Entrevistó: Fidel Díaz Castro, periódico Juventud Rebelde, Cuba.
31 de Julio del 2005
arios correos electrónicos y una tarde bajo las yagrumas del Centro Pablo de la Torriente Brau hicieron posible la entrevista que ahora ofrecemos a los lectores de El Tintero, a propósito del cumpleaños 60 de Luis Rogelio Nogueras, que se celebrará en el mes de noviembre. Una vez más, a 20 años ya de su muerte, regresa Wichy, invocado por Silvio Rodríguez, con humildad y pasión de amigo, como para atenuar esos 15 siglos de notar su ausencia.
A mediados de la década del 60, al calor de los primeros grandes combates y transformaciones de la naciente Revolución Cubana, se vivió una efervescencia ideológica en la que la intelectualidad cubana trajo grandes debates y contradicciones. Por entonces, un grupo de jóvenes, entre ellos Wichy, funda, como suplemento cultural del periódico Juventud Rebelde, la revista El Caimán Barbudo, alrededor de la cual aparecen estrechamente vinculados trovadores como Vicente Feliú y Silvio Rodríguez. ¿Cómo recuerda Silvio aquella ebullición y qué luces aportaba Wichy Nogueras dentro de ella?
Creo que yo estaba todavía en el ejército cuando se fundó El Caimán Barbudo. Así que no tuve que ver directamente con ese hecho. Con lo que tuve que ver fue con el primer recital de poetas y trovadores que organizó el Caimán en la salita de Bellas Artes, evento en el que Nogueras estuvo. Fue en 1967, un mes después de yo haber debutado en Música y Estrellas, o sea, que fue muy al principio. Mis vínculos con aquellos escritores venían de que había conocido a algunos en el semanario Mella, entre 1962 y 1963.
En 1967, cuando me estaba desmovilizando, las FAR pedían, como requisito para darte la baja, la constancia de que tenías un puesto de trabajo en la vida civil. Yo acudí al periódico Juventud Rebelde, donde se encontraban muchos de los antiguos trabajadores del Mella, y, en una de aquellas visitas, el gallego Posada me mostró la oficina de El Caimán, que quedaba a unos pasos de su mesa de dibujo. Ahí me reencontré con Víctor, quien había sido redactor del semanario, y con Guillermo, que había sido colaborador. A Wichy y a Jesús los conocí a partir de entonces.
No recuerdo bien si fue ese día u otro cuando Wichy me hizo una entrevista en la que hablamos incluso de poesía, pero recuerdo haber estado con él en uno de los cubículos de aquella redacción. Lo que sí tengo claro es que antes de conocerlo había llegado a mí el prestigio de buen poeta que tenía entre sus compañeros. Creo que fue el primero de la generación que ganó un premio, en este caso el David.
Luis Rogelio Nogueras se dio a conocer como poeta con libros tan renombrados como Cabeza de zanahoria (1967), Las quince mil vidas del caminante (1977), eImitación de la vida. También es conocido como narrador y guionista de cine. ¿Cómo era Wichy el creador?
Creo que, además de la poesía, necesitaba explorarlo todo. Por eso incursionaba en diversas formas de expresión, empezando por el periodismo, ya fuera en entrevistas o en esas significativas crónicas que escribía a propósito de sus viajes. Su creatividad también se manifestaba mucho en la plática. Wichy era un imaginador constante y eso lo dejaba de manifiesto en los intercambios más triviales. Jugaba constantemente no solo con las palabras, sino con las ideas, de forma que conversar con él podía ser tremendamente divertido. Era tan listo, tan rápido de mente y tan esclavo de esos juegos, que había que estar alerta, porque en un pestañazo pasaba de la realidad a la invención.
La obra de Wichy Nogueras se caracteriza por lo ilimitado de su imaginación –llegando a inventarnos poetas y escritores, con sus historias y obras– y por su elevado sentido del humor. En la dedicatoria del álbum Causas y Azares, dices sobre Wichy: Por hacernos creer que jamás partirías y además demostrarlo. ¿Cómo recuerdas a Wichy el ser humano?
Él era de esas personas que son tiernas pero que no les gusta que se les note. Quizá por eso podía dar la impresión de ser demasiado ordenado y quizá también por eso su tendencia a las bromas, para no parecer encartonado. Pero yo lo vi completamente vulnerable y amoroso al pie de la cama de enferma de su hijita. Es una imagen de él que me persigue.
Le dedicas a Luis Rogelio Nogueras el álbum Causas y Azares. Inspirado en él compones La tonada inasible y la Canción del trovador errante termina mencionando un cisne salvaje, en clara alusión a Wichy. ¿Qué influencias pudo ejercer Luis Rogelio Nogueras en Silvio Rodríguez?
Puede que no tenga un verso para demostrarlo, pero la actitud rigurosa de Wichy respecto a las letras y a la cultura era ejemplar. Cuando en Oda a mi generacióncanté: “ahora quiero hablar de poetas, de poetas muertos y poetas vivos”, no sé por qué, pero estaba pensando en él. Debe ser que cuando leí El entierro del poeta, o aquel otro poema en español antiguo, me parecieron sencillamente asombrosos. Tenía la sensación de estar leyendo Gran Poesía, algo como Whitman o Neruda. Y me resultaba increíble ver que conocía y era amigo del tipo que había escrito aquellas maravillas.
En la canción La tonada inasible escribiste:
Hace quince segundos/ que se murió el poeta/ y hace quince siglos/ que notamos su ausencia. ¿Tras ese eterno tiempo, 60 de su llegada y 20 de su partida, qué importancia tendría para las nuevas generaciones la obra y el sentido de la vida de aquel cisne salvaje?
Toda la obra de Luis Rogelio Nogueras está signada por la lucidez y el compromiso. Él escogió y ordenó sus palabras no sé si para eso, pero al menos es una de las impresiones que dejó. Él se las ingenió para inventar lo que no tuvo a mano. Lo que necesitó rehacer lo rehizo y de esos reciclajes alumbró realidades alternativas. Creo que a propósito uno de sus libros se llama Imitación de la vida.
Era un convencido de que, luego de andar ‘las quince mil vidas del caminante’ la invención era necesariamente una acumulación, un resumen de posibilidades. Cuando él decía que no le interesaba tener un estilo, era porque era capaz de pasearse por todos los estilos conocidos y además, como pasatiempo, de ser capaz de inventar algunos más. Sobre ese tema hablamos a veces y creo que coincidíamos bastante, yo lejos, por supuesto, de su ilustración.
Creo que las nuevas generaciones, en la poesía de Nogueras, tienen mundos fascinantes que explorar. Sus novelas también son bellísimas, llenas de misterios, combates y sueños de nuestra generación. Para mí, aunque no haya tenido tiempo para escribir una obra extensa, Luis Rogelio Nogueras es un clásico de nuestra literatura. Eso lo garantiza la profundidad de sus ideas y la impecable forma que usó para expresarlas.
A mediados de la década del 60, al calor de los primeros grandes combates y transformaciones de la naciente Revolución Cubana, se vivió una efervescencia ideológica en la que la intelectualidad cubana trajo grandes debates y contradicciones. Por entonces, un grupo de jóvenes, entre ellos Wichy, funda, como suplemento cultural del periódico Juventud Rebelde, la revista El Caimán Barbudo, alrededor de la cual aparecen estrechamente vinculados trovadores como Vicente Feliú y Silvio Rodríguez. ¿Cómo recuerda Silvio aquella ebullición y qué luces aportaba Wichy Nogueras dentro de ella?
Creo que yo estaba todavía en el ejército cuando se fundó El Caimán Barbudo. Así que no tuve que ver directamente con ese hecho. Con lo que tuve que ver fue con el primer recital de poetas y trovadores que organizó el Caimán en la salita de Bellas Artes, evento en el que Nogueras estuvo. Fue en 1967, un mes después de yo haber debutado en Música y Estrellas, o sea, que fue muy al principio. Mis vínculos con aquellos escritores venían de que había conocido a algunos en el semanario Mella, entre 1962 y 1963.
En 1967, cuando me estaba desmovilizando, las FAR pedían, como requisito para darte la baja, la constancia de que tenías un puesto de trabajo en la vida civil. Yo acudí al periódico Juventud Rebelde, donde se encontraban muchos de los antiguos trabajadores del Mella, y, en una de aquellas visitas, el gallego Posada me mostró la oficina de El Caimán, que quedaba a unos pasos de su mesa de dibujo. Ahí me reencontré con Víctor, quien había sido redactor del semanario, y con Guillermo, que había sido colaborador. A Wichy y a Jesús los conocí a partir de entonces.
No recuerdo bien si fue ese día u otro cuando Wichy me hizo una entrevista en la que hablamos incluso de poesía, pero recuerdo haber estado con él en uno de los cubículos de aquella redacción. Lo que sí tengo claro es que antes de conocerlo había llegado a mí el prestigio de buen poeta que tenía entre sus compañeros. Creo que fue el primero de la generación que ganó un premio, en este caso el David.
Luis Rogelio Nogueras se dio a conocer como poeta con libros tan renombrados como Cabeza de zanahoria (1967), Las quince mil vidas del caminante (1977), eImitación de la vida. También es conocido como narrador y guionista de cine. ¿Cómo era Wichy el creador?
Creo que, además de la poesía, necesitaba explorarlo todo. Por eso incursionaba en diversas formas de expresión, empezando por el periodismo, ya fuera en entrevistas o en esas significativas crónicas que escribía a propósito de sus viajes. Su creatividad también se manifestaba mucho en la plática. Wichy era un imaginador constante y eso lo dejaba de manifiesto en los intercambios más triviales. Jugaba constantemente no solo con las palabras, sino con las ideas, de forma que conversar con él podía ser tremendamente divertido. Era tan listo, tan rápido de mente y tan esclavo de esos juegos, que había que estar alerta, porque en un pestañazo pasaba de la realidad a la invención.
La obra de Wichy Nogueras se caracteriza por lo ilimitado de su imaginación –llegando a inventarnos poetas y escritores, con sus historias y obras– y por su elevado sentido del humor. En la dedicatoria del álbum Causas y Azares, dices sobre Wichy: Por hacernos creer que jamás partirías y además demostrarlo. ¿Cómo recuerdas a Wichy el ser humano?
Él era de esas personas que son tiernas pero que no les gusta que se les note. Quizá por eso podía dar la impresión de ser demasiado ordenado y quizá también por eso su tendencia a las bromas, para no parecer encartonado. Pero yo lo vi completamente vulnerable y amoroso al pie de la cama de enferma de su hijita. Es una imagen de él que me persigue.
Le dedicas a Luis Rogelio Nogueras el álbum Causas y Azares. Inspirado en él compones La tonada inasible y la Canción del trovador errante termina mencionando un cisne salvaje, en clara alusión a Wichy. ¿Qué influencias pudo ejercer Luis Rogelio Nogueras en Silvio Rodríguez?
Puede que no tenga un verso para demostrarlo, pero la actitud rigurosa de Wichy respecto a las letras y a la cultura era ejemplar. Cuando en Oda a mi generacióncanté: “ahora quiero hablar de poetas, de poetas muertos y poetas vivos”, no sé por qué, pero estaba pensando en él. Debe ser que cuando leí El entierro del poeta, o aquel otro poema en español antiguo, me parecieron sencillamente asombrosos. Tenía la sensación de estar leyendo Gran Poesía, algo como Whitman o Neruda. Y me resultaba increíble ver que conocía y era amigo del tipo que había escrito aquellas maravillas.
En la canción La tonada inasible escribiste:
Hace quince segundos/ que se murió el poeta/ y hace quince siglos/ que notamos su ausencia. ¿Tras ese eterno tiempo, 60 de su llegada y 20 de su partida, qué importancia tendría para las nuevas generaciones la obra y el sentido de la vida de aquel cisne salvaje?
Toda la obra de Luis Rogelio Nogueras está signada por la lucidez y el compromiso. Él escogió y ordenó sus palabras no sé si para eso, pero al menos es una de las impresiones que dejó. Él se las ingenió para inventar lo que no tuvo a mano. Lo que necesitó rehacer lo rehizo y de esos reciclajes alumbró realidades alternativas. Creo que a propósito uno de sus libros se llama Imitación de la vida.
Era un convencido de que, luego de andar ‘las quince mil vidas del caminante’ la invención era necesariamente una acumulación, un resumen de posibilidades. Cuando él decía que no le interesaba tener un estilo, era porque era capaz de pasearse por todos los estilos conocidos y además, como pasatiempo, de ser capaz de inventar algunos más. Sobre ese tema hablamos a veces y creo que coincidíamos bastante, yo lejos, por supuesto, de su ilustración.
Creo que las nuevas generaciones, en la poesía de Nogueras, tienen mundos fascinantes que explorar. Sus novelas también son bellísimas, llenas de misterios, combates y sueños de nuestra generación. Para mí, aunque no haya tenido tiempo para escribir una obra extensa, Luis Rogelio Nogueras es un clásico de nuestra literatura. Eso lo garantiza la profundidad de sus ideas y la impecable forma que usó para expresarlas.