Sube



Sube,
toma mi mano,
aprieta y sube,
mientras más pronto mejor.
Pero sube,
siempre es temprano
cuando se sube,
nunca es de mal a peor.

Siempre
parece tarde
cuando un buen fuego
se nos murió.
Siempre
algo que arde
revive aquello
que se apagó.

Por eso sube,
toma mi mano,
aprieta y sube,
mientras más pronto mejor.

Siempre
se hace de día;
no esperes tarde
la luz del sol.
Siempre
queda alegría,
siempre hay un nuevo
sorprendedor.

Por eso sube,
siempre es temprano
cuando se sube,

Sólo veo una sombra



Llevo el deseo a tu casa,
me siento en la sala
y me veo pequeñoburgués.
Quiero ir al fondo y de pronto
me creo que hago de tonto
con aquel café.

Yo que iba a verte
y corro otra suerte,
pues veo una sombra,
sólo veo una sombra.
Equivocada
la puerta o la amada,
pues veo una sombra,
sólo veo una sombra.

Me entra un afán de sombrilla,
de fuga, de irme a mi orilla,
de velocidad.
No sé quién tiene la llave,
si el sueño, si lo que se sabe,
si el tiempo o la edad.

Yo que iba a verte
y corro otra suerte,

Si yo fuera un perro sato





Si yo fuera un perro sato,
cuánto más tú me querrías;
un perro pulgoso y viejo,
o chiquito todavía.

Un perrito con su cola,
abaniquito de viento,
que deshilachara alfombras
y orinara de contento.

Un Firulay medio loco,
un cachorrito perfecto
que gruñera a los lagartos
y ladrara a los insectos.

Un pequeñín Jeremías
que llorara a cada rato.
Cuánto más tú me querrías
si yo fuera un perro sato.

Puede no ser o ser



Puede ser que tu labio inferior me destruya la mente,
o que ame de ti aquella silla estilo de oriente.

Puede ser que, por contradecirme, la vida te haga
más amante y perfecta que una princesa rosada.

Puede ser que tú seas el próximo dios de consumo
que amenace con traer un pan y que traiga el ayuno.

Puede que tu portal decididamente no me guste
y que el perro de una tía sorda me ladre y me asuste.

Puede no ser o ser todo, mujer.
Puede no ser o ser. ¿Quién va a saber?
Puede que seas tú. Puede llover aún.

Paula



Debiera bastar con inventar tus ojos.
Debiera bastar con hacerlos vivir.
Tus ojos abiertos son como tu historia:
van solos contando mil cosas de ti.

Los veo cual si viera la esfera de un brujo.
Les veo países y escenas de amor.
Mas donde debieran quedar los jardines
yacen instrumentos de hacer la labor.

Paula,
pequeña hermanita, niña sin jardín.
Por no tener flores sembraste una en ti,
sembraste una en ti.

Paula,
yo pudiera darte un inmenso jardín
si pudiera darte todo mi país,
todo mi país.


Oración



Al que predica la austeridad
y llena la barriga de su casa
con fetiches burgueses

Ramón, Che, Comandante,
San Ernesto de Vallegrande.

Al que predica la austeridad
y el día que se poncha no sube
a la ruta del pueblo

Ramón, Che, Comandante,
San Ernesto de Vallegrande.

Al que predica la austeridad
y regresa de un viaje al otro mundo
con disfraz de vitrina

Ramón, Che, Comandante,
San Ernesto de Vallegrande.

Al que predica la austeridad
y no bebe en porrón de nuestra agua,
sino en su termo helado

Oh, bienvenido seas, octubre



Octubre.
Octubre había llegado, como llega siempre,
mojando la acera de lluvia delgada y paciente.
Cargando de sombra las nubes que llevaban prisa,
poniéndole un tono salobre al sabor de la brisa.

Octubre terrible del sesenta y dos,
llegaste derecho a parar el reloj
y no reparaste en que, en esta región,
tutear a la muerte era ya tradición.
Y octubre se marchó por donde mismo entró.

Fueron los tiempos duros para el amor.
Fueron tiempos de estrellas y soledad.
Como un adolescente que
abandona la casa paternal

Las nubes



Las nubes, ya viejas
de sentirme mirar,
me regalan visiones
que no sé expresar.
Y murmuran entre ellas
con antigua emoción:
ahí va el hombre de nuevo
a buscar su amor.

Un guerrero gana una batalla
y respira antes de regresar.
Levanta los ojos, ve las nubes
que desde pequeño ve pasar.
Vuelve a distinguir aves muy blandas,
rocas como en peregrinación,
mujeres quitándose las sayas,
dioses a caballo bajo el sol.

Y las nubes, ya viejas
de sentirlo mirar,
le regalan visiones
que no sé expresar.
Y murmuran entre ellas


Nana para un niño africano



Duerme, mi niño,
que el tuga* se fue.
Duerme muy bien,
duerme muy bien.

Duerme mi niño,
que la oscuridad
es de la paz,
de la paz.

Hay una vela de luna
en la laguna,
en la laguna.

Y alrededor de su fuego
juega un lucero,
juega un lucero.

Duerme, mi sol,
que mañana saldrás.
Y brillarás
y brillarás.

Duerme, mi niño,
que el tuga no está.
Duerme, que no volverá.
 
* Así llamaban en el Congo a los colonialistas portugueses. Esta canción fue compuesta en Luanda en 1976

Nana para dormir a un viejo



Abierto,
reposa
el viejo
en su sillón.
Mira a la calle,
dice palabras
que sobreviven
sólo en su voz.

Repisas
y jaulas
lo deben
amortajar.
Porque sus sueños,
secos y ajados,
de donde yacen
no volverán.

Lo veo
y casi
quisiera
darle una flor.
Pero la historia
de este planeta
no va a caberme
en una canción.

Si existe
consuelo,
consiste
en comprender
que cuando a un niño
le queda corta
una camisa,
es de crecer.
 

Los compromisos



Me digo comprometido totalmente y de una vez:
el tiempo me hala la manga, quiere que vaya con él.
Mi compromiso es sencillo, sólo hay dos formas de estar:
o bien cogiendo el martillo, o bien dejándose dar.

Juro que me comprometo con el mejor tirador,
siempre que tire sujeto firmemente al corazón.
Me declaro partidario de las campañas salobres
mientras la miel sea un sudario que regalar a los pobres.

Desde que nací me han dado ciertas flores escondidas
entre los ramos de muerte: así me salió la vida.
¿A cuánta muerte tocará por flor?

La soledad, en esta madrugada



La soledad, en esta madrugada,
busca una mano que la tenga un poco
para usar el antojo de ya querer marcharse,
para después mirarse desplegando las alas,
como si le nacieran
al canto de una extraña primavera.

La soledad, en esta madrugada,
se hace cortar con estrellas los dientes.
Y así se va, contenta y asustada,
a una ciudad de nueva gente.

La soledad, en esta madrugada,
no sabe más del sueño que un durmiente.
Y mientras va quitándose el vestido,
siente soplar aire de muerte.

La soledad, en esta madrugada,

La niña llora



La niña llora. Fue su mamá quien la regañó,
pues la mandaron a la bodega pero llegó
con menos plata que con la que debió regresar.
Es la canción de los que se dejaron estafar
así.

La niña llora. Fue su papá quien la regañó
por regalar los cinco centavos que le dejó.
Que aprenda desde chiquita a no regalar.
Es la canción de los que se dejaron estafar
así.

La niña ha regalado sus monedas
y ahora la vieja rueda-rueda
girará un día más sin ella.
Hasta que aprenda a no dar lo que es suyo
tendrá que perder el embullo

La marea



La luna está hinchándole el pecho al mar.
No salgas hoy, no salgas hoy en tu barco.
No salgas hoy si no quieres zozobrar,
que el mar está respirando.

Ay, la marea, ay, respirando.

Lo que te dé, lo que te dé para ti,
píntalo azul, píntalo pálido blanco.
Que lo que doy, que lo que doy yo de mí,
si no lo doy, por dentro me va acabando.

Ay, la marea, ay, respirando.

Fuera de mí un astro ensaya su luz.
Dentro de mí la noche es resplandeciente.
Fuera de mí un astro ensaya su luz.
Dentro de mí el mar se vuelve impaciente.

Hay fuego en el pasto



El centro deshace
su nudo de espera
y el párpado abre
del pueblo y la sierra.

El canto del pobre
estalla hacia afuera
y esparce su hambre
en lengua de fiera.

Hay fuego en el pasto
hay fuego en la piedra
hay fuego alumbrando
la América nuestra.

Hay fuego en el viento
hay fuego en la tierra
hay fuego empezando
la América nueva.

Fragmento



La luna, acostumbrada a ser la noche,
llega invitando al mundo a hacer reposo.
Pero no hay persuasión que desabroche,
perla a perla de deseo, los collares del retozo.

El sol, acostumbrado a ser el día,
viene despreocupado a la ventana.
Y, sin embargo, es noche todavía
en los sueños que no duermen cuando se hace la mañana.

Gloria a la burla del reloj
y gloria al bien que permanece.

Gloria a la flor sin estación
y al aguacero bajo el sol.
 

Ese día



Ese día en que la dura realidad
desfigura una región de la verdad;
ese día, ese día amo más.



Ese día que se parece al día final
y madura sombríamente mi portal;
ese día, ese día amo más.



Ese día, el día del dolor,
es un día de oculta fundación.



Ese día que parece llorar
es crisol preparando el sonoro cristal.



Ese día de sed
trae lluvia un día después.



Ese día de sed
mañana me hará crecer.

En una nube viajera



En una nube viajera
que llegará donde tú,
te mando desde Moscú
mi amor hasta Venezuela.
He conseguido una vela
de viento y agua del norte,
pues no piden pasaporte
a un mensaje tan ligero,
pero me temo que el cielo
tampoco me lo transporte.

Acaso los elementos
tampoco comprenderán.
Quién sabe si llegarán
a caer en su momento.
Quizás un pérfido viento
contrarrevolucionario
deje mi amor en el radio
de un palacio, de un convento.
No debo dejarlo al tiento,
lo deben decir mis labios.

Y aquí me ves, sonriente,

En ciertos lugares



En ciertos lugares casi se ha olvidado
la canción al ser bienamado.
Casi se ha olvidado porque a menudo
los amantes mueren desnudos.

Desnuda sorprenden
sobre la cama a la justicia,
y en su amado vientre
hunden tizones de la codicia.
En ciertos lugares
cantar de amores esteriliza.

En ciertos lugares las dulces canciones
matan de hambre y no sirven amores.
Los cantares dulces, en lugares ciertos,
bombardean y se apuntan un muerto.

Cómplice del verdugo,
el presidiario que la venda ata.
Vencedor de lo oscuro,

Ella salió desnuda



Ella salió desnuda de la casa,
llevando sólo piel por pertenencia.
No soportó la ropa y la mordaza
y se lanzó consigo y su conciencia.

Se fue por el camino del origen,
donde se enamoraba a cada instante.
Fue repartiendo su justicia virgen
y transformando enanos en gigantes.

Sobre su cabeza silbaban
las palabras del viejo,
la maldición:
«Pronto tu pasión será nada,
porque por lo que tengas
tendrás valor.
Te cerraré el paso a mi bolsillo,
los mercaderes, las caravanas.
Pronto tus ojos no tendrán brillo
y te dirán la plaza sitiada.»