Entrevistó: Ricardo García, para una edición especial de la revista La Bicicleta, Chile
de del 1984
Entrevista realizada a fines de 1982
La familia, la hermana cantante, la profesión de dibujante, La Nueva Trova, Pablo Milanés, Bob Dylan, Gloria Simonetti, el Unicornio, la Violeta, las canciones (“lo que más me divierte en el mundo”), el cine, el esquí acuático y el béisbol, Chile: “allí me tendrán”.
Nací en un pequeño pueblo al sur de La Habana, a unos 40 kilómetros, que se llama San Antonio de los Baños.
¿Qué hacían tus padres?
Mi padre era de familia campesina, cuando tenía seis años ya estaba doblado sobre un surco. Después su vida pudo evolucionar un poco, se dedicó a diversos trabajos. Conoció a mi madre, que provenía de una familia de tabaqueros, industria que siempre ha sido fundamental en nuestro país, fue la primera industria nacional en Cuba. Los primeros gremios, que después se transformaron en sindicatos, fueron los de los tabaqueros. Hay un hábito en las tabaquerías, donde se tuerce el tabaco: el de los lectores. Se les paga para que se sienten frente a la gran nave donde se está torciendo el tabaco, y comienzan leyendo la prensa diaria. Después, obras de la literatura universal. Entonces el tabaquero que lleva diez o quince años de torcedor conoce perfectamente a Alejandro Dumas, Shakespeare, Byron, Dostoievski, los clásicos. Es un factor que influyó mucho para que los tabaqueros hayan sido una parte de la clase obrera con un alto nivel cultural.
¿Cuántos hermanos tienes?
Somos dos mujeres y dos hombres, yo soy el mayor de todos.
¿Alguno de ellos se dedica a la música?
Mi hermana Anabell, tú la viste cantar hoy…
Sí, realmente lindo. ¿Crees que tiene algo de ti…?
No, nada. Con la voz que tiene ella y la voz que tengo yo, qué va a tener.
¿Qué hacías antes de dedicarte a la canción?
Era dibujante de historietas, diseñador de periódicos y revistas, pero siendo muy joven, de los 14 a los 17 años. Después pasé al servicio militar activo. Ahí me encontré con la guitarra y empecé a hacer mis canciones. Cuando finalicé el servicio, tenía dos opciones: seguir en el diseño –que no era mal oficio— o dedicarme aventureramente a lo que había adquirido recientemente y que me llamaba mucho la atención. Por eso estaba muy inseguro cuando se me propuso que cantara mis canciones en la televisión. Siempre he dicho que fui convencido por los demás, pero en el fondo es lo que yo quería hacer.
¿Ese tipo de canciones era lo que corresponde a la Nueva Trova?
Tenía por entonces mis influencias, las canciones más viejas, que las cantaban mis padres, la mía fue siempre una familia con musicalidad. Mi madre canta muy lindo, alguna vez voy a grabar con ella. Me doy cuenta de que eso me influyó. También lo que se oía durante mi infancia: Vicentino Valdés, Lucho Gatica, Los Cinco Latinos, que ya hacían una música menos tradicional. Cuando empecé a componer, todas esas cosas influyeron en mí, hice unas especies de baladas, mitad boleros, al estilo de Roberto Cantoral, un poco como Reloj, no marques las horas, con algo de Charles Aznavour, que se empezaba a oír en Cuba. Siempre fui muy receptivo a la balada europea.
¿Cómo se produjo tu encuentro con Pablo Milanés?
A Pablo lo conozco porque amigos comunes me hablan de él, entre ellos Omara Portuondo, una cantante extraordinaria que nació con el movimiento del filin. Un día yo me encontraba en el estudio de televisión grabando unas canciones para un programa que yo tenía, llamado Mientras tanto. Tenía veinte años, no sabía qué hacer con aquello, me sentía medio raro, pero bueno, lo hacía tan mal que parecía que lo hacía bien. Entonces Omara me dijo espérate, no te vayas, y se me apareció con Pablo. Pusimos dos sillas y con una guitarra empezamos a dialogar entre los dos. Nos metimos ahí como una hora, o dos, o tres, yo no sé cuánto. Él me cantaba canciones y yo le cantaba canciones. Parece una cosa teatral, pero realmente fue así. Nació la amistad y descubrí que veíamos la canción con muchos puntos coincidentes.
¿Ese fue el comienzo de la Nueva Trova?
Ese encuentro con Pablo, después un encuentro con Noel Nicola, y sobre todo a partir de la Casa de las Américas, donde se había celebrado en el 67 aquel festival internacional de la canción protesta, como se llamaba entonces a la canción comprometida, la canción social, más por un problema coyuntural, de moda, de frase hecha.
¿Bob Dylan tuvo que ver con su carrera?
Lo conocí en el 69, cuando ya era muy famoso en Estados Unidos e incluso había pasado su etapa más izquierdista, más revolucionaria desde el punto de vista político. No quiero meterme en una crítica o una especulación sobre Dylan; él es un creador que admiro mucho, aún hoy en día.
Cuando conocí sus canciones, él estaba en una etapa muy delirante y hermética. Fue el 69; en septiembre cogí un barco de pesca y me fui a pescar por África, y en ese período en que pude experimentar con todo tipo de expresiones musicales –sobre todo porque me escuchaba poca gente— hice algunas canciones muy fuertemente influidas por Dylan. En general no son muy conocidas, pero una ha trascendido bastante: Óleo de mujer con sombrero. Dylan fue y es muy importante, un tipo fundamental.
Tal vez una de tus canciones más interpretadas hoy sea Unicornio, aparte de Ojalá, que fue grabada en Chile por Gloria Simonetti.
Mira, Gloria tuvo la gentileza de enviarme un disco con una carta muy cálida, muy amorosa, y yo nunca he podido comunicarme con ella. En todo caso quiero agradecer su trabajo con esa canción, que es muy bueno, al igual que el arreglo.
Unicornio es quizás un ejemplo significativo de una opinión que yo he tenido siempre sobre el arte, que es la participación. Hay canciones que no son hechos estáticos sino que al que las escucha lo invitan a crear, o a recrear, a partir de los elementos que se le han dado. Creo que Unicornio tiene esa característica, quizá de sacarle a cada cual el unicornio que cada cual tiene. Yo estaba leyendo parte de las encuestas de El Mercurio, lo que decían los encuestados. Todos estaban proyectando de una u otra forma su espíritu, su ánimo, sus niveles de sensibilidad.
¿Cómo es tu vida cotidiana? Me contabas que tienes una hija de diez años que se llama Violeta… ¿Cómo es?
Es delgadita… Está en quinto grado, pasó con muy buenas notas. Estoy muy orgulloso de ella, es una niña linda…
¿Quieres tener más hijos?
Bueno, cuando se pueda.
¿Cuántas veces te has enamorado realmente?
Chico, yo nunca he dejado de estar enamorado, siempre estoy enamorado. Me parece que el amor es una cosa muy fundamental en la vida de cualquier persona. Todos los amores, no sólo el de pareja. Pero vivir enamorado sí que es importante, de lo que sea.
¿Qué haces en tu vida diaria?
Canciones, que es una de las cosas que más me divierte en el mundo. Por eso las hago, si no fuera una cosa divertida que me hace reír –después, porque primero me angustio–, no las hiciera. Escucho música, leo, voy al cine, salgo con Violeta. Soy muy apegado a mi familia, visito mucho la casa de mis padres. Y recibo a mis amigos, que son muy numerosos.
Me decías que te gustan las películas de Bertolucci, de Chaplin, del soviético Tarkovski…
Pero hay muchos otros. En una época fui fanático de Bergman; en otra de Godard. El cine, la pintura, me influyen. Aparte de la vida, que es la materia prima de las canciones, y de todo lo que se hace artísticamente, me influyen también las artes. Cuando veo una buena película o leo un buen poema me entran ganas de hacer una canción.
Y un detalle “frívolo”, tu afición al deporte. Si es que puede llamarse “frivolidad” al deporte.
Nooo…
Me llamaba la atención, yo no te imaginaba haciendo buceo…
Hace rato ya que no lo hago. Siempre lo he hecho cuando he podido, en las vacaciones. Después de varios intentos descalabrantes he logrado también esquiar algunos metros por encima del agua. Me gusta el deporte, me gustan mucho los caballos.
En tu país se practica el béisbol, el deporte norteamericano…
Sí, el deporte nacional. Se implantó de tal manera que desde hace 24 años somos campeones mundiales y no nos han podido arrebatar el título ni los mismos americanos… Vaya si se implantó.
El fútbol fue, durante muchos años, una incógnita para nuestro pueblo. Después del triunfo de la revolución se ha empezado a practicar el fútbol… A mi hija Violeta le gusta, qué te parece. No es tan insólito, porque está en una escuela que se llama Solidaridad con Chile, y ahí hay muchos chilenitos, que practican el fútbol.
Si vas algún día a Chile y llevas a Violetita, la llevaremos a ver un partido, la Chile con Colo Colo…
Fantástico. Soy muy receptivo a cualquier invitación que me hagan desde Chile, y siempre que se me permita, por parte del gobierno chileno, allí me tendrán.
La familia, la hermana cantante, la profesión de dibujante, La Nueva Trova, Pablo Milanés, Bob Dylan, Gloria Simonetti, el Unicornio, la Violeta, las canciones (“lo que más me divierte en el mundo”), el cine, el esquí acuático y el béisbol, Chile: “allí me tendrán”.
Nací en un pequeño pueblo al sur de La Habana, a unos 40 kilómetros, que se llama San Antonio de los Baños.
¿Qué hacían tus padres?
Mi padre era de familia campesina, cuando tenía seis años ya estaba doblado sobre un surco. Después su vida pudo evolucionar un poco, se dedicó a diversos trabajos. Conoció a mi madre, que provenía de una familia de tabaqueros, industria que siempre ha sido fundamental en nuestro país, fue la primera industria nacional en Cuba. Los primeros gremios, que después se transformaron en sindicatos, fueron los de los tabaqueros. Hay un hábito en las tabaquerías, donde se tuerce el tabaco: el de los lectores. Se les paga para que se sienten frente a la gran nave donde se está torciendo el tabaco, y comienzan leyendo la prensa diaria. Después, obras de la literatura universal. Entonces el tabaquero que lleva diez o quince años de torcedor conoce perfectamente a Alejandro Dumas, Shakespeare, Byron, Dostoievski, los clásicos. Es un factor que influyó mucho para que los tabaqueros hayan sido una parte de la clase obrera con un alto nivel cultural.
¿Cuántos hermanos tienes?
Somos dos mujeres y dos hombres, yo soy el mayor de todos.
¿Alguno de ellos se dedica a la música?
Mi hermana Anabell, tú la viste cantar hoy…
Sí, realmente lindo. ¿Crees que tiene algo de ti…?
No, nada. Con la voz que tiene ella y la voz que tengo yo, qué va a tener.
¿Qué hacías antes de dedicarte a la canción?
Era dibujante de historietas, diseñador de periódicos y revistas, pero siendo muy joven, de los 14 a los 17 años. Después pasé al servicio militar activo. Ahí me encontré con la guitarra y empecé a hacer mis canciones. Cuando finalicé el servicio, tenía dos opciones: seguir en el diseño –que no era mal oficio— o dedicarme aventureramente a lo que había adquirido recientemente y que me llamaba mucho la atención. Por eso estaba muy inseguro cuando se me propuso que cantara mis canciones en la televisión. Siempre he dicho que fui convencido por los demás, pero en el fondo es lo que yo quería hacer.
¿Ese tipo de canciones era lo que corresponde a la Nueva Trova?
Tenía por entonces mis influencias, las canciones más viejas, que las cantaban mis padres, la mía fue siempre una familia con musicalidad. Mi madre canta muy lindo, alguna vez voy a grabar con ella. Me doy cuenta de que eso me influyó. También lo que se oía durante mi infancia: Vicentino Valdés, Lucho Gatica, Los Cinco Latinos, que ya hacían una música menos tradicional. Cuando empecé a componer, todas esas cosas influyeron en mí, hice unas especies de baladas, mitad boleros, al estilo de Roberto Cantoral, un poco como Reloj, no marques las horas, con algo de Charles Aznavour, que se empezaba a oír en Cuba. Siempre fui muy receptivo a la balada europea.
¿Cómo se produjo tu encuentro con Pablo Milanés?
A Pablo lo conozco porque amigos comunes me hablan de él, entre ellos Omara Portuondo, una cantante extraordinaria que nació con el movimiento del filin. Un día yo me encontraba en el estudio de televisión grabando unas canciones para un programa que yo tenía, llamado Mientras tanto. Tenía veinte años, no sabía qué hacer con aquello, me sentía medio raro, pero bueno, lo hacía tan mal que parecía que lo hacía bien. Entonces Omara me dijo espérate, no te vayas, y se me apareció con Pablo. Pusimos dos sillas y con una guitarra empezamos a dialogar entre los dos. Nos metimos ahí como una hora, o dos, o tres, yo no sé cuánto. Él me cantaba canciones y yo le cantaba canciones. Parece una cosa teatral, pero realmente fue así. Nació la amistad y descubrí que veíamos la canción con muchos puntos coincidentes.
¿Ese fue el comienzo de la Nueva Trova?
Ese encuentro con Pablo, después un encuentro con Noel Nicola, y sobre todo a partir de la Casa de las Américas, donde se había celebrado en el 67 aquel festival internacional de la canción protesta, como se llamaba entonces a la canción comprometida, la canción social, más por un problema coyuntural, de moda, de frase hecha.
¿Bob Dylan tuvo que ver con su carrera?
Lo conocí en el 69, cuando ya era muy famoso en Estados Unidos e incluso había pasado su etapa más izquierdista, más revolucionaria desde el punto de vista político. No quiero meterme en una crítica o una especulación sobre Dylan; él es un creador que admiro mucho, aún hoy en día.
Cuando conocí sus canciones, él estaba en una etapa muy delirante y hermética. Fue el 69; en septiembre cogí un barco de pesca y me fui a pescar por África, y en ese período en que pude experimentar con todo tipo de expresiones musicales –sobre todo porque me escuchaba poca gente— hice algunas canciones muy fuertemente influidas por Dylan. En general no son muy conocidas, pero una ha trascendido bastante: Óleo de mujer con sombrero. Dylan fue y es muy importante, un tipo fundamental.
Tal vez una de tus canciones más interpretadas hoy sea Unicornio, aparte de Ojalá, que fue grabada en Chile por Gloria Simonetti.
Mira, Gloria tuvo la gentileza de enviarme un disco con una carta muy cálida, muy amorosa, y yo nunca he podido comunicarme con ella. En todo caso quiero agradecer su trabajo con esa canción, que es muy bueno, al igual que el arreglo.
Unicornio es quizás un ejemplo significativo de una opinión que yo he tenido siempre sobre el arte, que es la participación. Hay canciones que no son hechos estáticos sino que al que las escucha lo invitan a crear, o a recrear, a partir de los elementos que se le han dado. Creo que Unicornio tiene esa característica, quizá de sacarle a cada cual el unicornio que cada cual tiene. Yo estaba leyendo parte de las encuestas de El Mercurio, lo que decían los encuestados. Todos estaban proyectando de una u otra forma su espíritu, su ánimo, sus niveles de sensibilidad.
¿Cómo es tu vida cotidiana? Me contabas que tienes una hija de diez años que se llama Violeta… ¿Cómo es?
Es delgadita… Está en quinto grado, pasó con muy buenas notas. Estoy muy orgulloso de ella, es una niña linda…
¿Quieres tener más hijos?
Bueno, cuando se pueda.
¿Cuántas veces te has enamorado realmente?
Chico, yo nunca he dejado de estar enamorado, siempre estoy enamorado. Me parece que el amor es una cosa muy fundamental en la vida de cualquier persona. Todos los amores, no sólo el de pareja. Pero vivir enamorado sí que es importante, de lo que sea.
¿Qué haces en tu vida diaria?
Canciones, que es una de las cosas que más me divierte en el mundo. Por eso las hago, si no fuera una cosa divertida que me hace reír –después, porque primero me angustio–, no las hiciera. Escucho música, leo, voy al cine, salgo con Violeta. Soy muy apegado a mi familia, visito mucho la casa de mis padres. Y recibo a mis amigos, que son muy numerosos.
Me decías que te gustan las películas de Bertolucci, de Chaplin, del soviético Tarkovski…
Pero hay muchos otros. En una época fui fanático de Bergman; en otra de Godard. El cine, la pintura, me influyen. Aparte de la vida, que es la materia prima de las canciones, y de todo lo que se hace artísticamente, me influyen también las artes. Cuando veo una buena película o leo un buen poema me entran ganas de hacer una canción.
Y un detalle “frívolo”, tu afición al deporte. Si es que puede llamarse “frivolidad” al deporte.
Nooo…
Me llamaba la atención, yo no te imaginaba haciendo buceo…
Hace rato ya que no lo hago. Siempre lo he hecho cuando he podido, en las vacaciones. Después de varios intentos descalabrantes he logrado también esquiar algunos metros por encima del agua. Me gusta el deporte, me gustan mucho los caballos.
En tu país se practica el béisbol, el deporte norteamericano…
Sí, el deporte nacional. Se implantó de tal manera que desde hace 24 años somos campeones mundiales y no nos han podido arrebatar el título ni los mismos americanos… Vaya si se implantó.
El fútbol fue, durante muchos años, una incógnita para nuestro pueblo. Después del triunfo de la revolución se ha empezado a practicar el fútbol… A mi hija Violeta le gusta, qué te parece. No es tan insólito, porque está en una escuela que se llama Solidaridad con Chile, y ahí hay muchos chilenitos, que practican el fútbol.
Si vas algún día a Chile y llevas a Violetita, la llevaremos a ver un partido, la Chile con Colo Colo…
Fantástico. Soy muy receptivo a cualquier invitación que me hagan desde Chile, y siempre que se me permita, por parte del gobierno chileno, allí me tendrán.