22 de Octubre del 2018
Por: Emanuel Rodríguez
Fuente: Rosario Nuestro
Fotos: Kaloian
Por: Emanuel Rodríguez
Fuente: Rosario Nuestro
Fotos: Kaloian
Ojalá nunca se calle.
Silvio es “trovador”, que etimológicamente sería “agente de la canción”, y precisamente esa es la herramienta que utiliza para transmitir su mensaje. Con ella protesta, denuncia las injusticias y pretende, con cada palabra, incentivar un pequeño gran cambio en la sociedad.
Parece ambicioso creer cambiar el mundo solo con una canción, pero cada quién tiene un objetivo, y el de este músico nacido en un pequeño pueblito cercano a La Habana, parece ser ese.
Creo que lo logró. Silvio pasó por Rosario y dejó una noche imborrable para la memoria de aquellos que hace tantos años escuchan su música y sobre todas las cosas, disfrutan de las letras de aquel siempre joven revolucionario que jamás abandonó sus ideales.
El Che
Mientras pasaban las canciones, Silvio con su mirada recorría la carpa montada sobre la ex Rural. Esta ciudad, de alguna manera también es su ciudad, su tierra. Por cercanía, por convicción, por referencia, Rosario es parte de su vida. Parecía que buscaba en alguna fila, a ese rosarino que cambió su mundo y que una vez despidió en “Fusil contra fusil”. Sabía o sentía que estaba en algún rincón escuchando. El Che, indudablemente visitó el lugar.
Política
Es imposible imaginar un recital de Silvio sin contenido político. Una bandera en medio de la tribuna rezaba “Ojalá un Brasil sin fascismo”. Gritos hacia el Che, Fidel, Cuba y Argentina. Un cantico frenó el recital, y es el mismo que hace tiempo genera repercusiones en diferentes canchas de fútbol y el presidente Mauricio Macri fue el blanco elegido. Lo más llamativo, es que algunas personas decidieron abandonar la sala luego de este momento.
Pañuelos verdes
Silvio aclaró en el comienzo del show que estaba dedicado a las mujeres y todos los derechos que a ellas les corresponden. En medio de la canción “Eva”, reza que “dejó de ser costilla”, haciendo clara alusión al avance que se ha generado en esta materia en los últimos años. Y fue quizá el momento más emotivo de la noche, cuando cientos de pañuelos verdes coparon la sala. Piel de gallina y lágrimas en los presentes.
Rodriguez, es simple, es grande. Le sobran una guitarra y un escenario para demostrar la inmensidad de su obra, que incluye más de 500 temas con los que contó y cantó una revolución. Una revolución de poesía, con su única arma y la más fuerte: la voz.
No hace falta coincidir políticamente. Hace falta sentarse y escuchar a este humilde hombre que hace al mundo cada vez un poquito más lindo.
Ojalá vuelva.