Por: Antonio Gómez, diario El País, España
de del 1986
de del 1986
Recital de canción cubana
Pablo Milanés, con Frank Bejerano (batería) Jorge Aragón (piano) y Eduardo Ramos (bajo y voces), Silvio Rodríguez con el grupo Afrocuba
Pabellón de Deportes del Real Madrid. Madrid, 18 y 29 de mayo.
Las razones de la indisolubilidad del binomio Pablo Milanés-Silvio Rodríguez, de su larga amistad y sus colaboraciones musicales, de esa estrecha relación que el público establece entre uno y otro, se encuentran tanto en las cosas en que coinciden como en las que difieren.
Son dos cantantes que ofrecen numerosos puntos comunes –especialmente una parecida actitud ante la canción como vehículo artístico y de comunicación, pero también similares inquietudes temáticas y preocupaciones musicales–; pero cada uno lo resuelve de manera distinta y personal.
Tras estos recitales madrileños, en los que ambos se han mostrado en plena madurez creativa, resulta estéril e infructuosa la ficticia separación entre pablistas y silvistas que divide a sus admiradores, no hay más remedio que acuñar el término pablismo-silvismo como manera de expresar esa extraña y fecunda relación que les une. Silvio Rodríguez podría ser la exuberancia de textos, de músicas, de concepción, y Pablo Milanés, la solidez; Silvio Rodríguez, la introspección, y Pablo Milanés, la extraversión, pero en ningún momento unas y otras características se enfrentan, porque cada uno tiene también, en sí mismo, los valores del otro.
Así Pablo Milanés, el sólido, el extravertido, ha escrito algunas de las canciones de amor total más interiorizadas y hermosas de cuantas se hayan hecho en cualquier país y en cualquier tipo de música. Canciones como Para Vivir, que no cantó en el recital, o Yolanda y El breve espacio en que no estás que cantaron juntos en los bises.
Por su parte, el exuberante e introvertido Silvio pasma por el rigor y la solidez de temas como Canción urgente para Nicaragua, que interpretó en directo, o Santiago de Chile, que se quedó sin sonar.
Con el pabellón lleno hasta la bandera de un público heterogéneo, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez se repartieron el recital, haciendo una parte cada uno, hasta que al final, reclamados por el público, interpretaron una larga serie de bises que duró más de media hora.
Magníficos de voz, cálidos, comunicativos y entregándolo todo, tanto Pablo Milanés como Silvio Rodríguez, estructuraron un recital variado y lleno de matices en el que prevaleció una clara definición de orgullo y reivindicación cubanos. Antes de empezar los bises, los dos cantantes leyeron una carta conjunta contestando a la propuesta que el exiliado cubano Carlos Alberto Montaner les había hecho ese mismo día desde un periódico madrileño para que se quedaran en el exilio. Tal vez la carta fue innecesaria, porque su postura tras escuchar las canciones quedó clara como el agua, pero en cualquier caso la lectura motivó el aplauso más largo de la noche.
Los músicos
Párrafo aparte merecen los músicos, tanto el trío de veteranos que toca con Pablo Milanés como los muy jóvenes que integran el grupo Afrocuba que acompaña a Silvio Rodríguez. Son músicos versátiles y virtuosos, de formación sólida y con una personalidad sonora absolutamente original, fruto de una escuela que se remonta al trabajo realizado por el maestro Leo Brouwer en su etapa de director del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, y que hacen verdad su frase de aquellos lejanos años: “De la cultura del imperio hemos de aprender a utilizar aquellos elementos que sirven para nuestra propia liberación”.
El talento creativo de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez ha hecho posible el triunfo en ese desafío; pero con solo el talento no hubiera sido posible, sin la existencia de esa escuela musical que se ha formado en Cuba.
Pablo Milanés, con Frank Bejerano (batería) Jorge Aragón (piano) y Eduardo Ramos (bajo y voces), Silvio Rodríguez con el grupo Afrocuba
Pabellón de Deportes del Real Madrid. Madrid, 18 y 29 de mayo.
Las razones de la indisolubilidad del binomio Pablo Milanés-Silvio Rodríguez, de su larga amistad y sus colaboraciones musicales, de esa estrecha relación que el público establece entre uno y otro, se encuentran tanto en las cosas en que coinciden como en las que difieren.
Son dos cantantes que ofrecen numerosos puntos comunes –especialmente una parecida actitud ante la canción como vehículo artístico y de comunicación, pero también similares inquietudes temáticas y preocupaciones musicales–; pero cada uno lo resuelve de manera distinta y personal.
Tras estos recitales madrileños, en los que ambos se han mostrado en plena madurez creativa, resulta estéril e infructuosa la ficticia separación entre pablistas y silvistas que divide a sus admiradores, no hay más remedio que acuñar el término pablismo-silvismo como manera de expresar esa extraña y fecunda relación que les une. Silvio Rodríguez podría ser la exuberancia de textos, de músicas, de concepción, y Pablo Milanés, la solidez; Silvio Rodríguez, la introspección, y Pablo Milanés, la extraversión, pero en ningún momento unas y otras características se enfrentan, porque cada uno tiene también, en sí mismo, los valores del otro.
Así Pablo Milanés, el sólido, el extravertido, ha escrito algunas de las canciones de amor total más interiorizadas y hermosas de cuantas se hayan hecho en cualquier país y en cualquier tipo de música. Canciones como Para Vivir, que no cantó en el recital, o Yolanda y El breve espacio en que no estás que cantaron juntos en los bises.
Por su parte, el exuberante e introvertido Silvio pasma por el rigor y la solidez de temas como Canción urgente para Nicaragua, que interpretó en directo, o Santiago de Chile, que se quedó sin sonar.
Con el pabellón lleno hasta la bandera de un público heterogéneo, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez se repartieron el recital, haciendo una parte cada uno, hasta que al final, reclamados por el público, interpretaron una larga serie de bises que duró más de media hora.
Magníficos de voz, cálidos, comunicativos y entregándolo todo, tanto Pablo Milanés como Silvio Rodríguez, estructuraron un recital variado y lleno de matices en el que prevaleció una clara definición de orgullo y reivindicación cubanos. Antes de empezar los bises, los dos cantantes leyeron una carta conjunta contestando a la propuesta que el exiliado cubano Carlos Alberto Montaner les había hecho ese mismo día desde un periódico madrileño para que se quedaran en el exilio. Tal vez la carta fue innecesaria, porque su postura tras escuchar las canciones quedó clara como el agua, pero en cualquier caso la lectura motivó el aplauso más largo de la noche.
Los músicos
Párrafo aparte merecen los músicos, tanto el trío de veteranos que toca con Pablo Milanés como los muy jóvenes que integran el grupo Afrocuba que acompaña a Silvio Rodríguez. Son músicos versátiles y virtuosos, de formación sólida y con una personalidad sonora absolutamente original, fruto de una escuela que se remonta al trabajo realizado por el maestro Leo Brouwer en su etapa de director del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, y que hacen verdad su frase de aquellos lejanos años: “De la cultura del imperio hemos de aprender a utilizar aquellos elementos que sirven para nuestra propia liberación”.
El talento creativo de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez ha hecho posible el triunfo en ese desafío; pero con solo el talento no hubiera sido posible, sin la existencia de esa escuela musical que se ha formado en Cuba.