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Un disco de Silvio no solo se escucha. Un disco de Silvio duele, conmueve, enamora, enoja. Una canción detrás de la otra, que caen con peso propio. Canciones que vuelan etéreas, como si estuvieran hechas de materia imperceptible. Algo más que papel y acordes. Canciones dulces, con sabor y olor propio. Ácidas. Tan ácidas que hacen entrecerrar los ojos. Y otras canciones que, palpables, serían duras y frías como mármol. Así, Silvio hace sus canciones, entre los fusiles y el corazón, entre el amor, sujetos de fábula y una revolución. Entre historias propias y ajenas. Entre héroes y amantes.