29 de Mayo del 2015
Por: Karina Micheletto
Fuente: Página 12
Fotos: Kaloian
Por: Karina Micheletto
Fuente: Página 12
Fotos: Kaloian
“Una canción de amor esta noche, es lo que yo te quiero entregar”, dice una de las nuevas canciones de Silvio, la que eligió para abrir el concierto. A riesgo del lugar común, y desde el común lugar de quien no puede declararse objetivo en absoluto, esta cronista puede decir que eso es lo que entregó y recibió, durante dos horas y media, el cubano en el Luna Park. Algo del orden de lo amoroso hay en el vínculo que establecen esas canciones, más allá del contenido que, en el caso del último disco, aún sin editar pero ya presentado en vivo, se centra justamente en el amor. El estadio lució repleto el miércoles pasado (con entradas agotadas, también para la función de ayer) en una nueva celebración de ese vínculo, que mañana también se ratificará, en un contexto diferente y con entrada gratuita, al aire libre en el barrio de Lugano.
Ocurre con Silvio Rodríguez lo que no ocurre con otros cantautores que llevan años ejerciendo su oficio y pateando escenarios del mundo. En su caso, el modo de encontrar y mostrar las canciones parece haberse complejizado en lugar de ir hacia lo más fácil y obvio, esas orquestaciones rimbombantes o melosas, según los casos, esas filas de caños bien arriba que de paso sirven para tapar cualquier dificultad de la voz. Silvio Rodríguez elige la sutileza del trío Trovarroco –que en su proyecto grupal trabaja la música de concierto, con este formato no tradicional y sumando otras influencias como la trova– y de una formación de jazz, con ocho músicos en escena, un inspirado trabajo de arreglos y una apuesta por lo acústico, en la que hay que agradecer la poco frecuente presencia de un piano de verdad en escena.
Y así suenan las nuevas canciones, que en verdad pertenecen a diversos tiempos y espacios, según contó el cantautor en la entrevista a este diario, pero queasí reunidas conforman una unidad alrededor de los Amoríos de su título, un trabajo que viene presentando hace un tiempo pero que todavía no tiene forma de disco. “Siempre se me olvida decir que aún no está hecho. Algún día lo sacaremos. No tenemos prisa, no tenemos trasnacionales detrás”, recordó su autor, ganando aplausos. Y suenan también, transformadas en estos nuevos arreglos y en esta nueva sonoridad, las canciones de siempre. La que ganó un contexto más novedoso fue “Oleo de mujer con sombrero”, que es la única “ya conocida” del futuro nuevo disco. Allí aparece formando una tetralogía –que completan “Dibujo de mujer con sombrero”, “Detalle de mujer con sombrero” y “Mujer sin sombrero”–, y allí presentada suena nueva y a la vez de siempre, con un arreglo que la transforma.
En el comienzo del concierto, un par de esos temas nuevos fueron presentados con el trío Trovarroco y piano. Se sumó luego el cuarteto en el que se luce especialmente Niurka González –esposa del cantautor– en la flauta traversa, para volver a la historia con “Tonada del albedrío”. En las nuevas canciones y en las de siempre, lo que sigue sorprendiendo de Silvio Rodríguez es su capacidad para construir canciones redondas en letra y música, pequeñas perlas que nunca ceden a la facilidad. Canciones hermosas e imperecederas como “Pequeña serenata diurna”, “El necio”, “La era está pariendo un corazón”, “Mujeres”, que sonaron durante el concierto. O esos himnos que son “La maza”, también vuelta nueva en los arreglos –con algún problema que surgió en la interpretación, durante el primer concierto– y “Ojalá”, que llegó para los bises, esta vez más escasos de lo esperado por los insistentes de siempre.
El concierto de Silvio sirvió, de paso, para escuchar en el medio un par de canciones de Lien y Rey, un excelente dúo que sigue con estilo muy propio la tradición trovadora de los cubanos –y que hoy a las 19 tendrá su propio concierto en la Casa del Bicentenario, con entrada gratuita–. Es habitual que el anfitrión tenga este gesto generoso para con sus colegas y para con el público, el de dar a conocer nuevos artistas que no siempre encuentran su circuito de difusión. El vínculo, también en ese detalle, sigue siendo del orden de lo amoroso. Que es de lo que están hechos todos los vínculos que permanecen.
Ocurre con Silvio Rodríguez lo que no ocurre con otros cantautores que llevan años ejerciendo su oficio y pateando escenarios del mundo. En su caso, el modo de encontrar y mostrar las canciones parece haberse complejizado en lugar de ir hacia lo más fácil y obvio, esas orquestaciones rimbombantes o melosas, según los casos, esas filas de caños bien arriba que de paso sirven para tapar cualquier dificultad de la voz. Silvio Rodríguez elige la sutileza del trío Trovarroco –que en su proyecto grupal trabaja la música de concierto, con este formato no tradicional y sumando otras influencias como la trova– y de una formación de jazz, con ocho músicos en escena, un inspirado trabajo de arreglos y una apuesta por lo acústico, en la que hay que agradecer la poco frecuente presencia de un piano de verdad en escena.
Y así suenan las nuevas canciones, que en verdad pertenecen a diversos tiempos y espacios, según contó el cantautor en la entrevista a este diario, pero queasí reunidas conforman una unidad alrededor de los Amoríos de su título, un trabajo que viene presentando hace un tiempo pero que todavía no tiene forma de disco. “Siempre se me olvida decir que aún no está hecho. Algún día lo sacaremos. No tenemos prisa, no tenemos trasnacionales detrás”, recordó su autor, ganando aplausos. Y suenan también, transformadas en estos nuevos arreglos y en esta nueva sonoridad, las canciones de siempre. La que ganó un contexto más novedoso fue “Oleo de mujer con sombrero”, que es la única “ya conocida” del futuro nuevo disco. Allí aparece formando una tetralogía –que completan “Dibujo de mujer con sombrero”, “Detalle de mujer con sombrero” y “Mujer sin sombrero”–, y allí presentada suena nueva y a la vez de siempre, con un arreglo que la transforma.
En el comienzo del concierto, un par de esos temas nuevos fueron presentados con el trío Trovarroco y piano. Se sumó luego el cuarteto en el que se luce especialmente Niurka González –esposa del cantautor– en la flauta traversa, para volver a la historia con “Tonada del albedrío”. En las nuevas canciones y en las de siempre, lo que sigue sorprendiendo de Silvio Rodríguez es su capacidad para construir canciones redondas en letra y música, pequeñas perlas que nunca ceden a la facilidad. Canciones hermosas e imperecederas como “Pequeña serenata diurna”, “El necio”, “La era está pariendo un corazón”, “Mujeres”, que sonaron durante el concierto. O esos himnos que son “La maza”, también vuelta nueva en los arreglos –con algún problema que surgió en la interpretación, durante el primer concierto– y “Ojalá”, que llegó para los bises, esta vez más escasos de lo esperado por los insistentes de siempre.
El concierto de Silvio sirvió, de paso, para escuchar en el medio un par de canciones de Lien y Rey, un excelente dúo que sigue con estilo muy propio la tradición trovadora de los cubanos –y que hoy a las 19 tendrá su propio concierto en la Casa del Bicentenario, con entrada gratuita–. Es habitual que el anfitrión tenga este gesto generoso para con sus colegas y para con el público, el de dar a conocer nuevos artistas que no siempre encuentran su circuito de difusión. El vínculo, también en ese detalle, sigue siendo del orden de lo amoroso. Que es de lo que están hechos todos los vínculos que permanecen.