Y anoche



Anoche
dormí intranquilo yo.

Anoche
no estabas cerca, no.

Anoche
quise tenerte,
quise besarte,
soñé contigo donde estés
y me dormí después.

La noche está llegando.
Dime, amor, hasta cuándo
añoraré tu calor
perdido.
 

1966

Tu beso



Tu beso,
tibio y mojado, de labio espeso,
corrió en mi boca como un tormento
que no quisiera olvidar jamás.

Tu beso,
acariciado entre mis recuerdos,
me tiene atado, me tiene preso
en un gigante delirio gris
que no me deja respirar,
porque no sé si volverás
bajo otra noche como ayer.
No sé, no sé, no sé.

Tu beso
será enterrado junto a mis huesos.
Quiero matarlo de mis recuerdos,
porque me extingue este recordar
que no me deja respirar,
porque no sé si volverás
bajo otra noche como ayer.
No sé, no sé, no sé.

Tu beso.

1967

Treinta años





Ellos se casaron hace años y tuvieron
mala suerte: ella un día enloqueció.
Él volvió al trabajo, solitario como siempre,
y ella al hospital se fue diciendo adiós.

Sólo siete meses de casados poseían,
siete meses en la casa que cambió.
Mas, de pronto, se quedó vacía, como siempre,
y él, tan solo como nunca se sintió.

Cuánto tiempo se va si se va la razón.
Treinta años fue ayer, pero en ella no es nada:
sólo vive con un beso,
con un beso en el saludo y la partida.

Cuánto tiempo se va si se va la razón.

1967

Tengo que estar en ti



Tengo que estar en ti
para hacerte en miradas,
para hacerte en abrazos
y dibujarte en cosas transparentes,
en flor incandescente,
en vida, con mis labios.

Tengo que estar en ti
para escribir mi joven
testamento de niño,
sin cueva donde echarme
en una lluvia
―tu cabellera rubia
cubierta de mis brazos.

Yo pude enloquecer
de no encontrarte al fin
de tanta soledad,
de tanta oscuridad.

Tengo que estar en ti
para poder hablar,
para poder vivir,
para poder soñar,
reír,
cantar,
dormir,
besar y estar en ti.

1967

Tema de la adolescencia



Y al final de un día di con mi cuerpo,
tras andar un trecho tan encorvado.
Comprendí que no había ido muy lejos,
que mi historia era un camino trillado.

Y me reí tanto de mí.
Y me reí diciendo no.

Supe que para al fin poder envejecer
debía saltar a la aventura de buscar.
Que era el momento en que debía comprender,
pues ya mis piernas se atrofiaban al andar.

Y reí más de mí.
Y reí diciendo no, diciendo no.

¿Y qué pasó después?
Pues que salté a vivir.

Ya después me recorrí todo el cuerpo.

1967

Si se va la esperanza



Cuatro vueltas exactas
a mi camisa doy.
Acabo de sufrir.
Calle, qué larga luces hoy.

Tantas nuevas verdades
ahora vienen por mí.
Me acabo de poner
nueva esperanza como piel.

Salgo, veo la misma realidad.
Salgo, grito que quiero respirar.
Llamo porque siento que no alcanzo,
que me salgo de la vida sin remedio.
Llamo porque escapo más cansado
de los días con sus tardes y sus tedios.

Si se va la esperanza,
le voy a preguntar
a mi más viejo amor,
de rostro blanco como cal,
que si se deja acompañar
allá.
 

1968

Muerto



Cuando por las noches me libero de mi cuerpo,
sigo yo la ruta que sólo siguen los muertos.

Hay una niña que amo de lejos.
Todas las noches yo corro a su encuentro.

Noche tras noche, hasta la mañana,
para cuidarla me siento en su cama.

Al amanecer yo me despido con un beso,
aunque no lo sienta, porque entonces
yo estoy muerto.

Cuándo será otra noche, mi cielo,
para salvar las distancias, yo muerto.

1966

Quién va a pensar en algo más



Un hombre se citó
con un amigo ayer,
pero no pudo ir:
acaba de morir.

En el espacio está
sin llenar su lugar.
Ya nadie piensa en él.
Todo se fue con él.

Un hombre se perdió
en la mañana de hoy
y nada se paró
y el sol no se enteró.

Todo ha seguido igual.
Sólo ha cambiado el fin:
que donde él pudo estar
no ocupará un lugar.

¿Quién va a pensar en algo más
que no sea el loco y ciego afán de vivir?
¿Qué va a quedar de lo demás
que no sea un río de algo inútil y vil?

Ayer me levanté
maldiciendo, al igual

1967

¿Por qué?



Esta noche quiero alzar mi voz
junto a mis hermanos en pesar.
Por qué al hombre marcar,
¿por qué, por qué?
Si el alma es siempre igual,
¿por qué, por qué?

Siempre no ha de haber
un mundo en división.
El hombre ha de sentarse
con las bellas estrellas
en su bendita unión.

Esta noche quiero alzar mi voz
junto a mis hermanos en pesar.
Por qué al hombre marcar,
¿por qué, por qué?
Si el alma es siempre igual,
¿por qué, por qué?
 

1965

Oye



Oye,
tu recuerdo me ha parado en seco
en la tarde de ayer, de nuevo,
con su noche, de negro toda,
y al lado de unas tristes olas.

Oye,
tu recuerdo me ha llamado hoy tanto
en la blanca mañana, y cuánto
siento que no te viera ahora,
si ayer te vi pasar tan sola.

Quisiera verte y no pensarte,
pero es que temo tantas cosas.
¿Sabrás acaso darme
más que tu cara hermosa?

¿Podré contigo compartirme?
¿Podré entregarme y dividirme
en miles de impresiones,
o vendrás a aburrirme?

Oye,
pensamiento que apenas conozco,

1967

Mientras tanto



Al que le disguste mi sincero afán
de decir la vida en mi canción,
sólo le diré que, cuando pueda,
colgaré mi voz de algún lugar común,
que, cuando pueda, dejaré mi forma de pensar,
que, cuando pueda, mi guitarra irá a parar al mar.
Pero mientras tanto, pero mientras tanto
yo tengo que hablar, tengo que vivir,
tengo que decir lo que he de pensar.
Mientras tanto, pero mientras tanto
yo tengo que hablar, cantar y gritar
la vida, el amor, la guerra, el dolor.
Y más tarde
guardaré la voz.

Al que se disguste con mi proceder

1967

María



María, te pareces al viento,
ese viento que pasa
por entre las casas
y vuela la tranquilidad
hacia el mar.

María, es tu nombre un misterio
porque amas las cosas
que no tienen dueño:
el cielo, la luna y el mar,
la ciudad, el cristal.

María, tienes pocos amigos,
ay, María, porque entiendes los ríos.
El tiempo pasará
y no te importará
seguir diciendo amor
frente al primer dolor.
Pero los años van
a desgarrarte a ti
como le pasa a él,
como me pasa a mí,
María.

María, no hace tanto jugabas
con muñecas y casas,

1967

Los funerales del insecto



Hace un rato, solo, he visto
a un insecto agonizar.
Y he pensado: «no hay remedio,
nadie va a su funeral».

El insecto agonizaba.
Yo empezaba a canturrear
la canción más solitaria
que haya escrito sin llorar.
Pues me puse a comparar:

¿Qué hará la tierra con los huesos
del que muere sin regreso,
en virtud de su ambición?
Sus funerales sin amigos,
sus adioses sin testigos,
sus domingos sin amor
serán como el del insecto aquel,
muriendo solo, sin después.
Morir así es no vivir,
morir así es desaparecer.

1968

La leyenda del águila



Voy a cantar para que escuchen mi canción
como una aguja que traspase la razón.
Escuchen la negra historia,
la leyenda de la muerte
que narran los moribundos desde allá.

Era una tierra devastada por el sol,
con cada lumbre se esparcía el resplandor,
y el águila, temerosa
del mundo que la aplastaba,
tan negra como sus alas los golpeó.

Y allí se libra una batalla por el sol
que unos desdeñan y otros besan con amor.

No se vuelvan las espaldas,
apréstense bien los brazos.
Andemos el mundo sin decirle adiós,
nunca adiós.
 

1966

Hay un grupo que dice



Hay un grupo que dice que lo haga reír.
Dicen que mi canción no es así, juvenil,
que yo no me debiera poner a cantar
porque siempre estoy triste, muy triste.

Miren que decir eso,
con tantos motivos
para no reírse
como hay.

Hay un grupo que dice que una canción
tiene que ser muy fácil para la razón,
que las cosas que digo sólo las sé yo.
No han abierto los ojos al mundo.

Miren que decir eso,
con tantos motivos
para preocuparse
como hay.

Hay un grupo que dice que lo haga feliz,
que me vira la espalda y se pone a reír.

1967

Grita más



Yo salí a buscarte
por el mundo, sin hallarte.
Desde niño te buscaba sin cesar.
Cuando preguntaba, en todas partes
te llamaba y respondía
todo un coro a todas voces:
Grita más, 
grita más, 
grita más.

Yo salí a buscarte
con el miedo de encontrarte
que es común en todo niño de esa edad.
He vivido preguntando al mundo
si mi amor es infecundo,
pero entonces me responden:
Grita más, 
grita más, 
grita más.

Quiero no ser juguete de voces
negras y viejas.
Quiero sentarme quieto en la noche


1967

Graciela



Graciela ayer recomendaba
el postergar mi solución;
que, por lo pronto, me guardara
esa razón que lastimaba mi corazón,
pues yo debía esperar a sentir
el peso de este vacío sin fin.

Pero qué empeño, si ya no sueño
ni siento el pulso de la noche.

Graciela, el lecho de muerte
está en mi ceño, con amor.
Pues voy tan solo como un puente
que sirve acaso como paso a otra región,
que todos pasan y pasan así,
sin detenerse a vivir para mí.

Con esta seña, ¿cómo volverme
y andar mi espalda, que se gasta bajo el sol?

1967

En ti



Hay un amor veloz
rápidamente descendiendo
por mis brazos, por mi piel
hasta mi corazón,
para quedarse en él.

Me hace pensar así
en mi costumbre de arrojarme
por tus ojos hasta ti,
mientras tú crees verme
viéndote reír.

Es un amor real
con todos sus detalles,
que son de ti.
Y ya es muy tarde ya,
para que no haga daño
dentro de mí.
Pues siempre estoy en ti.

Aunque parezca extraño y pronto, en ti;
aunque parezca a veces tonto, en ti.
Y casi ayer te conocí. En ti.
Pese a la noche y pese al día, en ti;

1967

En busca del tiempo perdido



Sin una historia azul,
de niño comprendí lo que debí callar.
Y hermanos y hermanitas,
de manos junto al mar,
no comprendimos el pudor.
Y así no estaba mal.

Ahora en busca sólo estoy
del tiempo que he perdido desde ayer,
buscando lo que habría de hacer de mí.
Cosa añorada en mi niñez,
porque después crecí.

Crecí creyendo era mi bien
hacerme un hombre y ya me ven:
ahora me tengo que medir
para saber vivir.

Andando el tiempo se perdió
mi mar, las nubes de marfil
y un girasol
de abanicarse la cabeza al sol.

1967

Déjame regresar



Déjame
―tú que me acompañas como una amistad―,
déjame
―tú que eres fantasma de mi soledad―
regresar por las mismas calles
en que caminé sin tu amor;
volver a los cines, a los parques,
a las miradas sin culpa del mundo
que pasa a mi lado sin ti.

Déjame
devolverle al viento lo que le robé.
Déjame
decir «para siempre» por última vez.
Y regresar sólo con mis buenos días y el adiós;
regresar, perderme de vista para siempre
de los caminos que juntos hubimos
de andar hasta el fin del amor.

Después, quizás perdida en las memorias,

1967