Para mí Chile es un mito



Entrevistó:

Martha Hansen, periódico La Época, Chile.


4 de Marzo del 1990

“Pisar Santiago va a ser como ir al Olimpo. Lo de Chile se ha vuelto mitológico y el mito se me ha pegado a mí también.”

¿Tanto?

Veo la cosa de Chile como un fenómeno de ensoñación. Ha sido mucha la cosa contenida durante tantos años; demasiadas las noticias; tanto el cariño de tanto chileno donde quiera que nos encontramos. Se me transformó en un mito.

Pero también se puede desilusionar.

No. No creo que me vaya a desilusionar. A lo mejor se desilusionan los chilenos. Yo sé lo que es Chile, grosso modo, y estoy preparado.

Pasan los días y el viaje de Silvio Rodríguez hacia su “mito” se acerca cada vez más. Sin embargo, en vez de alegrarse, el cantante se angustia:

Me parece que este va a ser un viaje un poco loco, angustiante y fatigante. Seguramente vamos a ir por poco tiempo. Haremos dos o tres conciertos, posiblemente muy grandes, pero todo muy comprimido. Sé que no va a alcanzar el tiempo para nada y en ese sentido creo que va a ser angustioso para mí.

Me van a quedar muchos deseos de quedarme y de hacer las cosas con tranquilidad. Esa vida enloquecida no me gusta. Prefiero estar solo. Tener ratos, horas, días de tranquilidad y de soledad. De vez en cuando ver un amigo o una amiga, pero todo suave, muy suave.

Estoy casi seguro que ese viaje no va a ser suave y entonces me angustio. Va haber gente que me va querer saludar, conocer, antiguos amigos. Voy a tratar de cumplir todas las expectativas. Pero no renunciaré, dentro de lo posible, a lo que yo espero de mi propia existencia. Quiero, aunque sea en Chile, tener unos momentos tranquilos.

Usted rehuye bastante de las luces y los escenarios.

Yo no soy un animal de escena. Estoy en esto mitad porque me treparon y mitad por curiosidad. Lo que pasa es que caí en la trampa de la curiosidad. Después no me he podido bajar.

¿Intenta cuidar su privacidad?

Lo que queda de ella. Los ripios. Aunque siempre consigo guardar un poco para mí.


¿Por qué rehuye de las entrevistas? Esta costó bastante conseguirla.

No, no es eso. El problema es que la vida no es una entrevista. Prefiero sentarme con un amigo a conversar de estos mismos temas a entrar en esa expectativa a que te condiciona siempre la entrevista: ese cruzar de inteligencias y de agudezas.

A veces uno tiene que estar midiendo lo que dice, porque yo digo las cosas casi sin pensarlas. Las digo como las suelo decir en la intimidad y puedo cometer un error.

Muchas veces se enfoca un tema coyuntural delicado y lo menos que uno tiene en la cabeza es tener cuidado. Siempre siento tensión porque es mucha la responsabilidad: siento el peso de tener un micrófono delante y que la gente escuche lo que digo o escuche lo que canto. Sé que estoy influyendo o que puedo influir en lo que piensan los demás.

Y a propósito de influencias ¿qué piensa Silvio Rodríguez de la “perestroika”?

El asunto de la perestroika con respecto a la situación cubana no me preocupa tanto. Aunque sé que los ecos de lo que sucede en el mundo socialista nos afecta de una manera muy concreta a nosotros. No sólo en las ideas, sino en el plano económico. Durante todos estos años hemos establecido nuestro comercio casi exclusivamente con los países en que se producen cambios y eso afecta nuestro comercio. Repercute en la vida cotidiana de nuestro pueblo.

Pero las cosas que nos están pasando se deben a una situación externa. Lo que me lleva a pensar que también depende mucho de nosotros, y no solamente de nuestras relaciones con el exterior, lo que suceda en este país.

Pero se están quedando sin plata, sin créditos y sin artículos básicos.

Imagínate tú. Situaciones difíciles, quizás no tan difíciles como esta, las ha habido siempre. Esta es otra prueba por la que tiene que pasar nuestro pueblo.

Pero los cubanos, especialmente los más jóvenes, no quieren más pruebas. Piden un socialismo eficiente.

Pero espérate. No sólo los que nacieron con la revolución quieren un socialismo más eficiente: todo el mundo quiere un socialismo eficiente. La ineficiencia la sufrimos todos.

Somos los más viejos los que estamos más comprometidos con las deficiencias, porque son parte de nuestro trabajo. Son nuestros propios errores y es lógico que los jóvenes, que no tienen complicidad con el pasado, quieran cambios.

El problema que el pasado de estos jóvenes, en un futuro, va a ser este presente. Esto es el pasado de su futuro. Ellos también están asaltando sus Moncadas, haciendo su revolución, haciendo las cosas que le van a dar validez o no en el futuro. Este es el momento que los jóvenes están demostrando lo que son y lo que valen.

Pero muchos de ellos quieren un cambio.

Yo creo que todos queremos cambios. Todo cambio para mejorar es bueno. No solamente los jóvenes son los que quieren cambios. Lo que pasa es que los jóvenes son los que lo dicen, quizás, en voz más alta. Pero todo el mundo quiere cambios para mejorar. Yo creo que hasta los más ortodoxos, porque no son masoquistas. Serán ortodoxos, pero no masoquistas.

En los últimos discursos Fidel dijo que no iba haber cambios…

Yo creo que Fidel cree en los cambios. Él siempre está en el cambio. Fidel es un revolucionario nato. No puede vivir sin revolucionar el mundo, sin que haga cambios. Él es el padre de los cambios.

Cuando él se refiere a cambios, me parece que se refiere a concesiones de principios, a meter capital norteamericano en inversiones en Cuba; a meter aquí en Cuba a la Coca Cola y a hacer nuestras operaciones comerciales a partir del FMI como lo hacen algunos países de Europa Oriental.

Ese tipo de cambios no lo vamos a hacer, porque son concesiones de principios.

Pero ¿qué le parece una mayor democratización con un pluripartidismo y facilidades para entrar y salir del país?

Acá la gente sale del país cuando quiere.

 

El pasado

¿Qué pasó el tiempo que estuvo censurado?

Fui joven y dije mi pensamiento en voz más alta.

¿Y qué pasó?

Nada, lo mismo que está pasando a los jóvenes acá; quizás con menos gente que desconfía de los jóvenes.

Esa era una época en que la autocrítica revolucionaria se hacía a nivel de partido, a puertas cerradas, sólo entre revolucionarios. Para no darle armas al enemigo. Los jóvenes empezamos a hacerlo en voz alta y no creo que estuviéramos diciendo cosas que no pensaban todos, sólo que la gente no estaba acostumbrada a escucharlas en canciones.

Las cosas que la gente hablaba en confianza, nosotros las cantábamos.

Por eso ahora usted le da espacio a un joven crítico como Carlos Varela.

Yo no soy Flash Gordon. Dentro de mi pequeño espacio, dentro de la frondosísima cultura cubana, yo invito a Carlos a cantar conmigo. Hay gente que ve suspicacia en esto. Pero en mí no es nada raro. Yo siempre he cantado toda la vida con trovadores.

Empecé cantando con trovadores viejos, me pasé años cantando con mis compañeros de generación como Pablo Milanés y Vicente Feliú.

No es nada raro. Es una actitud consecuente con toda nuestra historia de trovador eso de invitar a Carlos a cantar en un concierto.

Estoy formado dentro de una sociedad donde el hombre no es lobo del hombre. Me encanta cuando triunfa el talento. Para mi corazón es como que triunfara la justicia. Cuando triunfa la juventud, que tiene buenas ideas, ideas de mejoramiento, para mí es un triunfo mío. Yo también pienso así.

En ese sentido nunca me he dejado de sentir joven. Ni siquiera: niño.