Todo el mundo tiene su Moncada




Menos mal que existen
los que no tienen nada que perder,
ni siquiera la muerte.

Menos mal que existen
los que no miden qué palabra echar,
ni siquiera la última.

Se arriman a la noche y al día,
y sudan si hay calor
y, si hay frío, se mudan.

No esperan echar sombra o raíces
pues viven
disparando contra cicatrices.

Escuchan, se proyectan y lloran
debajo
de sus huellas, con tanto trabajo.

Se mueren sin decir de qué muerte,
sabiendo que en la gloria
también se está muerto.

Menos mal que existen,
menos mal que existen,
menos mal que existen para hacernos.

Menos mal que existen
los que no tienen nada que perder,
ni siquiera la historia.

Menos mal que existen
los que no dejan de buscarse a sí
ni siquiera en la muerte
de buscarse así.