Entrevistó: La Garganta Poderosa, Argentina
de Junio del 2015
Hola Silvio, ¿cómo está? Suponemos que ya más tranquilo en su tierra. Le queremos agradecer el encuentro en Lugano. Acá van las preguntas, que las terminamos de armar colectivamente con los compañeros y compañeras de la revista que no pudieron estar el sábado y que también valoran esta entrevista, tan importante para nuestros barrios. Esperamos sus respuestas y le mandamos un abrazo poderoso, revolucionario y de muchos brazos.
La primera pregunta que le queremos hacer, para nosotros, siempre es la más importante: ¿cómo está, Silvio? ¿En qué momento de su vida se encuentra?
Aún no soy capaz de hacer balances, ni de sacar conclusiones. Siento que me faltan cosas por hacer. Así que, excepto por las apariencias, me encuentro casi donde mismo.
Usted sostiene que el primer vistazo que echamos al mundo lo hacemos cuando somos niños y esa primera visión es tremendamente importante para todos los que estamos en esta aventura de crear y vivir. ¿Cómo fue su infancia en medio de la dictadura de Batista? ¿En qué le sirvió para forjar su pensamiento revolucionario?
No tuve una infancia materialmente ventajosa, más bien de cierta precariedad. Vengo de familias obreras. Eso sin dudas forma parte de mi, aunque no es lo único. También están los compromisos que después incorpora la información que se recibe, las elecciones personales que se hacen. La verdad es que muchas cosas de mi infancia y de la política de mi país terminé de definirlas e interpretarlas años después. Pero conservo en la memoria cosas como la violencia policial, que vi aplicar lo mismo contra estudiantes universitarios que contra un pobre vagabundo. Yo tenía 12 años recién cumplidos cuando triunfó la Revolución. Aquel cambio de realidad en mi país fue para mí, simultáneamente, el tránsito de la niñez a la adolescencia.
Más allá de que su paso por la Argentina fue breve, viene seguido a nuestra nación. ¿Cómo ve al país? ¿Qué percibe de cómo está la gente, en general?
Hacía tres años que no venía. Ahora volví porque fui invitado a la inauguración del Centro Cultural Kirchner. Como acepté, surgió la idea de hacer un par conciertos, y luego también el de Lugano. La verdad es que siempre vengo a trabajar, no a vivir, y desde mi perspectiva no es fácil darse cuenta de todo. El termómetro que tengo, además de lo visible (que no siempre es objetivo), es la charla con amigos, con personas que me rodean por mi trabajo, y también un poco la memoria…
Por ejemplo, recuerdo que en 1984, la primera vez que estuve aquí, vi un país con cierta opulencia, sobre todo si se le comparaba con el resto de Latinoamérica. En el centro de Buenos Aires, que era por donde yo me movía, se notaba cierto culto a la elegancia. También, paralelamente, era visible el trauma de la reciente dictadura: se hablaba de los desaparecidos, de las torturas. La gente, después de un período de silencio, podía expresarse, estaba movilizada, había una identidad fuerte alrededor de eso, una unidad sentimental que daba una sensación de homogeneidad. Aquellos brillos empezaron a apagarse unos años después, cuando se introdujeron soluciones neoliberales. Entonces surgieron quejas de que no había dinero, y poco después llegó el corralito. A ojos vistas las diferencias sociales se acentuaron. Fue cuando la clase media pasaba a la pobreza, y la pobreza a extremos dolorosos. La crisis Argentina llegó a primera plana en los diarios del mundo.
De pronto llegó Néstor, con sus medidas de recuperación económica y apoyando que los culpables de desmanes fueran llevados ante la ley. Se reconozca o no, se notó que a partir de ese presidente la dignidad nacional emprendía una recuperación.
Ahora parece estar en juego si gana la memoria o el olvido. Si gana la memoria, tiene lógica pensar que seguirán levantándose, puede que lentamente, aunque algo más parejos, como parece haber estado sucediendo. Si gana el olvido … ver el mundo. Puede que haya un aparente despegue inmediato, pero también habrá una fuerte recaída. A los acaudalados el sube y baja de las economías no les preocupa, ellos tienen los medios para sobrevivirlos. Pero a la mayoría…
¿Por qué decidió brindar un espectáculo abierto y gratuito en un barrio como Lugano? ¿Y cómo fue esa experiencia?
Es lo que suelo hacer, cuando me dejan. En Cuba hemos logrado sistematizarlo, pero también lo hice en dos 25 de mayo en Buenos Aires, y en Mar del Plata, en un Encuentro de los Pueblos. También lo hice un par de veces en Venezuela, invitado por el presidente Chávez. También lo hicimos en países donde hay o había leyes que exigen a los artistas extranjeros un concierto gratuito. Gracias a esas leyes, con las que estoy muy de acuerdo, estuve hace años en La Media Torta, de Bogotá, y en el 2010 en una calle de Medellín. Y gracias a una iniciativa parecida que tiene la alcaldía de la ciudad de México, empecé haciéndolo en el distrito Venustiano Carranza de esa ciudad, después en el monumento a la Revolución y varias veces en El Zócalo. En República Dominicana lo hicimos en el estadio Quisqueya, y hace poco en Baní, gracias al actual ministro de cultura, José Antonio Rodríguez, que es trovador. En Asunción lo hice por invitación del presidente Lugo. En Guayaquil y Santa Cruz, gracias a los presidentes Rafael Correa y Evo Morales. Hace unas semanas hicimos un concierto de este tipo en Panamá, durante la última Cumbre de la OEA, donde Cuba fue invitada.
La experiencia en Lugano, donde tuvimos apoyo de la ministra Teresa Parodi, fue hermosísima, con un pueblo entusiasta y muy disciplinado. Hay que ver lo bien que enfrentaron el frío y los problemas de audio. De Lugano me llevo una memoria de ejemplaridad.
Esta recorrida que empezó hace unos años en Cuba la has rebautizado "Gira Interminable". ¿Qué quiere decir ese título? ¿Por qué decidió salir a tocar en los "barrios jodidos"?
Así bautizó nuestra gira Antonio Guerrero, uno de Los Cinco, cuando todavía él y sus compañeros sufrían prisión en Norteamérica. A pesar de la distancia física, también hicimos juntos una exposición en el Centro Pablo de la Torriente Brau, que dirige el poeta y cineasta Víctor Casaus; Tony aportó sus cuadros al pastel y yo mis fotos de los barrios.
Me fui metiendo en el trabajo barrial porque Cuba está abocada a un cambio económico. El socialismo nuestro desde hace tiempo viene reajustando el rumbo, rectificando cosas, entre ellas un error de 1968, que fue estatalizar toda la economía y el mercado interno. Actualmente el Estado, buscando eficiencia, se está desprendiendo de mucho empleo que le sobra y esto, aunque se va despacio para no desamparar a los que necesitan ayuda, se hace sentir especialmente en barrios de infraestructuras deficientes. Un día un oficial de Prevención, que es un departamento de ayuda social, me invitó a su vecindario y allí descubrí lo útil que podía resultar la cultura en las condiciones de esos barrios. No sólo llevamos música, también llevamos unos 300 libros y, en los lugares que no hay, se van creando bibliotecas. Empezamos a hacerlo calladitos, no queríamos que se volviera algo propagandístico sino que fuera un verdadero trabajo de base, pero después de unos años es casi imposible que no se sepa.
Nosotros elegimos ser La Poderosa, entre otros motivos, porque ese fue el nombre con el que nuestro querido Ernesto y su amigo Alberto Granado bautizaron a la moto con la que recorrieron los primeros kilómetros de su aventura latinoamericana. Más allá del homenaje que intentamos hacerle, la idea es seguir el ejemplo de aquella Poderosa: algo que no pare, que se detenga en cada lugar para hacer escuela y aprender mucho, pero que luego siga viaje hacia nuevos horizontes, para volcar allí todo lo asimilado a lo largo de la travesía. En ese sentido, ¿podríamos considerarlo un artista “Poderoso”? ¿Por qué?
Cierto que sin aprendizaje no hay progreso. Tampoco sin autoexigencia. Hacer algo, encontrarlo bonito y conformarse, es un desperdicio. Siempre me repito una frase de alerta de Martí, cuando elogiaba a los impresionistas franceses que expusieron en New York, a fines del siglo 19. El decía (y cito de memoria) que “son culpables las almas que se dedican a repetir lo ya descubierto”. Esto me parece semejante a lo que ustedes dicen: “…algo que no pare, que se detenga en cada lugar para hacer escuela y aprender mucho, pero que luego siga viaje hacia nuevos horizontes…” Es una vocación armónica con el progreso, con la ley Universal del movimiento.
¿Con qué se encontró durante su gira por los barrios cubanos?
El estudito de grabación que dirijo, que se llama Ojalá, hace frontera con un barriecito llamado “El Romerillo”. Hace más de 20 años que estamos allí, así que para nosotros no son nuevos los vecindarios pobres. Pero la búsqueda de esos lugares en los municipios habaneros, y el tiempo visitándolos dos veces al mes, nos dan una perspectiva más cercana. En este recorrido hemos encontrado de todo, desde una pobreza material que no concebíamos que existiera en nuestro país, hasta la evidencia de que, aún en vecindarios así, nuestros niños tienen sus escuelas y su atención médica.
Usted ha declarado que en los “barrios jodidos” por los que ha tocado en Cuba, todavía no ha visto a un sólo niño sin escuela, sin zapatos y sin asistencia médica. ¿Qué le genera que en nuestros barrios, que están jodidos, no contemos con cloacas o que las ambulancias se nieguen a ingresar, a pesar de que la vida de un niño esté en riesgo?
Lo de las ambulancias es inconcebible. Pero en La Habana hay barrios sin alcantarillado, y en San Antonio de los Baños, mi pueblo, también. Espero que eso que ustedes cuentan de vuestros barrios sea casuístico y no una norma. En cualquier caso demuestra que queda por hacer en el terreno de la política social.
Al fundar nuestra revista, hace 4 años, entendimos que más de 200 años sin periodistas de nuestros barrios no podía ser casualidad, ni una consecuencia de una crisis vocacional. Claramente, ese vacío se debía a un sistema que nos silenció desde siempre, hasta que por fin pudimos dar nuestro primer grito. ¿Cuán importante es para usted que exista una revista villera ideada, escrita, fotografiada, ilustrada y distribuida por vecinos? ¿Por qué hay un sistema que nos pretende silenciar e invisibilizar?
Justamente por esto les dije en Lugano que ustedes eran un ejemplo y que estaba aprendiendo. Yo les vi trabajando en equipo, muy coordinados; cada uno sabía lo que tenía que hacer. Significaba una experiencia, un camino andado que acaso les corresponda enseñar a otros.
Y respecto a la pregunta de por qué hay un sistema que les pretende silenciar e invisibilizar, es algo que han tratado de responder muchos libros, muchos pensadores, y hay ejemplos de sobra en la Historia. Pero lo incuestionable es el derecho a usar vuestras gargantas poderosas.
Si no hubiera sido por la campaña de Cuba, se hubiera creído que los "Cinco" eran terroristas. Acá, a veces pasa algo parecido y cuando matan a alguien en nuestros barrios, lo primero que dicen los medios de comunicación es que se trató de un ladrón o un narcotraficante. ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en Cuba? ¿Qué rol deben tener los medios, en general?
Por mi trabajo he aprendido la responsabilidad que se adquiere cuando por cualquier medio se amplifican ideas. Sobre esto hay muchas apreciaciones. Yo simpatizo con principios desmitificadores. Tomando en cuenta también, por supuesto, la relatividad, lo circunstancial a veces de lo que damos por cierto.
En los primeros años, cuando la Revolución fue condenada a muerte por el Imperio, y acosada, desarrollamos un instinto de defensa que nos ha sido imprescindible. Por eso con toda razón el rol de los medios de comunicación en Cuba ha sido el de defender las conquistas de una Revolución que se hizo con y para los humildes. Pero también en eso hay que estar alertas. La burocracia puede convertir un buen papel en dogma, en comodidad conservadora, en resistencia a lo que el desarrollo exige, y ahí ya se deja de ser revolucionario. En los últimos años en Cuba hay mucho debate sobre la prensa y su papel. Y se nota un pensamiento de vanguardia en una blogosfera incisiva y autocrítica, liderada sobre todo por jóvenes.
Cuando escuchamos historias de los Cinco, tanto de ellos como de los cubanos que les escriben cartas y nunca los abandonaron, nos conmueve ver ese sentimiento de patria. ¿Qué representan los Cinco para su país y personalmente qué le pasa a usted, que sabemos que tiene y tuvo contacto con ellos?
Los Cinco representan nuestro derecho a defendernos, a no ser impunemente avasallados. Por eso el pueblo los quiere, porque los siente como una columna sólida del edificio de su dignidad. Eso aparte de las cualidades personales de cada cual, que supieron crecer con estudio y perseverancia en casi 17 años de prisión. En tiempos en que la desidia y la corrupción pretenden doblegar a la virtud, la integridad moral de Los Cinco significa mucho. Creo que de ahí también viene su trascendencia, más allá de Cuba.
Cada dos por tres le sacan declaraciones de contexto o quieren mostrar que ya no apoya a la revolución cubana. Los mismos que exigen libertad no entienden que precisamente ser libre es decir lo que uno piensa. Y que eso no significa estar en contra de la revolución, sino todo lo contrario. ¿Cómo se para ante los medios de comunicación a la hora de hablar de Cuba?
Recuerdo que la primera vez que estuve en Venezuela, en 1974, en la Universidad Simón Bolívar me preguntaron si yo era crítico de mi realidad. Y recuerdo haber dicho espontáneamente, casi sin pensarlo, que cuando se levantara el bloqueo y viviéramos sin agresiones podría permitirme ser más autocrítico, de cara al exterior. Ya yo había sufrido incomprensiones y discriminaciones en mi país, por ser rebelde y cantar mis incógnitas. O sea, yo era crítico con mi realidad desde adentro, pero tenía la reserva de mostrarme así mismo fuera de Cuba, temiendo que no se comprendiera.
En la primera década después del triunfo revolucionario, en nuestro país circulaba mucho el pensamiento; incluso había discusiones de dirigentes revolucionarios en la prensa. Aquel momento no podía ser más delicado porque incluso había guerrillas armadas por la CIA en varias regiones. Aún así, lidiar con nuestras contradicciones no nos debilitó, sino que nos hizo más resistentes y creíbles. Los que nos formamos en aquella diversidad compleja, no nos tragamos la planicie de ideas que se pretendió imponer en los 70. Por entonces ser polémico era muy mal visto, y a los que discutíamos se nos llamaba “conflictivos”.
Para algunos lo correcto políticamente era hablar de una Cuba poco menos que paradisíaca, justificarlo todo. Yo creo que aquellos guardianes de un ideal inmaculado le regalaron la crítica a los enemigos de la Revolución, cosa que nos ha hecho mucho daño. Pero en la misma Cuba, corriendo sus riesgos y participando de sus sacrificios, desde el principio hubo voces autocríticas que no sirvieron ni sirven al imperialismo, sino al sentido común, que siempre debiera considerarse revolucionario.
Cuando Cuba le abre las puertas a la tecnología, algunos medios dicen que “se está abriendo al capitalismo”. Sin embargo, cuando los países capitalistas llevan adelante diversas reivindicaciones a los Derechos Humanos, jamás dicen que se “vuelcan al socialismo”. ¿Por qué ocurre esto?
Es la hipocresía de muchas brutalidades contra Cuba. Quienes juraron acabar con la Revolución son incapaces de reconocer su derecho a defenderse. Es como los que dicen que no podemos usar teléfonos o televisores porque los inventó el capitalismo. Hay mucho de cavernícola tras toda esa política que ojalá ciertamente esté llegando a su fin.
¿Cuál es la mentira que más le duele escuchar sobre su país?
No sé si es dolor o vergüenza ajena, pero pintarnos como demonios suena a leyenda, a medioevo.
Para muchos, Silvio Rodríguez es considerado un "artista militante", pero usted le escapa a ese calificativo. ¿Por qué ocurre y cómo convive con ese encasillamiento?
Lo curioso es que ese tipo de término quiera decir “bueno” o “malo”, según el contexto en que se diga.
Le escribió muchas canciones y en el ratito que compartimos en Lugano también nos habló de él. ¿Qué le sigue generando, hoy en día, el Che?
El Che fue un arquetipo para mi generación –una generación que curiosamente no tuvo una infancia que repetía en la escuela “Seremos como el Che”. Sin embargo aún nos inspira su ejemplo y le cantamos.
Además del Che, ¿qué otros argentinos dejaron una marca en su vida?
José Ingenieros fue el primer filósofo que leí. Lo tuve cerca en la adolescencia y me ayudó. También Bartolomé Mitre, pero no como político sino como hombre de letras: él hizo traducciones progresivas de La Divina Comedia, y yo conocí ese libro por su trabajo.
Por supuesto, admiro a muchos músicos argentinos, desde Ginastera hasta Gardel, Yupanqui, Charly, Les Luthiers, Mercedes, Víctor, León, Fito, Baglietto, el talentoso Pedro Aznar. Me son muy queridos artistas como Fontanarrosa y Quino. Tuve el privilegio de conocer personalmente a Gelman, a Cortázar, a Sábato. Soy amigo de Jorge Boccanera. Para colmo, la primera vez que estuve en Buenos Aires vivía en un hotel de la calle Maipú y una mañana me crucé con Borges. Fue de película.
Esta pregunta te la hicieron mil veces, pero los barrios más pobres de Argentina también queremos que nos cuentes algo de Fidel, ese hombre al que admiramos y del que estamos acostumbrados a escuchar tantas mentiras.
Lo he visto menos de lo que pareciera. En esas pocas veces vi que siente curiosidad por los detalles. También por momentos parece ensimismado y de pronto va a lo que tiene en mente, con un poder de persuasión tremendo. Disfruta mucho de la conversación, aprecia al buen interlocutor. Fidel, además de las dotes políticas que le convirtieron en una de las personalidades más trascendentes del siglo XX, es una persona sumamente gentil.
Y a 56 años del inicio de la revolución cubana, ¿qué le sigue generando a vos Fidel? Y con tanta Latinoamérica recorrida, ¿qué sigue generando su figura?
Pablo Milanés lo dijo:
“Bolívar lanzó una estrella
que junto a Martí brilló.
Fidel la dignificó
para andar por estas tierras”
A raíz de que se reanudaron las relaciones bilaterales con Estados Unidos, volvieron las noticias de todo tipo sobre los cambios en Cuba. ¿Cómo está viviendo usted, y el pueblo cubano, este momento particular? ¿Realmente hay grandes cambios?
Nuestras rectificaciones empezaron bastante antes que las conversaciones con el gobierno Norteamericano. Nuestros cambios vienen de consultas populares, del análisis crítico de nuestra sociedad, de la evidencia de sistemas fallidos u obsoletos. Cuba necesita avanzar en muchos aspectos y creo que los cambios van a ser importantes. Ocurren lentamente, en parte por la resistencia de una burocracia temerosa de perder ventajas, y también por perjudicar lo menos posible a sectores vulnerables, acostumbrados a depender del Estado. Esto último es uno de los factores que me mantiene en los barrios.
Es una suerte que un dirigente histórico como Raúl encabece esta “actualización del modelo”, como él lo llama, con Fidel también entre nosotros. La perspectiva del acercamiento de los Estados Unidos ha disparado tanta lucha ideológica que sin ellos todo hubiera sido mucho más difícil. Por mi parte espero que las transformaciones respeten al máximo los logros de la Revolución, y sirvan para llevarnos de verdad a “un socialismo próspero y sostenible”, como dice el Gobierno.
¿Cuáles son los desafíos de Cuba, frente a esta apertura al diálogo con Estados Unidos? ¿Cómo presagia el futuro?
Yo siempre he creído en la paz (con dignidad, como decimos en Cuba), así que estoy optimista, aunque sigo atento. Si queremos una sociedad más equitativa, lo que nos toca a nosotros como pueblo es producir más, para reducir las importaciones. En la medida que lo hagamos seremos más independientes y podremos dedicar más recursos a los apetitos espirituales.
En los primeros años del siglo XXl, de la mano de Chávez, Lula y Evo, entre otros líderes, los países y los gobiernos del sur comenzaron a mostrarse más unidos y también más cercanos a Cuba. ¿Hoy cómo ves ese proceso de América Latina?
Chávez fue decisivo en todo ese proceso, y brillará en nuestra Historia por su entereza y por su generosidad. Se trata de un camino hermoso, porque continúa el de los fundadores de Nuestra América; pero es además inteligente y necesario porque, si nos abrazamos de verdad, el bien que se puede desatar puede ser enorme, de largo aliento. Tenemos países con dirigentes de vanguardia; se han creado organismos de unión y ayuda mutua. Aunque también hay que prever que algunas realidades varíen. Hace poco ganó en Uruguay una visión del Frente Amplio más centrista que Mujica; las próximas elecciones de Argentina pudieran cambiar el aliento gubernamental; otros países son sensibles a cambios de dirección. Ante estos acasos, supongo muy importante que los sectores populares, que han ganado fuerza en estos procesos, no se desmovilicen: primero para que lo ganado no se pierda y también para seguir avanzando.
Durante la Revolución, usted decidió ser alfabetizador. ¿Qué importancia le da a la educación y hacia dónde cree que debe apuntar la misma? ¿Qué tipo de educación nos debemos en América Latina?
¿Te imaginas a un muchachito de catorce años explicándole a un campesino con ocho hijos por qué La Tierra era redonda? ¿O sosteniendo un farol de madrugada, para que una comadrona trajera un niño al mundo? En 1961 cantábamos una canción que se llamaba “Con las letras, la luz”. La campaña de Alfabetización tuvo uno de los himnos más lindos que se han escrito en Cuba.
El acceso a la educación y a la salud son derechos humanos fundamentales. Supongo que cada país debe hacer sus propios planes, según sus características, necesidades y desarrollo, pero al menos hasta la enseñanza secundaria la educación debiera ser obligatoria.
Desde La Poderosa hacemos foco en la participación y la organización vecinal, y una de las actividades que brindamos en nuestros barrios son talleres de fotografía, donde aprendemos cómo responder, con una imagen, a la mierda que nos tiran en mil palabras. ¿A dónde apunta su lente cuando agarra una cámara? ¿Qué rol debe cumplir la fotografía?
Mi lente apunta a cualquier sitio que me lleve el trabajo. También mira a mi familia, o al rincón donde me halle. Lo que tiene de maravilloso la fotografía es que aparentemente detiene el tiempo. Los seres vivos estamos encadenados al presente, y es como una forma de volver. Los adelantos tecnológicos le han dado cámaras a todos y la fotografía juega el rol que cada cual le imprime. Esta colectivización debe dejar constancia de la diversidad que nos une.
A pesar de que no da notas a menudo, a pesar de que vino a Argentina por pocos días, a pesar de que los buscaron de todos lados para tener su voz o su imagen, usted nos escuchó y pudimos tener un encuentro, para nosotros, soñado. ¿Qué lo llevó a hacer la excepción de hablar con La Garganta Poderosa?
Tenía una deuda con ustedes, desde otra vez que vine y no fue propicio el instante en que nos cruzamos. Lo tenía pendiente en mi cabeza. Por supuesto que todo parte del respeto que siento por el trabajo que hacen.
Abrazos a todos
Silvio
La Habana, 12 de junio, 2015
Publicado por Silvio en su blog Segunda Cita el 9 de julio de 2015.
La primera pregunta que le queremos hacer, para nosotros, siempre es la más importante: ¿cómo está, Silvio? ¿En qué momento de su vida se encuentra?
Aún no soy capaz de hacer balances, ni de sacar conclusiones. Siento que me faltan cosas por hacer. Así que, excepto por las apariencias, me encuentro casi donde mismo.
Usted sostiene que el primer vistazo que echamos al mundo lo hacemos cuando somos niños y esa primera visión es tremendamente importante para todos los que estamos en esta aventura de crear y vivir. ¿Cómo fue su infancia en medio de la dictadura de Batista? ¿En qué le sirvió para forjar su pensamiento revolucionario?
No tuve una infancia materialmente ventajosa, más bien de cierta precariedad. Vengo de familias obreras. Eso sin dudas forma parte de mi, aunque no es lo único. También están los compromisos que después incorpora la información que se recibe, las elecciones personales que se hacen. La verdad es que muchas cosas de mi infancia y de la política de mi país terminé de definirlas e interpretarlas años después. Pero conservo en la memoria cosas como la violencia policial, que vi aplicar lo mismo contra estudiantes universitarios que contra un pobre vagabundo. Yo tenía 12 años recién cumplidos cuando triunfó la Revolución. Aquel cambio de realidad en mi país fue para mí, simultáneamente, el tránsito de la niñez a la adolescencia.
Más allá de que su paso por la Argentina fue breve, viene seguido a nuestra nación. ¿Cómo ve al país? ¿Qué percibe de cómo está la gente, en general?
Hacía tres años que no venía. Ahora volví porque fui invitado a la inauguración del Centro Cultural Kirchner. Como acepté, surgió la idea de hacer un par conciertos, y luego también el de Lugano. La verdad es que siempre vengo a trabajar, no a vivir, y desde mi perspectiva no es fácil darse cuenta de todo. El termómetro que tengo, además de lo visible (que no siempre es objetivo), es la charla con amigos, con personas que me rodean por mi trabajo, y también un poco la memoria…
Por ejemplo, recuerdo que en 1984, la primera vez que estuve aquí, vi un país con cierta opulencia, sobre todo si se le comparaba con el resto de Latinoamérica. En el centro de Buenos Aires, que era por donde yo me movía, se notaba cierto culto a la elegancia. También, paralelamente, era visible el trauma de la reciente dictadura: se hablaba de los desaparecidos, de las torturas. La gente, después de un período de silencio, podía expresarse, estaba movilizada, había una identidad fuerte alrededor de eso, una unidad sentimental que daba una sensación de homogeneidad. Aquellos brillos empezaron a apagarse unos años después, cuando se introdujeron soluciones neoliberales. Entonces surgieron quejas de que no había dinero, y poco después llegó el corralito. A ojos vistas las diferencias sociales se acentuaron. Fue cuando la clase media pasaba a la pobreza, y la pobreza a extremos dolorosos. La crisis Argentina llegó a primera plana en los diarios del mundo.
De pronto llegó Néstor, con sus medidas de recuperación económica y apoyando que los culpables de desmanes fueran llevados ante la ley. Se reconozca o no, se notó que a partir de ese presidente la dignidad nacional emprendía una recuperación.
Ahora parece estar en juego si gana la memoria o el olvido. Si gana la memoria, tiene lógica pensar que seguirán levantándose, puede que lentamente, aunque algo más parejos, como parece haber estado sucediendo. Si gana el olvido … ver el mundo. Puede que haya un aparente despegue inmediato, pero también habrá una fuerte recaída. A los acaudalados el sube y baja de las economías no les preocupa, ellos tienen los medios para sobrevivirlos. Pero a la mayoría…
¿Por qué decidió brindar un espectáculo abierto y gratuito en un barrio como Lugano? ¿Y cómo fue esa experiencia?
Es lo que suelo hacer, cuando me dejan. En Cuba hemos logrado sistematizarlo, pero también lo hice en dos 25 de mayo en Buenos Aires, y en Mar del Plata, en un Encuentro de los Pueblos. También lo hice un par de veces en Venezuela, invitado por el presidente Chávez. También lo hicimos en países donde hay o había leyes que exigen a los artistas extranjeros un concierto gratuito. Gracias a esas leyes, con las que estoy muy de acuerdo, estuve hace años en La Media Torta, de Bogotá, y en el 2010 en una calle de Medellín. Y gracias a una iniciativa parecida que tiene la alcaldía de la ciudad de México, empecé haciéndolo en el distrito Venustiano Carranza de esa ciudad, después en el monumento a la Revolución y varias veces en El Zócalo. En República Dominicana lo hicimos en el estadio Quisqueya, y hace poco en Baní, gracias al actual ministro de cultura, José Antonio Rodríguez, que es trovador. En Asunción lo hice por invitación del presidente Lugo. En Guayaquil y Santa Cruz, gracias a los presidentes Rafael Correa y Evo Morales. Hace unas semanas hicimos un concierto de este tipo en Panamá, durante la última Cumbre de la OEA, donde Cuba fue invitada.
La experiencia en Lugano, donde tuvimos apoyo de la ministra Teresa Parodi, fue hermosísima, con un pueblo entusiasta y muy disciplinado. Hay que ver lo bien que enfrentaron el frío y los problemas de audio. De Lugano me llevo una memoria de ejemplaridad.
Esta recorrida que empezó hace unos años en Cuba la has rebautizado "Gira Interminable". ¿Qué quiere decir ese título? ¿Por qué decidió salir a tocar en los "barrios jodidos"?
Así bautizó nuestra gira Antonio Guerrero, uno de Los Cinco, cuando todavía él y sus compañeros sufrían prisión en Norteamérica. A pesar de la distancia física, también hicimos juntos una exposición en el Centro Pablo de la Torriente Brau, que dirige el poeta y cineasta Víctor Casaus; Tony aportó sus cuadros al pastel y yo mis fotos de los barrios.
Me fui metiendo en el trabajo barrial porque Cuba está abocada a un cambio económico. El socialismo nuestro desde hace tiempo viene reajustando el rumbo, rectificando cosas, entre ellas un error de 1968, que fue estatalizar toda la economía y el mercado interno. Actualmente el Estado, buscando eficiencia, se está desprendiendo de mucho empleo que le sobra y esto, aunque se va despacio para no desamparar a los que necesitan ayuda, se hace sentir especialmente en barrios de infraestructuras deficientes. Un día un oficial de Prevención, que es un departamento de ayuda social, me invitó a su vecindario y allí descubrí lo útil que podía resultar la cultura en las condiciones de esos barrios. No sólo llevamos música, también llevamos unos 300 libros y, en los lugares que no hay, se van creando bibliotecas. Empezamos a hacerlo calladitos, no queríamos que se volviera algo propagandístico sino que fuera un verdadero trabajo de base, pero después de unos años es casi imposible que no se sepa.
Nosotros elegimos ser La Poderosa, entre otros motivos, porque ese fue el nombre con el que nuestro querido Ernesto y su amigo Alberto Granado bautizaron a la moto con la que recorrieron los primeros kilómetros de su aventura latinoamericana. Más allá del homenaje que intentamos hacerle, la idea es seguir el ejemplo de aquella Poderosa: algo que no pare, que se detenga en cada lugar para hacer escuela y aprender mucho, pero que luego siga viaje hacia nuevos horizontes, para volcar allí todo lo asimilado a lo largo de la travesía. En ese sentido, ¿podríamos considerarlo un artista “Poderoso”? ¿Por qué?
Cierto que sin aprendizaje no hay progreso. Tampoco sin autoexigencia. Hacer algo, encontrarlo bonito y conformarse, es un desperdicio. Siempre me repito una frase de alerta de Martí, cuando elogiaba a los impresionistas franceses que expusieron en New York, a fines del siglo 19. El decía (y cito de memoria) que “son culpables las almas que se dedican a repetir lo ya descubierto”. Esto me parece semejante a lo que ustedes dicen: “…algo que no pare, que se detenga en cada lugar para hacer escuela y aprender mucho, pero que luego siga viaje hacia nuevos horizontes…” Es una vocación armónica con el progreso, con la ley Universal del movimiento.
¿Con qué se encontró durante su gira por los barrios cubanos?
El estudito de grabación que dirijo, que se llama Ojalá, hace frontera con un barriecito llamado “El Romerillo”. Hace más de 20 años que estamos allí, así que para nosotros no son nuevos los vecindarios pobres. Pero la búsqueda de esos lugares en los municipios habaneros, y el tiempo visitándolos dos veces al mes, nos dan una perspectiva más cercana. En este recorrido hemos encontrado de todo, desde una pobreza material que no concebíamos que existiera en nuestro país, hasta la evidencia de que, aún en vecindarios así, nuestros niños tienen sus escuelas y su atención médica.
Usted ha declarado que en los “barrios jodidos” por los que ha tocado en Cuba, todavía no ha visto a un sólo niño sin escuela, sin zapatos y sin asistencia médica. ¿Qué le genera que en nuestros barrios, que están jodidos, no contemos con cloacas o que las ambulancias se nieguen a ingresar, a pesar de que la vida de un niño esté en riesgo?
Lo de las ambulancias es inconcebible. Pero en La Habana hay barrios sin alcantarillado, y en San Antonio de los Baños, mi pueblo, también. Espero que eso que ustedes cuentan de vuestros barrios sea casuístico y no una norma. En cualquier caso demuestra que queda por hacer en el terreno de la política social.
Al fundar nuestra revista, hace 4 años, entendimos que más de 200 años sin periodistas de nuestros barrios no podía ser casualidad, ni una consecuencia de una crisis vocacional. Claramente, ese vacío se debía a un sistema que nos silenció desde siempre, hasta que por fin pudimos dar nuestro primer grito. ¿Cuán importante es para usted que exista una revista villera ideada, escrita, fotografiada, ilustrada y distribuida por vecinos? ¿Por qué hay un sistema que nos pretende silenciar e invisibilizar?
Justamente por esto les dije en Lugano que ustedes eran un ejemplo y que estaba aprendiendo. Yo les vi trabajando en equipo, muy coordinados; cada uno sabía lo que tenía que hacer. Significaba una experiencia, un camino andado que acaso les corresponda enseñar a otros.
Y respecto a la pregunta de por qué hay un sistema que les pretende silenciar e invisibilizar, es algo que han tratado de responder muchos libros, muchos pensadores, y hay ejemplos de sobra en la Historia. Pero lo incuestionable es el derecho a usar vuestras gargantas poderosas.
Si no hubiera sido por la campaña de Cuba, se hubiera creído que los "Cinco" eran terroristas. Acá, a veces pasa algo parecido y cuando matan a alguien en nuestros barrios, lo primero que dicen los medios de comunicación es que se trató de un ladrón o un narcotraficante. ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en Cuba? ¿Qué rol deben tener los medios, en general?
Por mi trabajo he aprendido la responsabilidad que se adquiere cuando por cualquier medio se amplifican ideas. Sobre esto hay muchas apreciaciones. Yo simpatizo con principios desmitificadores. Tomando en cuenta también, por supuesto, la relatividad, lo circunstancial a veces de lo que damos por cierto.
En los primeros años, cuando la Revolución fue condenada a muerte por el Imperio, y acosada, desarrollamos un instinto de defensa que nos ha sido imprescindible. Por eso con toda razón el rol de los medios de comunicación en Cuba ha sido el de defender las conquistas de una Revolución que se hizo con y para los humildes. Pero también en eso hay que estar alertas. La burocracia puede convertir un buen papel en dogma, en comodidad conservadora, en resistencia a lo que el desarrollo exige, y ahí ya se deja de ser revolucionario. En los últimos años en Cuba hay mucho debate sobre la prensa y su papel. Y se nota un pensamiento de vanguardia en una blogosfera incisiva y autocrítica, liderada sobre todo por jóvenes.
Cuando escuchamos historias de los Cinco, tanto de ellos como de los cubanos que les escriben cartas y nunca los abandonaron, nos conmueve ver ese sentimiento de patria. ¿Qué representan los Cinco para su país y personalmente qué le pasa a usted, que sabemos que tiene y tuvo contacto con ellos?
Los Cinco representan nuestro derecho a defendernos, a no ser impunemente avasallados. Por eso el pueblo los quiere, porque los siente como una columna sólida del edificio de su dignidad. Eso aparte de las cualidades personales de cada cual, que supieron crecer con estudio y perseverancia en casi 17 años de prisión. En tiempos en que la desidia y la corrupción pretenden doblegar a la virtud, la integridad moral de Los Cinco significa mucho. Creo que de ahí también viene su trascendencia, más allá de Cuba.
Cada dos por tres le sacan declaraciones de contexto o quieren mostrar que ya no apoya a la revolución cubana. Los mismos que exigen libertad no entienden que precisamente ser libre es decir lo que uno piensa. Y que eso no significa estar en contra de la revolución, sino todo lo contrario. ¿Cómo se para ante los medios de comunicación a la hora de hablar de Cuba?
Recuerdo que la primera vez que estuve en Venezuela, en 1974, en la Universidad Simón Bolívar me preguntaron si yo era crítico de mi realidad. Y recuerdo haber dicho espontáneamente, casi sin pensarlo, que cuando se levantara el bloqueo y viviéramos sin agresiones podría permitirme ser más autocrítico, de cara al exterior. Ya yo había sufrido incomprensiones y discriminaciones en mi país, por ser rebelde y cantar mis incógnitas. O sea, yo era crítico con mi realidad desde adentro, pero tenía la reserva de mostrarme así mismo fuera de Cuba, temiendo que no se comprendiera.
En la primera década después del triunfo revolucionario, en nuestro país circulaba mucho el pensamiento; incluso había discusiones de dirigentes revolucionarios en la prensa. Aquel momento no podía ser más delicado porque incluso había guerrillas armadas por la CIA en varias regiones. Aún así, lidiar con nuestras contradicciones no nos debilitó, sino que nos hizo más resistentes y creíbles. Los que nos formamos en aquella diversidad compleja, no nos tragamos la planicie de ideas que se pretendió imponer en los 70. Por entonces ser polémico era muy mal visto, y a los que discutíamos se nos llamaba “conflictivos”.
Para algunos lo correcto políticamente era hablar de una Cuba poco menos que paradisíaca, justificarlo todo. Yo creo que aquellos guardianes de un ideal inmaculado le regalaron la crítica a los enemigos de la Revolución, cosa que nos ha hecho mucho daño. Pero en la misma Cuba, corriendo sus riesgos y participando de sus sacrificios, desde el principio hubo voces autocríticas que no sirvieron ni sirven al imperialismo, sino al sentido común, que siempre debiera considerarse revolucionario.
Cuando Cuba le abre las puertas a la tecnología, algunos medios dicen que “se está abriendo al capitalismo”. Sin embargo, cuando los países capitalistas llevan adelante diversas reivindicaciones a los Derechos Humanos, jamás dicen que se “vuelcan al socialismo”. ¿Por qué ocurre esto?
Es la hipocresía de muchas brutalidades contra Cuba. Quienes juraron acabar con la Revolución son incapaces de reconocer su derecho a defenderse. Es como los que dicen que no podemos usar teléfonos o televisores porque los inventó el capitalismo. Hay mucho de cavernícola tras toda esa política que ojalá ciertamente esté llegando a su fin.
¿Cuál es la mentira que más le duele escuchar sobre su país?
No sé si es dolor o vergüenza ajena, pero pintarnos como demonios suena a leyenda, a medioevo.
Para muchos, Silvio Rodríguez es considerado un "artista militante", pero usted le escapa a ese calificativo. ¿Por qué ocurre y cómo convive con ese encasillamiento?
Lo curioso es que ese tipo de término quiera decir “bueno” o “malo”, según el contexto en que se diga.
Le escribió muchas canciones y en el ratito que compartimos en Lugano también nos habló de él. ¿Qué le sigue generando, hoy en día, el Che?
El Che fue un arquetipo para mi generación –una generación que curiosamente no tuvo una infancia que repetía en la escuela “Seremos como el Che”. Sin embargo aún nos inspira su ejemplo y le cantamos.
Además del Che, ¿qué otros argentinos dejaron una marca en su vida?
José Ingenieros fue el primer filósofo que leí. Lo tuve cerca en la adolescencia y me ayudó. También Bartolomé Mitre, pero no como político sino como hombre de letras: él hizo traducciones progresivas de La Divina Comedia, y yo conocí ese libro por su trabajo.
Por supuesto, admiro a muchos músicos argentinos, desde Ginastera hasta Gardel, Yupanqui, Charly, Les Luthiers, Mercedes, Víctor, León, Fito, Baglietto, el talentoso Pedro Aznar. Me son muy queridos artistas como Fontanarrosa y Quino. Tuve el privilegio de conocer personalmente a Gelman, a Cortázar, a Sábato. Soy amigo de Jorge Boccanera. Para colmo, la primera vez que estuve en Buenos Aires vivía en un hotel de la calle Maipú y una mañana me crucé con Borges. Fue de película.
Esta pregunta te la hicieron mil veces, pero los barrios más pobres de Argentina también queremos que nos cuentes algo de Fidel, ese hombre al que admiramos y del que estamos acostumbrados a escuchar tantas mentiras.
Lo he visto menos de lo que pareciera. En esas pocas veces vi que siente curiosidad por los detalles. También por momentos parece ensimismado y de pronto va a lo que tiene en mente, con un poder de persuasión tremendo. Disfruta mucho de la conversación, aprecia al buen interlocutor. Fidel, además de las dotes políticas que le convirtieron en una de las personalidades más trascendentes del siglo XX, es una persona sumamente gentil.
Y a 56 años del inicio de la revolución cubana, ¿qué le sigue generando a vos Fidel? Y con tanta Latinoamérica recorrida, ¿qué sigue generando su figura?
Pablo Milanés lo dijo:
“Bolívar lanzó una estrella
que junto a Martí brilló.
Fidel la dignificó
para andar por estas tierras”
A raíz de que se reanudaron las relaciones bilaterales con Estados Unidos, volvieron las noticias de todo tipo sobre los cambios en Cuba. ¿Cómo está viviendo usted, y el pueblo cubano, este momento particular? ¿Realmente hay grandes cambios?
Nuestras rectificaciones empezaron bastante antes que las conversaciones con el gobierno Norteamericano. Nuestros cambios vienen de consultas populares, del análisis crítico de nuestra sociedad, de la evidencia de sistemas fallidos u obsoletos. Cuba necesita avanzar en muchos aspectos y creo que los cambios van a ser importantes. Ocurren lentamente, en parte por la resistencia de una burocracia temerosa de perder ventajas, y también por perjudicar lo menos posible a sectores vulnerables, acostumbrados a depender del Estado. Esto último es uno de los factores que me mantiene en los barrios.
Es una suerte que un dirigente histórico como Raúl encabece esta “actualización del modelo”, como él lo llama, con Fidel también entre nosotros. La perspectiva del acercamiento de los Estados Unidos ha disparado tanta lucha ideológica que sin ellos todo hubiera sido mucho más difícil. Por mi parte espero que las transformaciones respeten al máximo los logros de la Revolución, y sirvan para llevarnos de verdad a “un socialismo próspero y sostenible”, como dice el Gobierno.
¿Cuáles son los desafíos de Cuba, frente a esta apertura al diálogo con Estados Unidos? ¿Cómo presagia el futuro?
Yo siempre he creído en la paz (con dignidad, como decimos en Cuba), así que estoy optimista, aunque sigo atento. Si queremos una sociedad más equitativa, lo que nos toca a nosotros como pueblo es producir más, para reducir las importaciones. En la medida que lo hagamos seremos más independientes y podremos dedicar más recursos a los apetitos espirituales.
En los primeros años del siglo XXl, de la mano de Chávez, Lula y Evo, entre otros líderes, los países y los gobiernos del sur comenzaron a mostrarse más unidos y también más cercanos a Cuba. ¿Hoy cómo ves ese proceso de América Latina?
Chávez fue decisivo en todo ese proceso, y brillará en nuestra Historia por su entereza y por su generosidad. Se trata de un camino hermoso, porque continúa el de los fundadores de Nuestra América; pero es además inteligente y necesario porque, si nos abrazamos de verdad, el bien que se puede desatar puede ser enorme, de largo aliento. Tenemos países con dirigentes de vanguardia; se han creado organismos de unión y ayuda mutua. Aunque también hay que prever que algunas realidades varíen. Hace poco ganó en Uruguay una visión del Frente Amplio más centrista que Mujica; las próximas elecciones de Argentina pudieran cambiar el aliento gubernamental; otros países son sensibles a cambios de dirección. Ante estos acasos, supongo muy importante que los sectores populares, que han ganado fuerza en estos procesos, no se desmovilicen: primero para que lo ganado no se pierda y también para seguir avanzando.
Durante la Revolución, usted decidió ser alfabetizador. ¿Qué importancia le da a la educación y hacia dónde cree que debe apuntar la misma? ¿Qué tipo de educación nos debemos en América Latina?
¿Te imaginas a un muchachito de catorce años explicándole a un campesino con ocho hijos por qué La Tierra era redonda? ¿O sosteniendo un farol de madrugada, para que una comadrona trajera un niño al mundo? En 1961 cantábamos una canción que se llamaba “Con las letras, la luz”. La campaña de Alfabetización tuvo uno de los himnos más lindos que se han escrito en Cuba.
El acceso a la educación y a la salud son derechos humanos fundamentales. Supongo que cada país debe hacer sus propios planes, según sus características, necesidades y desarrollo, pero al menos hasta la enseñanza secundaria la educación debiera ser obligatoria.
Desde La Poderosa hacemos foco en la participación y la organización vecinal, y una de las actividades que brindamos en nuestros barrios son talleres de fotografía, donde aprendemos cómo responder, con una imagen, a la mierda que nos tiran en mil palabras. ¿A dónde apunta su lente cuando agarra una cámara? ¿Qué rol debe cumplir la fotografía?
Mi lente apunta a cualquier sitio que me lleve el trabajo. También mira a mi familia, o al rincón donde me halle. Lo que tiene de maravilloso la fotografía es que aparentemente detiene el tiempo. Los seres vivos estamos encadenados al presente, y es como una forma de volver. Los adelantos tecnológicos le han dado cámaras a todos y la fotografía juega el rol que cada cual le imprime. Esta colectivización debe dejar constancia de la diversidad que nos une.
A pesar de que no da notas a menudo, a pesar de que vino a Argentina por pocos días, a pesar de que los buscaron de todos lados para tener su voz o su imagen, usted nos escuchó y pudimos tener un encuentro, para nosotros, soñado. ¿Qué lo llevó a hacer la excepción de hablar con La Garganta Poderosa?
Tenía una deuda con ustedes, desde otra vez que vine y no fue propicio el instante en que nos cruzamos. Lo tenía pendiente en mi cabeza. Por supuesto que todo parte del respeto que siento por el trabajo que hacen.
Abrazos a todos
Silvio
La Habana, 12 de junio, 2015
Publicado por Silvio en su blog Segunda Cita el 9 de julio de 2015.