Solo así




Últimamente algunos medios reproducen opiniones sobre la realidad cubana que he expresado en mi blog “Segunda cita” y se aventuran a insinuar que estoy cambiando de principios. Pura manipulación. Los que han seguido el curso de mi trabajo, los que han leído mi blog –y sobre todo los que me conocen– saben que siempre he cantado y dicho lo que pienso.

La única canción que una vez califiqué de incómoda es “Cuando digo futuro”, aun cuando la hice a pedido, para el cine. Y no es que me arrepienta de lo dicho sino porque vivo en un futuro muy distinto al que invitaba entonces. La frase sobre “Pequeña serenata diurna” que recientemente citó la AP en una entrevista, fue sacada de contexto y fue omitida la aclaración que a propósito hice. Tengo la grabación que lo demuestra.

Los contrarios al proceso político que se ha dado en llamar Revolución Cubana dicen que estoy cambiando, como si fuera posible arrepentirme de mi vida.

Mi común pero inequívoca existencia refuta lo falso de esas afirmaciones. Porque la revolución no la leí ni me la enseñaron otros. La viví desde niño, cuando todos en mi calle sabíamos que en la panadería vendían bonos del 26 de julio y si veíamos venir a un policía íbamos a avisar al panadero. En nuestros juegos con soldaditos de goma, los buenos eran siempre los rebeldes y los malos los casquitos del gobierno. Después del triunfo inauguramos las Patrullas Juveniles, fuimos alfabetizadores y cuando Girón inventamos las milicias estudiantiles. También fuimos los primeros llamados al servicio militar, en 1964.

Nunca fui militante porque me cuesta acatar sin discusión lo que se les ocurre a otros, pero cuando estoy de acuerdo ni el miedo a la muerte me ha podido apartar de lo que considero deber. Mis dos recorridos por Angola, en 1976, lo demuestran.

Integré la Asamblea Nacional no porque lo pidiera. En Buenos Aires leí que me estaban proponiendo en asambleas municipales y pensé que era un error periodístico. Cuando llegué a Cuba y me preguntaron dije que no tenía vocación de político y que por favor me quitaran. Se había acabado de deshacer la URSS, el país había perdido el 80% de su comercio exterior y Fidel decía que la Asamblea tenía que ampliarse y ser sabia. Aquello fue excusa para incluir a gente que había estado cuestionada, como yo. Y me di cuenta de que en la situación que estábamos hubiera sido una cobardía continuar negándome.

A mis 60 años cumplí 3 períodos asamblearios y pedí mi baja, así como también mi jubilación laboral, porque nunca soporté la burocracia. Después, lo primero que hice fue una larga gira por las prisiones, a lo que siguieron 10 años de gira por los barrios más necesitados. La pandemia nos detuvo. En la situación económica posterior considero que seguir crearía más problemas que los que resolvería. 

Creo que en los 17 años que llevo jubilado he trabajado tanto o más que antes. Y, como dije hace poco en una entrevista inédita, esencialmente “creo que soy el mismo: justicia social sin igualitarismo, la ciencia como guía y corazón autocrítico”.

El Universo no para de moverse. Estar vivo sin evolucionar es absurdo. Ver el mundo y aprender no significa dejar de ser solidario ni abandonar los deseos de justicia social. Sigo trabajando para un mundo más justo, donde en vez de invertir en armas se invierta en oportunidades para todo el que nace. Sigo pensando que el socialismo tiene mejores posibilidades humanas que el capitalismo; pero tendrá que ser un socialismo verdaderamente superior, como tanto se ha dicho y se ha cantado, aunque debamos usar “melladas herramientas” mientras no seamos capaces de una energía mejor.

Abajo los dogmas. 

Viva la libertad. 

“Con todos y para el bien de todos”.

 Solo así siento que honro el sacrificio de mi pueblo.

 

 Silvio Rodríguez Domínguez

24 de julio de 2024

La Habana, Cuba