Esto no es una elegía




Tú me recuerdas el prado de los soñadores, 

el muro que nos separa del mar si es de noche. 

Tú me recuerdas, sentada, 

ciertos sentimientos

que nunca se sabe qué traen en las alas: 

si vivos o muertos. 

 

Me quito el rostro y lo doblo 

encima del pantalón. 

Si no he de decir tu nombre, 

si ajeno se esconde, 

no quiero expresión. 

Suelen mis ojos 

tener como impresos 

sus sueños risueños. 

 

Tú me recuerdas las calles de la Habana Vieja, 

la Catedral sumergida en su baño de tejas. 

Tú me recuerdas las cosas, no sé, las ventanas 

donde los cantores nocturnos cantaban 

amor a La Habana. 

 

Esto no es una elegía 

ni es un romance, ni un verso: 

más bien una acción de gracias, 

por darle a mis ansias 

razón para un beso; 

una modesta corona 

encontrada en la aurora. 

 

Tú me recuerdas el mundo de un adolescente, 

un seminiño asustado mirando a la gente; 

un ángel interrogado; 

un sueño acostado; 

la maldición, la blasfemia de un continente, 

y un poco de muerte.

 

 

(1977)