imágenes, sonidos y lecturas, que son nutrientes constantes, lo que motiva estas canciones es la realidad que mantiene al mundo en vilo, o sea la agresión a Iraq. Hay cierto sentimiento de impotencia al ver humillados algunos principios que, aunque no se cumplían totalmente, todavía nos daban cierto aire de civilización. Me refiero al llamado derecho internacional. También pudiera decirte que estas canciones empezaron a ser escritas cuando yo era niño y leí Las Mil y Una Noches. Entonces, sin saberlo, contraje una deuda con los pueblos que crearon esas leyendas, que han prestado tan buenos servicios a toda la humanidad, incluso a la parte agresora. La idea de “Sinuhé” me vino hace diez años, durante la llamada “guerra del golfo”. Entonces incluso pensé en hacer un concierto en Bagdad, por todo lo hundido bajo los escombros de los bombardeos. Pero lo de entonces parece benigno, comparado con la masacre actual. En “Camelot” uso un mito épico de la cultura anglosajona; un mito de caballeros honorables y su rey glorioso. Ahora es la honorabilidad y la gloria míticas de lo que una vez fue llamado “el sueño americano”.
En esta guerra parece ser que los intelectuales han levantado la voz de inmediato: ¿es un hecho real que en nuestra época haya ganado fuerza la palabra?
Pero no lo bastante. La realidad nos grita que la fuerza sigue predominando sobre el intelecto. Algunos seres llamados humanos están dejando un testimonio inequívoco de su afinidad con las bestias.
En tus textos invocas dos leyendas con finales promisorios. ¿Eres igualmente optimista sobre la salida de esta crisis?
Desde hace algún tiempo tengo la impresión de que estamos viviendo una nueva Edad Media. Entonces había un predominio militar e ideológico en sociedades muy bien delimitadas. Actuar e incluso pensar más allá de lo admitido podía condenarte a los fuegos eternos y también a los circunstanciales, como la hoguera. Hoy día volvemos a tener severas delimitaciones de lo bueno y lo malo, y los discursos no cesan de hablar de democracia, tolerancia y piedad, pero nada más lejos de lo que realmente se practica. Así vemos como los más ladrones no se cansan de repetir que son los más honrados; los más delincuentes insisten en que son los más legales; los más abusadores y cobardes no cesan de pintarse como los más justos y valientes. De igual forma los más pérfidos y dañinos son los que se atreven a decirnos que no somos buenos, que somos parte de un hipotético eje del mal, y son los que en cambio dan diplomas a los que se portan como a ellos les conviene, o sea, aceptándoles todo lo que se les antoje hacer o deshacer. Se ha creado una mitología acerca del terrorismo y los más grandes terroristas son quienes la crearon.
Yo creo que el mundo está muy mal y en estos instantes no veo muchas razones para ser optimistas respecto a su suerte. Pero aún así creo en la humanidad que quiere vivir en y para la libertad. Por eso también me parece que los poderosos se están metiendo en grandes líos, porque están dando muy malos ejemplos. Y así como aquella Edad Media vio su fin, esta también deberá terminar. Es inevitable que el mundo, por más que se deba al amor, se defienda del terror inhumano.