28 de Enero del 2012
Por: Mónica Rivero
Fotos: Alejandro Ramírez
Por: Mónica Rivero
Fotos: Alejandro Ramírez
Presentación de Silvio Rodríguez e invitados en el Museo Nacional de Bellas
Artes.
El concierto empezaría a las siete de la noche. Fuera del Museo, apenas
pasadas las cinco, el público hacía una cola que tocaba ya la esquina.
Cuando se empezó a pasar, el lugar fue cada vez menos silencioso, más lleno de
voces, de risas, de expectación, de ruido de encuentro en torno a fascinación
común, y hasta curiosidad.
Fue el Coro Exaudi quien dio apertura a la velada, con la interpretación de
obras de varios autores. Les siguió Trovarroco, con una pieza de cuerdas; y
después se incorporaron Niurka González y Oliver Valdés, flauta y clarinete la
primera, percusión el segundo.
"Y Silvio, por supuesto", como lo presentara en uno de los conciertos en
Santiago de Chile Isabel Parra; hija de la "siempre bien amada" Violeta,
como reza la carta escrita con guitarra que se escuchó entre lo primero del
repertorio de la noche.
Escaramujo fue la del final, la "bonus track", ya lejos en el tiempo de
Sonrisas de papel, la primera. Entre las dos, todas las canciones que fueron
siendo, unas que no cantaba hacía mucho; otras de siempre, inevitables,
ineludibles, de ausencia que no perdonaría el auditorio.
En lo personal, hice un pequeño descubrimiento intrascendente, caí en una
cuenta a modo de sistematización: hay muchas canciones de Silvio que hablan de
estrellas, de la luna y el universo. Lo advertí en la frecuencia con que
mirábamos al cielo cada vez que se escuchaba uno de los motivos, a aquel cielo
tan parecido anoche a un techo del patio, por algún efecto que no alcanzo a
describir.
Artes.
El concierto empezaría a las siete de la noche. Fuera del Museo, apenas
pasadas las cinco, el público hacía una cola que tocaba ya la esquina.
Cuando se empezó a pasar, el lugar fue cada vez menos silencioso, más lleno de
voces, de risas, de expectación, de ruido de encuentro en torno a fascinación
común, y hasta curiosidad.
Fue el Coro Exaudi quien dio apertura a la velada, con la interpretación de
obras de varios autores. Les siguió Trovarroco, con una pieza de cuerdas; y
después se incorporaron Niurka González y Oliver Valdés, flauta y clarinete la
primera, percusión el segundo.
"Y Silvio, por supuesto", como lo presentara en uno de los conciertos en
Santiago de Chile Isabel Parra; hija de la "siempre bien amada" Violeta,
como reza la carta escrita con guitarra que se escuchó entre lo primero del
repertorio de la noche.
Escaramujo fue la del final, la "bonus track", ya lejos en el tiempo de
Sonrisas de papel, la primera. Entre las dos, todas las canciones que fueron
siendo, unas que no cantaba hacía mucho; otras de siempre, inevitables,
ineludibles, de ausencia que no perdonaría el auditorio.
En lo personal, hice un pequeño descubrimiento intrascendente, caí en una
cuenta a modo de sistematización: hay muchas canciones de Silvio que hablan de
estrellas, de la luna y el universo. Lo advertí en la frecuencia con que
mirábamos al cielo cada vez que se escuchaba uno de los motivos, a aquel cielo
tan parecido anoche a un techo del patio, por algún efecto que no alcanzo a
describir.