Levanto la mano por Silvio


Por: Roberto Fernández Retamar
de del 2007


Como se sabe, el título de estas líneas procede de una canción de Silvio, que sirvió luego para nombrar el excelente libro que le dedicaron sus compañeros de aventura poética Víctor Casaus y Luis Rogelio Nogueras: Que levante la mano la guitarra. Pero no es fácil ser original a propósito de Silvio. Entre otras cosas, porque su faena es la originalidad misma. Era un muchacho cuando se dio a conocer (quien primero me habló de él fue mi hermano Manolo, gran amante de la música), y ya mostraba sabiduría añosa. Después, los más diversos temas y ritmos aparecieron en su voz: una rara voz que no sé cómo se clasificará, aunque supongo que lo más sensato, como decía de sí Bola de Nieve, es aceptar que tiene voz de persona. ¿Y se quiere cosa más compleja que una auténtica persona? «Sé el que eres», aconsejaba el proverbio griego. Pero acaso es mas acertado decir: «Sé los que eres». ¡Cuántos seres es Silvio, si hemos de atenernos a su prodigiosa creación! El de la era, el del Elegido, el que nos dio una canción inolvidable en que mujer y Revolución están fusionadas, el que puso en solfa a los intelectuales a la violeta al evocar su experiencia en el barco Playa Girón, el del estremecedor ojalá, el del misterioso unicornio, el de oh, melancolía, el del necio desafiante, el de los ángeles… Pretender enumerar lo que ha hecho no es posible. Cuesta trabajo creer que la suya es obra de una sola persona: por su enorme número, su altísimo valor y su deslumbrante variedad, parece serlo de muchos. Y en verdad, cuantiosos Silvios concurren a hacer la trinidad que es Silvio Rodríguez Domínguez. Sin embargo, atravesando su maravillosa riqueza está una sola criatura entera y verdadera que es uno de nuestros grandes privilegios. Hace años, cuando yo era el feliz profesor de jóvenes poetas como Víctor, Wichy y Guillermo Rodríguez Rivera, se me ocurrió decir que así como siglos atrás los poetas cantaban acompañados de una lira (mencionada todavía por poetas como Garcilaso y Heredia), de donde vino la voz lírica, con Silvio y otros nuevos grandes estaba haciendo de las suyas la guitárrica. Las canciones de Silvio, independientemente del valor literario que tengan en sí, se completan con la música, y tengo entendido que en él palabra y música nacen entrelazadas.

En los buenos y en los malos tiempos, en la batalla y en la tristeza, en el amor y en la rabia, levanto, con admiración, gratitud y orgullo inmensos, mi mano por Silvio.

Roberto Fernández Retamar,
La Habana, 11 de diciembre de 2007.


 


Prólogo del libro Cancionero.