Graciela



Graciela ayer recomendaba
el postergar mi solución;
que, por lo pronto, me guardara
esa razón que lastimaba mi corazón,
pues yo debía esperar a sentir
el peso de este vacío sin fin.

Pero qué empeño, si ya no sueño
ni siento el pulso de la noche.

Graciela, el lecho de muerte
está en mi ceño, con amor.
Pues voy tan solo como un puente
que sirve acaso como paso a otra región,
que todos pasan y pasan así,
sin detenerse a vivir para mí.

Con esta seña, ¿cómo volverme
y andar mi espalda, que se gasta bajo el sol?

1967

En ti



Hay un amor veloz
rápidamente descendiendo
por mis brazos, por mi piel
hasta mi corazón,
para quedarse en él.

Me hace pensar así
en mi costumbre de arrojarme
por tus ojos hasta ti,
mientras tú crees verme
viéndote reír.

Es un amor real
con todos sus detalles,
que son de ti.
Y ya es muy tarde ya,
para que no haga daño
dentro de mí.
Pues siempre estoy en ti.

Aunque parezca extraño y pronto, en ti;
aunque parezca a veces tonto, en ti.
Y casi ayer te conocí. En ti.
Pese a la noche y pese al día, en ti;

1967

En busca del tiempo perdido



Sin una historia azul,
de niño comprendí lo que debí callar.
Y hermanos y hermanitas,
de manos junto al mar,
no comprendimos el pudor.
Y así no estaba mal.

Ahora en busca sólo estoy
del tiempo que he perdido desde ayer,
buscando lo que habría de hacer de mí.
Cosa añorada en mi niñez,
porque después crecí.

Crecí creyendo era mi bien
hacerme un hombre y ya me ven:
ahora me tengo que medir
para saber vivir.

Andando el tiempo se perdió
mi mar, las nubes de marfil
y un girasol
de abanicarse la cabeza al sol.

1967

Déjame regresar



Déjame
―tú que me acompañas como una amistad―,
déjame
―tú que eres fantasma de mi soledad―
regresar por las mismas calles
en que caminé sin tu amor;
volver a los cines, a los parques,
a las miradas sin culpa del mundo
que pasa a mi lado sin ti.

Déjame
devolverle al viento lo que le robé.
Déjame
decir «para siempre» por última vez.
Y regresar sólo con mis buenos días y el adiós;
regresar, perderme de vista para siempre
de los caminos que juntos hubimos
de andar hasta el fin del amor.

Después, quizás perdida en las memorias,

1967

Debajo del cañón



Debajo del cañón se entierran muertos
―debajo del cañón de un río azul.
Se dice que en las noches el desierto
parece un blanco espejo de la luna y su luz.

Y sobre el gran espejismo se mueven
miles de espectros de arena, de nieve.
Muerden sus dientes al cielo que hiere
sus blancos huesos de luz.

Todo el desierto le canta a la luna:
cactus y piedras, reptiles y dunas,
fósiles sordos de piedras de algunas
eras que lejos están.

Debajo del cañón cabalga el viento,
debajo del cañón se escurre el sol.
Un viejo caminante del desierto

1967

Ay de mí



El sol, cansado de mí,
un día me abandonó
sin hablar, sin decir.
Ay de mí.

La luna me acompañó
callada en mi caminar,
sin hablar, sin decir.
Ay de mí.

Tu languidez soy yo,
tu ancho ventanal,
el aire de tu piel,
tu sombra al caminar.

No hay otra solución,
mi mundo anciano está
y ya mis manos son
de duro pedernal.

Podré quizás vivir,
podré quizás llorar,
pero no acariciar
la verdad de tu abrazo.
Ay de mí.

Podré quizás cantar,
podré quizás reír,
pero no detener mi razón
que, en pedazos,
va por ti.

1967

Es sed



Hay una bruja amiga mía y vieja
que vive en un viejo castillo y sola.
Le pregunté qué padecía mi razón
y dijo: «es sed, es sed, es sed de amor».

Iba, tranquilo mi camino, solo,
pero una chica hoy me trastorna todo.
Siento una sed cuando a su lado solo estoy.
¿Qué es esa sed? ―Es sed, es sed de amor.

Me siento triste pues no sé si me querrá.
¿Querrá calmar esta ansiedad, esta ansiedad?
Me siento solo pues no sé si soy su amor.
¿Querrá calmar este dolor, este temor?

Hay una bruja amiga mía y vieja
que vive en un viejo castillo y sola.

1967

Quédate



Cuando este sol se apague,
tú partirás de mí.
Seguiré solo,
con mi dolor y llanto
y llanto.
Mi convicción es no querer
ya nunca más, porque
la misma historia es otra vez
y otra vez, y otra vez, y otra vez.

Quédate, quédate
para poder vivir sin llanto,
sin llanto.

Cuando me desengañe
no sé si viviré,
porque es muy triste
tener tan sólo llanto
y llanto,
y mil renuncias en el corazón que implora
que alguna vez alguien se quede, y llora.

Quédate, quédate
para poder vivir sin llanto,
sin llanto.

1967

Sueño del colgado y la tierra



Cerré los ojos y me vi
colgado de un árbol
en un raro paisaje
del sueño que te diré.

La tierra
era rojiza,
púrpura el cielo
y blanco el sol.

El árbol
del que colgaba
se estremecía
al golpe de la brisa que
tus ropas agitaba más.

Tus brazos me soltaron y
besé la tierra amada
contigo.
 

1967

Secreto



Secreto, hijastro del frío;
secreto, amiguito mío;
nana de la cruz,
ronda de infelicidad en parque sombrío.

Secreto, niño de la bruma;
secreto, pobre criatura;
paria de la luz,
como si tu corazón no tuviera cuna.

Secreto que me alimentas;
secreto, prenda de mi libertad
por la culpa que te doy,
por el beso que me das.

Secreto, quién sabe si un día,
secreto, haya epifanía
para dispensar
el tesoro que el amor guarde todavía.

Secreto, quién sabe si entonces,
secreto, amemos a voces
y lo natural

No tengo valor



No tengo valor de seguir casado
no tengo valor de tener amante
No tengo valor de escamar pescado
no tengo valor de ponerme guantes

Qué dolor, no tengo valor
Qué dolor, ay, si tengo valor

No tengo valor de pedir aumento
no tengo valor de aguantar al dueño
No tengo valor de ir a contraviento
no tengo valor de olvidar mi sueño

Qué dolor, no tengo valor
Qué dolor, ay, si tengo valor

No tengo valor de buscar fortuna
no tengo valor de seguir en pena
No tengo valor para ir en ayunas
no tengo valor de sudar la cena

Malapalabra



Malapalabra es bienvenido
para el que espera y nunca ha nacido.
Malapalabra será paciencia
si cada día sangra de urgencia.

Malapalabra se troca sueño
para el ufano junto a su dueño.
Malapalabra decir fortuna
para el que ayuna.

Malapalabra es comprendido
para el distinto, para el prohibido.
Malapalabra es transparente
para el que miente.

Malapalabra resulta encueros
para quien teme ser verdadero.
Y es venturoso
malapalabra del envidioso.

Malapalabra sería mañana
si, en vez de abrir, cerrara ventanas.

Nubes de alivio



Qué contento me puse hoy cuando desperté
y el cielo era de nubes viajeras como ayer.
A ratos me parece que no habrá despertar,
que no veré las nubes pasando nunca más.

Veo navegando nubes de alivio.
Qué alivio la infinita viajera en la visión.
Veo navegando nubes de alivio.
Qué alivio, pasajera de la brisa, tu canción.

Las nubes me acompañan desde cuando las vi
y a su marcha encantada me invitan a subir.
Las nubes me revelan algo de eternidad,
con su paso en el viento de siempre y de jamás.

Veo navegando nubes de alivio.


Esta melodía en que te vas



Hoy hay virtud
para despilfarrarla,
y sueño de guirnalda
y juventud.

Y quizás
algo más
en esta melodía en que te vas.

Hoy hay amor
hasta para olvidarlo,
perderlo, malgastarlo
sin dolor.

Y quizás
algo más
en esta melodía en que te vas.

Hoy hay canción
para botar un poco
y luego darle a un loco
corazón.

Y quizás
algo más
en esta melodía en que te vas.
 

 

Enero



Para estrenarme, saluda enero.
Si enero pasa, ¿qué será nuevo?

Llegó su tiempo como testigo.
¿Cuánto de enero tendrá el olvido?

Hojas de enero en remolino.
Filo del aire húmedo y frío.

Hojas de nadie, súbito anillo,
soplos de un baile en torbellino.

Enero parte ―dice― conmigo.

Ruedo de hojas, ronda de invierno:
¿dónde te posas?, ¿dónde va enero?

Solo, en la calle, aún sonrío:
las hojas parten y quedo vivo.

Se me hace tarde, enero mío.
 

El relojero y el loco



El relojero y el loco
se conocieron para hacer cooperativa.
El relojero arregla un poco
lo que su socio troca en vida.

El tallar del relojero
es el soplo de la duda,
instrumento de los sueños,
herramienta de la espuma.

En la latitud del loco
lleva el mando la sorpresa.
Maravilla del asombro
cuando llega la belleza.

El loco y el relojero
se van porfiando ser el ala y la cadena.
Se van los dos aventureros
de la alegría y de la pena.
 

El hambriento quiere



El hambriento quiere que cante su cena,
el amplio banquete que sueña su mal,
con aves y cerdos, ovejas, terneras,
frutas, ensaladas, productos del mar.
El hambriento quiere que cante su cena
y, en vez de escucharme, debiera cenar.

El triste me pide que cante su risa,
su risa que crezca y contagie, además.
Su risa sincera, rotunda, sin prisas,
subiendo hasta la carcajada final.
El triste me pide que cante su risa
y, en vez de escucharme, debiera gozar.

El cuerdo me ruega que cante locura,
delirio piadoso, voz sin maquinar,

Depredador



Cayó sobre su presa y la inmovilizó,
como una amarra.
La pequeña era un cuerpo de temblor
debajo de sus garras,
tan palpitante,
que sintió la lujuria de la sed
magnífica y quemante.
Y pasó el tiempo, el tiempo largo,
entre el colmillo que depreda y la piel
de la víctima en letargo.

La tarde simulaba no reconocer
la vieja trama,
y su espejo era un hombre, una mujer,
un fuego y una cama.
La tarde pura,
con su rostro de prados del candor
y el alma de locura.
Pasó la tarde, la tarde larga,
entre el colmillo que depreda y la piel

Cayó una estrella



Cayó una estrella

una hebra de diamante por el cielo

y un niño la encontró
y se le vio reír

y pidió para diez
y pidió
para mil
cien mil y todos

cayó una estrella

cayó un cabello
cayó un destello

cayó una sonrisa
de plata en la brisa

cayó una canción
 

Y yo te di una flor



Tú me ofendiste profundo y yo
te di una flor
tú me escupiste el rostro y yo
te di una flor
tú me amarraste las manos y yo
te di una flor
tú me pateaste el pecho y yo
te di una flor
tú me arrojaste al fuego y yo
te di una flor
tú esparciste mis cenizas y yo
te di una flor
te di una flor colorada y brillante
te di una flor para siempre encendida
te di una flor te di una flor te di una flor
te di una flor radiactiva.

Tú te burlaste de todo y yo
te di una flor
tú exterminaste a mis hijos y yo
te di una flor