10 de Junio del 2022
Fotos: Kaloian Santos
Fotos: Kaloian Santos
Voy a permitirme leer unas pequeñas palabras para nuestro huésped distinguido, Silvio Rodríguez, que representa tanto para nosotros. El día de hoy le vamos a entregar un Diploma de Huésped Distinguido y las Llaves de la Ciudad.
Gracias Silvio por estar aquí, aunque en realidad tú siempre estás aquí, en nuestras vidas, en nuestras certezas, en nuestras convicciones, en nuestros amores, en los sueños y en las realizaciones siempre, en la lucha por un presente y un futuro feliz, solidario y transformador.
Estar con todas y todos es el privilegio que se construyen los artistas de tu talla, el privilegio de acompañar a millones al mismo tiempo; lo has hecho durante décadas en esta ciudad. Te apareces lo mismo cuando un grupo se reúne a tocar la guitarra en alguna calle, abriéndole cancha por igual a quien sabe ejecutar los arpegios y “Ojalá”; que al que apenas está aprendiendo y acompaña con rasgueos a destiempo o canta una letra que a todos dice algo. Lo que cada quien escucha, el mensaje del que cada quien se apropia.
Está Silvio en la intimidad, cuando ganamos tiempo de soledad para soñar, para ayudarte a buscar un unicornio y nos encontramos con la inspiración, con respuestas o con preguntas que surgen de este diálogo que nos propones.
Estás en la plaza pública y en la enorme sala de conciertos. Cuando ratificas ante decenas de miles que ser un necio en los ideales es algo que se elige, que a la zurda es mejor que diestro, y que la gente es buena, aunque le digan “mala”. Y en la convicción, ahora más que nunca, de que el bloqueo a Cuba es una perversa tragedia que debe terminar, como lo ha pensado siempre el corazón a la izquierda de nuestra ciudad.
En esta Ciudad de México, Silvio, apareces con frecuencia, con la amalgama de tu música y tus frases. Esta ciudad, en parte bosque y en parte asfalto, una ciudad que reverdece y busca ser nuevamente solar como hace siglos, y que confía y que vuelve a las calles después de un encierro inesperado, doloroso y disciplinado por convicción, que terminó siendo festivo en una vacunación de vida a la que primero invitamos a nuestros mayores.
Buscar con todo que lata fuerte y a la izquierda el corazón, que nace de una era que muere de dolor, porque de tu poesía Silvio, se desprenden programas de acción, de lucha; porque tu música facilita la sinapsis, porque lo sabemos: el cerebro que se emociona aprende más y nos lleva a acudir corriendo a evitar que se caiga el porvenir.
Esta ciudad, Silvio Rodríguez, te recibe rendida porque nobleza obliga, porque nos recuerdas que no hay que distraernos porque nadie nos lo va a perdonar, que amaremos hasta cuando acabemos de amar, y que hay que buscar y lograr lo que parecía imposible: que nuestras calles, antes oscuras y desoladas, ahora sean besables, amables, queribles.
Nuestra Ciudad de México, nosotras y nosotros, te entregamos las llaves Huésped Distinguido, Silvio Rodríguez, de nuestra ciudad. Aunque tú en realidad te abriste sus puertas hace décadas, desde aquel concierto ─te decía─ en el Auditorio de Filosofía y Letras de la UNAM, donde por primera vez te vi, o en el 2006 cuando solidariamente estuviste en el Zócalo acompañando al hoy Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y seguirás habitando aquí, Silvio, para siempre: es decir, en los cielos, los rabos de nube que barren las tristezas y develan siempre nuestras esperanzas. Bienvenido, Silvio, como siempre.
Gracias Silvio por estar aquí, aunque en realidad tú siempre estás aquí, en nuestras vidas, en nuestras certezas, en nuestras convicciones, en nuestros amores, en los sueños y en las realizaciones siempre, en la lucha por un presente y un futuro feliz, solidario y transformador.
Estar con todas y todos es el privilegio que se construyen los artistas de tu talla, el privilegio de acompañar a millones al mismo tiempo; lo has hecho durante décadas en esta ciudad. Te apareces lo mismo cuando un grupo se reúne a tocar la guitarra en alguna calle, abriéndole cancha por igual a quien sabe ejecutar los arpegios y “Ojalá”; que al que apenas está aprendiendo y acompaña con rasgueos a destiempo o canta una letra que a todos dice algo. Lo que cada quien escucha, el mensaje del que cada quien se apropia.
Está Silvio en la intimidad, cuando ganamos tiempo de soledad para soñar, para ayudarte a buscar un unicornio y nos encontramos con la inspiración, con respuestas o con preguntas que surgen de este diálogo que nos propones.
Estás en la plaza pública y en la enorme sala de conciertos. Cuando ratificas ante decenas de miles que ser un necio en los ideales es algo que se elige, que a la zurda es mejor que diestro, y que la gente es buena, aunque le digan “mala”. Y en la convicción, ahora más que nunca, de que el bloqueo a Cuba es una perversa tragedia que debe terminar, como lo ha pensado siempre el corazón a la izquierda de nuestra ciudad.
En esta Ciudad de México, Silvio, apareces con frecuencia, con la amalgama de tu música y tus frases. Esta ciudad, en parte bosque y en parte asfalto, una ciudad que reverdece y busca ser nuevamente solar como hace siglos, y que confía y que vuelve a las calles después de un encierro inesperado, doloroso y disciplinado por convicción, que terminó siendo festivo en una vacunación de vida a la que primero invitamos a nuestros mayores.
Buscar con todo que lata fuerte y a la izquierda el corazón, que nace de una era que muere de dolor, porque de tu poesía Silvio, se desprenden programas de acción, de lucha; porque tu música facilita la sinapsis, porque lo sabemos: el cerebro que se emociona aprende más y nos lleva a acudir corriendo a evitar que se caiga el porvenir.
Esta ciudad, Silvio Rodríguez, te recibe rendida porque nobleza obliga, porque nos recuerdas que no hay que distraernos porque nadie nos lo va a perdonar, que amaremos hasta cuando acabemos de amar, y que hay que buscar y lograr lo que parecía imposible: que nuestras calles, antes oscuras y desoladas, ahora sean besables, amables, queribles.
Nuestra Ciudad de México, nosotras y nosotros, te entregamos las llaves Huésped Distinguido, Silvio Rodríguez, de nuestra ciudad. Aunque tú en realidad te abriste sus puertas hace décadas, desde aquel concierto ─te decía─ en el Auditorio de Filosofía y Letras de la UNAM, donde por primera vez te vi, o en el 2006 cuando solidariamente estuviste en el Zócalo acompañando al hoy Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y seguirás habitando aquí, Silvio, para siempre: es decir, en los cielos, los rabos de nube que barren las tristezas y develan siempre nuestras esperanzas. Bienvenido, Silvio, como siempre.